lunes, 26 de octubre de 2009

Totuma y Velas

Este Gobierno ha tenido los más altos ingresos de cualquier administración en la historia de Venezuela. Pero además ha tenido el control de todos los Poderes Públicos para invertir esos ingresos en lo que el Presidente decida, sin que los mecanismos normales de control puedan retardar y menos oponerse a la voluntad del Jefe. Además ha tenido suficiente tiempo para resolver los problemas con los cuales se encontró, para eso lo eligió el pueblo, tienen más de 10 años en el Gobierno, cuando de acuerdo a la Constitución anterior ningún Presidente podía durar más de 5 años. De tal manera que cuando tratan de excusarse echándole la culpa a los Gobiernos anteriores, el pueblo enseguida nota que les crece la nariz como a Pinocho por decir tantas mentiras.

Durante estos 10 años de un gobierno que por su discurso incluyente de los pobres generó esperanzas en los sectores populares, se ha demostrado que ese discurso es una estafa a los sectores más necesitados que cada día sufren más las consecuencias de la ineptitud de esta gestión para administrar bien los inmensos recursos que ha manejado en beneficio de los intereses del pueblo.

Debemos empezar por decir que estamos cada vez más alarmados y tristes por la manera como todos los días matan, atracan y roban a tantos ciudadanos, enlutan a tantas familias, y ver como este gobierno supuestamente fuerte por estar dirigido y compuesto principalmente por militares no es capaz de cumplir su primer deber: garantizarle la vida y la seguridad a los ciudadanos.

El colmo de los fracasos de esta administración es lo que ha pasado con la luz y el agua, el Gobierno en vez de reconocer con valentía que ha fracasado en estos dos aspectos vitales para garantizarle calidad de vida a la gente, que no hicieron las inversiones y el mantenimiento necesario con todo el tiempo y el dinero que han tenido para incrementar la generación, trasmisión y distribución de electricidad, así como la dotación de agua potable, tomando en cuenta el incremento natural de la población y por tanto del consumo. Y ahora, en vez de reconocer su incapacidad le echan la culpa a los consumidores, le imponen el racionamiento de agua, los mandan a bañarse en tres minutos, y a utilizar tobos ó totumas para que no gasten el agua, y además, le faltan el respeto a la gente ofreciéndoles bombardear las nubes para que llueva y así resolver el problema.

En materia eléctrica, la gran solución que ofrece el Presidente es más burocracia, un nuevo Ministerio para la electricidad, es decir, profundizar el error de centralizar, para seguir fracasando, precisamente la estatización y centralización de empresas eficientes de electricidad como Enelven en el Zulia, y la Electricidad de Caracas en la Capital, son una de las causas del fracaso en materia eléctrica. Y además le exigen a la gente que reduzca el consumo eléctrico, y a los Centros Comerciales que se compren plantas eléctricas.

Seguramente ante el alto costo de la vida le van a pedir a la gente que coma menos. La verdad cada día está más clara, o cambiamos a este Gobierno, o nos acostumbramos a bañarnos con totuma y a iluminarnos con velas.

Por: Omar Barboza Gutiérrez

domingo, 18 de octubre de 2009

Cultura ingenua

Por: Luis Lozada Soucre

Todo régimen totalitario tiene una visión sectaria y prejuiciosa del quehacer cultural.

El carácter hegemónico de su pensamiento lo induce a imponer a cal y canto una cultura oficial, cuyos contenidos, significados y trascendencia varían, según convengan a los grados de nacionalismo radical que determinen sus objetivos y al tenor de la transculturización contaminante que pretendan exterminar.

El realismo social, con todos sus ismos contenidos, como el naturalismo, el criollismo y el folklorismo, tiende a ser la bandera ideológica y creativa de todos los sistemas de gobiernos de izquierda extremista, opresores del libre pensamiento y de la pluralidad intelectual.

La extinta Unión Soviética y la Cuba sobreviviente son ejemplos palpables de esta orientación e imposición culturales, refrendadas desde los cenáculos gobernantes con valencias comunistas.

Más allá de los estruendosos fracasos que tal política cultural coercitiva ha significado para sus pueblos sojuzgados, no es objeto de estas reflexiones abundar en ellos, sino sentar sus precedentes para poder entender la realidad del hecho cultural venezolano en estos tiempos de decadente revolución y anacrónico socialismo.

