jueves, 12 de noviembre de 2009

El existencialismo

Por: Eduardo Vásquez

Hacia los años sesenta tradujimos al español "El existencialismo es un humanismo", una obra de vulgarización de esa filosofía hecha por Sartre. Es de fácil lectura y por eso comprensible para el gran público.

En nuestra opinión la concepción de la libertad de Sartre, reunida en un axioma, "el hombre está condenado a ser libre", nos parece que ya se encontraba en Descartes y luego desarrollado por Hegel.

En efecto, sabemos que Descartes, mediante la duda se despoja de todo lo que se encuentra en la conciencia y así reduce a ésta a ser una especie de lugar vacío (o tabula) raza. Esto significa que no estamos dominados por nada, que podemos rechazar, desechar o aniquilar todo aquello que ha penetrado en nosotros y que podría imponérsenos.

He allí expuesta nuestra libertad. Podemos sustraernos de todo y dominar a lo que trata de dominarnos.

En su Filosofía del derecho en el parágrafo 5, Hegel describe cómo está constituida la conciencia.

Ella puede pensarse a sí mismo, dirigiendo su atención a lo que está dentro de ella. Mediante esa reflexión ella puede disolver toda limitación, todo contenido, cualquiera sea su origen, sea del mundo externo o elaborado por la propia conciencia.

Eso produce que la conciencia sea la "pura indeterminación", esto es, no esta determinada por nada, ningún contenido puede imponérsele puesto que ella puede rechazarlo, o abstraerse de el. Es un poder extraordinario de la conciencia. Hegel se expresa de ella de esta manera: "es la ilimitada infinitud de la abstracción absoluta o universalidad, el puro pensar de si mismo".

El yo puede vaciarse a sí mismo, expulsar todo lo que lo ha colmado.

Hegel la llama libertad negativa o libertad del entendimiento, o también libertad del vacío. Esa liberación respecto a todo puede conducir a la destrucción de todo. Puede llegar a la destrucción de todo, no reconocer a nada, ya que puede considerar a todo como una traba a esa libertad.

De allí proviene el "fanatismo" de la destrucción de todo orden social, así como la expulsión de todos aquellos de los que se sospecha que quieren un orden". Y Hegel añade sentenciosamente: "Sólo destruyendo algo tiene esta voluntad negativa el sentimiento de su existencia". La voluntad negativa puede querer que nada firme se establezca.

Ella lo que desea es realizarse a sí misma. Tener conciencia de sí misma, la cual sólo logra en la furia de la destrucción. Hegel sostiene que en la historia ella siempre aparece y ve en la etapa del terror de la Revolución francesa, en la que "toda diferencia del talento, de la autoridad, debió ser suprimida", la presencia de la furia de la destrucción. Tocqueville escribió que aquella Revolución produjo un tipo de hombre que sólo puede destruir y es incapaz de construir nada.

No nos cabe duda que entre nosotros esa furia destructiva está actuando. En la concepción de la universidad (todos son iguales), en la escuela (mueran las diferencias de talento e inteligencia), en lo social en general. Hegel también sostuvo que para hacer igual a los hombres habría que cortarles la cabeza.

martes, 10 de noviembre de 2009

Con la guerra no se juega

Por: Teodoro Petkoff

Tiene que estar muy preocupado, diríase, incluso, que desesperado, el señor Presidente, para ponerse a tocar, enloquecido, los tambores de la guerra con Colombia. Es una típica operación de diversión, una cortina de humo. No le faltan razones para tratar de hacernos voltear hacia otro lado, porque lo que está ocurriendo en nuestro país es gravísimo y cualquier gobernante estaría con las manos en la cabeza. Pero, Su Excelencia la Reencarnación de El Libertador, tiene un motivo adicional para mesarse los cabellos. Por más que se menea, no logra que los venezolanos, todos, pierdan de vista que la culpa de lo que está pasando es suya y exclusivamente suya. Su irresponsabilidad, su incompetencia y la corrupción de su régimen han lanzado sobre el país cuatro crisis simultáneas, cada una tanto o más grave que la otra. Seguridad, electricidad, salud pública, economía y, en Caracas, agua, son áreas en las cuales el desmadre alcanza niveles sobrecogedores. Nadie escapa a las consecuencias de la peor gestión administrativa que haya conocido el país en su historia contemporánea.

Lógicamente, lo que venía siendo un lento, aunque sostenido, descenso del apoyo al gobierno en los últimos tres años, se está convirtiendo en una barrena. A menos de un año, en principio, para las elecciones parlamentarias, razones le sobran a Chacumbele para sentir un frío en la espalda.

