lunes, 21 de septiembre de 2009

El Mural de Ojeda

Por: Marcelo Morán

Era un tanque viejo y sombrío que parecía pertenecer a una época muy gris. Fue la impresión que me dio cuando lo vi por primera vez en el año 1990, tiempo en que decidí radicarme en Ciudad Ojeda. Había sido abandonado desde hacía tres década atrás por el INOS, y desde ese período se conocía como el monumento a la sed más grande del siglo XX.

Entraba la década de los noventa y por los signos que mostraba prometía ser una etapa de grandes cambios para el futuro del país. Edinson Martínez también lo avizoraba, y animado por un arrebato de inspiración casi sublime, decide enfrentar un reto: cambiarle el rostro al ordinario coloso de 42 metros de altura y convertirlo en una joya de arte urbano, que sería el primero en su género en el estado Zulia.


Para ese fin se acompañaba del reconocido artista plástico, profesor Manuel Vargas, a quien se le encomendó el diseño y la ejecución de la obra. Inicialmente no fue una tarea fácil. Había que buscar fondos para acometer la propuesta con presentaciones y otros recursos de captación, llegándose incluso a vender lienzos y foto montajes de lo que sería el mural como una manera de ablandar la sensibilidad de sectores de la comunidad que aún se mantenían escépticos, y veían la idea de Martínez como una quijotada.

Lo primero que se le vino al profesor Vargas, fue realizar un muestreo de más de 1.200 fotografías que arrojó como resultado: todo un entorno gris. Las casas, las cabrias, el pavimento, el lago, tenían la misma tonalidad. Había un predominio de esa valoración en todo el poblado de Las Morochas, que obligó al viejo artista oriental a verter su creatividad en una composición que reflejaba su particular manera de concebir la naturaleza y donde hacía participar a través de un enrevesado juego de trazos y matices complejos la libre imaginación de los espectadores. El cilindro que nunca llegó a almacenar agua absorbió en sus paredes de 2.100 mts cuadrados, nada más, 800 galones de pintura (tipo poliuretano) de 200 tonalidades diferentes que garantizaría la vistosidad del arte por un lapso de quince años.

El Mural Más Grande -como se le llamó desde el principio- fue inaugurado el 13 de diciembre de 1993 con la asistencia de la gobernadora Lolita Aniyar y el pueblo de Ciudad Ojeda que se volcó de forma masiva para tomarlo como el símbolo que le faltaba. Tras la inauguración vino un tumulto de gente de distintas partes del mundo, -en su mayoría- representantes de medios especializados en arte, para dedicarle grandes reportajes y calificarlo como el mural
más grande en su estilo en Latinoamérica.

Después de transcurrir dieciséis años de su apertura, esta obra pictórica reclama una pronta restauración; actividad que no será fácil para La Fundación Cultural Ojeda 2000, quien lo dirige desde esa fecha, considerando que, el conjunto de empresas que una vez apoyaron su proyecto y lo hicieron una realidad, ya no podrán hacerlo; desaparecieron a causa de las recientes expropiaciones. Mientras tanto hoy frente a ellas, se alza hacia el cielo plomizo de Lagunillas la mole multicolor como una señal esperanzadora de que todo no se ha perdido sobre todo, para el golpeado pueblo de Las Morochas.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Mar de Fondo

Por: Teodoro Petkoff

Cuando el señor Chávez asumió la presidencia por primera vez, en 1999, el Estado central contaba con 900.000 trabajadores a su servicio, entre empleados y obreros. Hoy la cifra monta, según el Instituto Nacional de Estadística, a 2.3 millones de personas. Se incluyen en esta cantidad, por cierto, varios miles de beneficiarios de las misiones, que en la práctica, no pueden ser considerados realmente como servidores del Estado...pero cobran.

El tradicional capitalismo de estado venezolano (petróleo, petroquímica, aluminio, electricidad), reforzado por las recientes estatizaciones y reestatizaciones (Sidor, briqueteras, CANTV, Electricidad de Caracas, cementeras, Costa Oriental del Lago, Banco de Venezuela), así como por la participación mayoritaria de Pdvsa en las empresas petroleras de la Faja, le ha presentado al gran patrono estatal un problema que lo tiene enredado: la contratación colectiva con los sindicatos de tales compañías.

Si bien la tasa de sindicalización en Venezuela nunca fue particularmente elevada, en las empresas públicas si lo fue -y lo es. Por otra parte, en ellas, los trabajadores y los sindicatos, conociendo de su alto poder de negociación y contratación, han sabido alcanzar, desde siempre, reivindicaciones laborales de alto calibre.

El manirroto petroestado venezolano fue siempre, hay que decirlo, bastante desaprensivo, e incluso irresponsable, a la hora de discutir y firmar los contratos colectivos. Puesto que la mayor parte de esas empresas son deficitarias, su existencia ha dependido, toda la vida, de las transferencias que el fisco nacional hace a ellas, para enjugar los déficits...y garantizar las condiciones laborales.

En un país rentista, donde todos sus sectores luchan por captar la mayor parte posible de la renta petrolera, no se puede culpar a los trabajadores de haber cultivado también, como los empresarios y la burocracia estatal, una cultura y una mentalidad rentista. El gobierno del señor Chávez ha llevado el rentismo y su cultura a extremos delirantes y los trabajadores del Estado y de las empresas públicas no muestran ninguna disposición ­menos aún en tiempos de crisis­ a echar sobre sus lomos la carga de las dificultades económicas, cediendo parte de lo que han conquistado.

Por su lado, eso es lo que pretende el gobierno y de allí que vivamos en estos tiempos el extraño espectáculo de un gobiernopatrono, que se dice socialista, tratando, por todos los medios, de anular la contratación colectiva como mecanismo de relación con sus trabajadores. Lo que viene haciendo con los petroleros es ya grotesco. Con toda clase de trucos, ha logrado posponer las elecciones sindicales durante casi un año Mientras estas no se realicen no hay discusión de contrato colectivo. El mismo aplique se le hace a los trabajadores eléctricos.

Los empleados públicos, más fáciles de chantajear, esperan desde hace casi cinco años la discusión de sus contratos. Por eso, y con toda razón, está tan encabritado el frente sindical y laboral.