Enfrentar la ingenuidad y comprender, por ejemplo, las previsibles razones para el más reciente de sus arrebatos subsidiarios en contra del Ballet Contemporáneo de Caracas, pese a su dócil actitud y performances de los últimos años.

La sustitución de valores culturales se impone con el mismo modus operandi: hacer tabla rasa de todo lo que les huela a contra revolucionario, para reconstruir sobre sus hedores una visión panfletaria y propagandística de país y ciudadanos nuevos.

Y dentro de este contexto, ¿a quién le importa Bizet? La purga es de vieja data. Comenzó en los albores del régimen, con el despido revanchista de Sofía Imber del museo que creó y al que le entregó gran parte de su vida, hasta convertirlo en ícono de excelencia museística.

Saltando significativos ejemplos de exterminio en todas las disciplinas y cerrando sus antecedentes depredadores, con la procaz metamorfosis del Teresa Carreño en foro proselitista exclusivo del partido de gobierno, la barbarie socialista ha expoliado también al Ateneo de Caracas, una institución que por el solo aval de organizar los festivales internacionales de teatro se granjeó fama mundial.

Queda en pie el magistral proyecto orquestal de José Antonio Abreu, gestado y parido en la cuarta república y del que el régimen ha sabido aprovecharse como telón de prestigio ante la comunidad internacional.

Del resto es poco lo que les interesa y mucho lo que la ingenua ­y en muchos casos acomodaticia­ intelectualidad criolla deberá sacrificar, luchar y aprender de sus errores y sus silencios.

lunes, 12 de octubre de 2009

Un cantor de Fonseca

Por: Marcelo Morán

Mi primo Luis Emiro me había invitado a una reunión en casa de mi hermano Pedro, el 12 de octubre del año 2002. Cita a la que yo había llegado con un día de antelación. Y era un poco más allá del mediodía cuando él se apareció con una caravana de parranderos que hacían estremecer con la algarabía la estancia de Las Parcelas. Enseguida bajo de su camioneta y se dirigió a todos los presentes con su fraternal manera de saludar. Lo acompañaba un viejo muy moreno, pequeño de estatura, de sombrero de alas cortas que denunciaba sin equívocos su lugar de origen. Con pasos lentos se acercó sin proferir palabras, sólo esbozó una sonrisa familiar como cortesía a los que nos encontrábamos allí: parecía cansado.

No había terminado de sentarse cuando mi primo dijo:

“Les presento al viejo Bienve”.

“¿Y quien es el viejo Bienve?”, pregunte por no dejar.

“Es una gloria del folclor vallenato que he convidado para compartir con nosotros esta reunión”.

Después de transcurrir un tiempo en que el personaje ya se encontraba relajado, dijo que se llamaba Bienvenido Martínez y fue entonces cuando caí en la cuenta de que era el famoso compositor colombiano del tema “Berta Caldera”, que es mencionado en otro clásico del vallenato El “Cantor de Fonseca”, escrito por Carlos Huerta, y que recorriera el planeta como un huracán en la voz de Carlos Vives.

A medida que la conversación tomaba calor, le pedí a don Bienvenido que me hablara de Berta Caldera. Él, sin ningún tipo de reparo accedió a mi petición de manera gentil, transportándose cincuenta años atrás a su pueblo de Fonseca, enclavado en el corazón de la Guajira colombiana y donde había sido flechado sin remedio por los encantos de la bella muchacha.

“Berta Caldera era un amor platónico, de esos que endulzan la vida cuando uno se encuentra joven, y hace que uno se vuelva poeta para inventar canciones con que enamorarlas, como nos pasaba a los pelaos de mi pueblo, en esos lejanos tiempos”, dijo.

“Qué es de la vida de Berta Cladera”, le pregunte´.

“ Ella vive en Machiques, acá en Venezuela, desde hace muchos años”.

Yo jamás había escuchado esa canción, y alentado por efectos de los tragos que libábamos en ese momento, le pedí que me complaciera. Y sin pensarlo dos veces, le quitó a uno de sus hijos que lo acompañaba, el acordeón, y en segundos, empezó a soltar las notas pegajosas que identifica el tema y de pronto, tuve la sensación de que el ejecutante hubiese salido por arte de magia de uno de los libro de García Márquez. Don Bienvenido a sus ochenta y cinco años tocaba el acordeón con la soltura de un muchacho de veinte, y sólo como saben hacerlo los colombianos, como si el instrumento de lengüeta libre, inventado por el austríaco, o alemán Cyrill Demian, fuera exclusivamente para ellos.