De allí que ya esté en campaña electoral. No lo oculta; actúa con el desparpajo y la desfachatez de quien sabe que nadie en el Estado le va a llamar la atención. Pero el domingo elevó los decibeles y prácticamente llamó a zafarrancho de combate. Se necesita una carencia total de escrúpulos para hacer de un tema tan delicado, de vida y muerte, materia de campaña electoral. Cree que puede recoger el respaldo que se le escurre entre los dedos, tocando la fibra patriotera de sus conmilitones.

Fracasará, porque ya se le ven demasiado las costuras. Es tan burda la maniobra electorera que cualquier mandatario que hablara en serio de una posibilidad de guerra, llamaría, ante todo, a la unidad de la nación contra el "enemigo".

Pero Chacumbele no. Su guerra no es contra Colombia sino contra más de la mitad de sus propios compatriotas. Es tan obvia y, al mismo tiempo, tan torpe su jugada, que no vacila en agredir a una supuesta "quinta columna", que sería la de sus adversarios políticos. Estamos ante una estratagema electorera de vuelo gallináceo. No son las bases militares en Colombia las que le quitan el sueño sino las bases del pueblo venezolano. Para aquellas, la diplomacia suramericana ya ha venido colocando muros de contención y tanto Uribe como los gringos se han visto obligados a dar garantías a sus vecinos.

De hecho, el propio Correa, desmarcándose de Chávez, avanza en el camino del restablecimiento de relaciones con Colombia, a pesar de las bases.

Pero Chacumbele necesita la conflictividad permanente, hacia adentro y hacia fuera. Por eso no se pueden subestimar los niveles que podría alcanzar su carencia de escrúpulos.

Editorial de Talcualdigital.com (10-11-2009)

domingo, 1 de noviembre de 2009

El Síndrome de la Totuma

Por: Vladimiro Mújica

A veces nuestra entrega parece ser total. La incapacidad de desarrollar un lenguaje propio que nos permita comunicarnos con nuestro propio pueblo nos lleva a tratar de explicar por qué no es tan malo lo que está ocurriendo, so pena de parecer que nos estamos burlando precisamente de aquellos con quienes pretendemos comunicarnos.

La descomunal incapacidad y corrupción del gobierno venezolano hacen que todo lo que asociamos con desarrollo y progreso se vea cada vez más comprometido y amenazado.

El país que se va despejando ante nosotros es más pobre, más violento, con peor educación, más polarizado, menos solidario. Sin embargo, y aquí está la gran tragedia, una parte importante de nuestros compatriotas no lo ve así, o al menos piensa que estamos igual de mal de lo que siempre estuvimos.

El último ejemplo del desencuentro de la comunicación entre las dos Venezuelas es dramático. A la escasez de agua y electricidad responde el gobierno con una serie de razones cada cual más insólita que la otra.

El Presidente insta a los venezolanos a bañarse en tres minutos, con totuma, y a ahorrar electricidad. Ahora la culpa es de todos por nuestros malos hábitos. Los más grandes despilfarradores de nuestra historia nos piden que ahorremos en un ejercicio de burla y cinismo sin igual.

El Gran Comunicador de la Revolución crea una nueva fantasía para sus seguidores y nosotros, el otro país, nos encontramos arrinconados pensando cómo responder a la nueva charada. Parte del problema es que estamos aprendiendo el lenguaje de sentir la pobreza en la propia piel.

El desencuentro de las dos Venezuelas comenzó hace muchos años, inclusive antes de Chávez, lo que ocurre es que antes nos permitíamos ignorarlo y ahora sentimos la potencia de la manipulación del resentimiento y lo que ello significa en términos del control del poder.

No hay deshonra en la pobreza, al menos en el sentido bíblico. El hombre pobre y sabio, no apegado a los bienes materiales que envilecen al hombre rico, es una utopía grandiosa que desafortunadamente no tiene nada que ver con Venezuela.

Las bondades de la vida en el campo, los cuentos de nuestros abuelos, nuestra identidad cultural representada en la totuma son todos valores a defender. Lo que es inaceptable es que los nuevos amos del país utilicen todos estos símbolos para esconder su incapacidad y su corrupción.

Pero más allá de la manipulación y la burla del gobierno me angustia que quienes estamos llamando a construir una alternativa nos entrampemos en no criticar el regreso a la totuma por no ofender a quienes usan la totuma.

Por ese camino tendremos pronto que defender que se destruyan las universidades para no ofender a quienes no han podido estudiar. El reto es defender nuestra cultura y tradiciones al tiempo que nos imaginamos y podamos transmitir la imagen de un país distinto, mirando a un futuro sin miseria, donde el culto y la manipulación de la pobreza no justifiquen el fracaso de los gobernantes.