En la conversación le plantié que teníamos por vecino a un señor de Fonseca, que había cumplido por esos días noventa y cinco años y habíamos mandado a buscar para que viniera a conocerlo. A él le pareció espléndida la idea, pues no esperaba encontrarse con un coterráneo allí, en el pueblo de Las Parcelas.

A los minutos le presentamos al señor José María Arregocés, cuya familia se había establecido en esa comunidad marense desde comienzo de los años sesenta.

Fue una sorpresa para Bienvenido que se tradujo en el acto en una expresión de alegría: “¡Chema!”

Ambos se conocían desde hacía ochenta años. Don Chema, había sido cajero en su juventud de muchos conjuntos vallenatos y por supuesto compañero de parranda de don Bienvenido.

Así terminó aquel 12 de octubre inolvidable, amenizado por un cantor de Fonseca que se le ocurrió un día escribirle una canción a Berta Caldera.

domingo, 11 de octubre de 2009

El excremento del Diablo

Por: MOISÉS NAÍM

El petróleo
empobrece. Los diamantes, el gas y el cobre también. Los países pobres que cuentan con abundantes recursos naturales suelen ser subdesarrollados. Esto ocurre no a pesar de sus riquezas naturales, sino debido a ellas. ¿Cómo puede ser que la riqueza natural de un país perpetúe la pobreza de la mayoría de sus habitantes? Debido a un fenómeno conocido como "la maldición de los recursos naturales".

Hay
países que logran conjurar esta maldición. Noruega o Estados Unidos, por ejemplo, son a la vez petroleros y desarrollados. Pero son excepciones que no sólo confirman la regla, sino que también ilustran los antídotos contra esta maldición: democracia e instituciones que limitan la concentración del poder. Además, para neutralizar la maldición también es necesario mantener la estabilidad económica, controlar el gasto público, ahorrar para los años de vacas flacas, diversificar la economía, impedir la concentración del ingreso y evitar que la moneda del país sea demasiado costosa comparada con las de otras naciones. Los países exportadores de recursos naturales que no adoptan estas medidas empobrecen y maltratan a la gran mayoría de su población. La tragedia es que pocos logran evitar estos nocivos efectos. ¿Por qué?

La maldición de los recursos es como una enfermedad adictiva: le quita a la víctima la voluntad de curarse. Los grupos más poderosos de estas sociedades no tienen muchos incentivos para luchar contra los efectos perversos de la excesiva dependencia de los recursos naturales. Los efectos son perversos para el resto de la población, no para las élites. Éstas, por el contrario, se benefician de la situación.

El venezolano Juan Pablo Pérez Alfonzo, uno de los fundadores de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), fue el primero en llamar la atención sobre esto. El petróleo, dijo, no es oro negro; es el excremento del diablo. La intuición de Pérez Alfonzo ha sido rigurosamente confirmada. Desde 1975, por ejemplo, las economías de los países ricos en recursos naturales han crecido menos que las de los países que no exportan principalmente materias primas.

Peor aún, en los países afectados por la maldición, los beneficios del crecimiento económico se concentran en pequeños grupos políticos, militares y empresariales. Además, su moneda se encarece con respecto a las de otras naciones, lo cual frena las exportaciones de todo lo que no sea el recurso natural que tienen en abundancia. Esto, a su vez, inhibe la diversificación de la economía y condena a los países a depender cada vez más de las exportaciones de su principal materia prima. En el caso del petróleo, el crecimiento que este genera no crea puestos de trabajo en proporción a su peso en la economía. Así, en los países cuya principal exportación es el petróleo, esa industria genera más del 80% de los ingresos totales, pero tan sólo el 10% del empleo. Inevitablemente, esto aumenta la desigualdad económica.

Dado que los gobiernos de los países exportadores de materias primas no dependen de los impuestos de su población para financiarse, sus líderes pueden darse el lujo de ignorar las exigencias y necesidades de sus ciudadanos. Éstos, a su vez, desarrollan relaciones tenues y parasitarias con el Estado. Además, cuando mucho dinero público es controlado por pocos individuos que no rinden cuentas al resto de la sociedad, la corrupción es inevitable. Las similitudes de países tan diferentes como Rusia, Irán o Venezuela no son una casualidad. Son el resultado de la maldición.

Es muy difícil sacar del poder a gobiernos ricos en petróleo que, además, tienen la posibilidad de usar sus vastos recursos financieros para comprar o reprimir a sus opositores. Las estadísticas demuestran que es mucho menos probable que un país petrolero autoritario se transforme en una democracia de lo que resulta para una dictadura que no cuenta con abundantes recursos naturales. Las estadísticas también confirman que, en todas partes, las autocracias petroleras gastan más en armas y ejércitos y son más propensas a tener conflictos armados.

Esto no quiere decir que los países pobres con abundantes recursos naturales estén condenados al subdesarrollo. Chile y Botsuana son extraordinarios ejemplos de países menos desarrollados que a pesar de ser exportadores de materias primas han escapado de la maldición. Sus experiencias confirman cuáles son las vacunas que protegen a un país contra sus efectos. Pero ¿por qué estos países estuvieron dispuestos a vacunarse y otros no? Nadie sabe. A quien encuentre la respuesta a esta pregunta habría que darle el premio Nobel. No el de Economía. El de la Paz.

domingo, 4 de octubre de 2009

El marxismo soviético

Por: Eduardo Vásquez

En 1963, las Editions Gallimard publicaron la versión francesa de El marxismo soviético, publicada originalmente en inglés, y cuyo autor fue Herbert Marcuse. Es un libro de gran importancia si tenemos en cuenta que el marxismo que se conoció en Suramérica fue el exportado por los soviéticos.

El dogmatismo de los pro-soviéticos los llevó a rechazar toda crítica, toda modificación del dogma soviético. Hoy todavía estamos padeciendo de esa formación. Nuestros marxistas fueron hijos de la URSS y lo siguen siendo.

Los soviéticos tenían una especie de anatema para descalificar a cualquiera que se atreviera a leer a Marx de manera distinta a la oficial: revisionista. Hacia 1950 se empezó a conocer la lectura de G. Lukacs.

H. Lefebvre publicaba El materialismo dialéctico, en el que mostraba por primera vez la teoría de la alienación, rechazada enseguida por los soviéticos por su vinculación con la filosofía de Hegel. Un discípulo de G. Lukacs publicó en Francia Investigaciones dialécticas, en el cual exponía en varios ensayos la interpretación de Lukacs.

Uno de éstos era la reificación o cosificación, llamada así por Goldman, para evitar la banalización a que había dado lugar el uso de alienación o enajenación. Cuando en la presentación de nuestra traducción calificamos a Goldman de revisionista esto desencadenó contra él (y contra mí) toda la furia del dogmatismo.

Sin embargo, la teoría de la alienación prosperó, pero más en su sentido psiquiátrico y como ocurre con los conceptos de moda perdió su significación precisa.

Para leer Historia y conciencia de clase había que conocer a Hegel y aquí ese conocimiento era (y sigue siendo) muy pobre. Disponíamos de la traducción de El capital (F.C.E.) pero el traductor había volatilizado toda la terminología dialéctica de Hegel que permitía comprender lo que Marx había dicho: que él había coqueteado con el lenguaje del gran pensador.

Así, la teoría del valor construida con la categorías de la dialéctica de Hegel se hacía incomprensible. Anuncian la repartición de una edición de El capital. ¿Será la del F.C.E. con sus mismos errores de traducción y quién enseñará a leer lo ya interpretado? ¿Los formados por la Academia de la URSS o los formados por la interpretación (?) de la Academia Militar? Las alternativas son espantosas.

Pero permitirán a los actuales mandatarios recubrirse con el manto del marxismo, como antaño hicieron los dirigentes de la URSS. Ello les permitirá expoliar a los trabajadores, manteniendo una figura de progresistas y de libertadores. Pero, estalinistas incurables, seguirán sosteniendo que el fracaso del socialismo se debe al complot externo.

No conocen a Gorbachov, quien proclama ¡que no había que buscar los fracasos de la Unión Soviética en la conspiración de enemigos externos o internos, sino en los crímenes de la nomenclatura! ¿Puede la nomenklatura hacer semejante crítica? No, porque sería un suicidio y la pérdida del poder.