Por: Alexander Cambero
La dinámica de los acontecimientos ha generado que los actores principales de este circo preparen la despedida definitiva a sus múltiples fechorías. El país comienza a reaccionar y va dejando atrás la estela faraónica que caracterizó este fraude colosal en contra de la ingenuidad de millones de venezolanos, que sostenían que con su decisión electoral habían encontrado al Mesías prometido en las sagradas escrituras. El hombre escogido por Dios para realizar la épica tarea de conducir a millones por la senda del progreso y el bienestar. Un titán mitológico con once cabezas, que expelen fuego sagrado por sus bocas resplandecientes en la búsqueda de achicharrar a sus enemigos con el portento de sus poderes intergalácticos. Sin embargo, una cosa son las historias que nos vienen en la alfombra mágica y otra muy distinta es el hombre natural con las circunstancias que afloran en la vida. En los imponderables del camino escabroso se atascó el sueño perpetuo, quedando solo en anhelos la esperanza de construir su mundo prehistórico: Sin libertad, propietarios y carentes de opinión propia; un escenario que solo los refrendan los tontos, esos que todavía esperan un milagro que salve a su proceso de una muerte próxima a suceder.
En definitiva, la revolución bolivariana sufre un deterioro profundo en su salud estructural. Cada minuto que pasa su cuadro clínico empeora de manera dramática, y ya son pocos los deudos que creen en una recuperación de un proyecto que sembró de dolor al pueblo venezolano, son trece años de incontables fechorías y agresiones permanentes a los principios democráticos que han sustentado a la patria por décadas.
Mientras la revolución está en las últimas, la democracia emerge con el vigor de estar repotenciada. Una cruzada unitaria que muestra rostros e ideas disimiles, verdaderos ciudadanos con la formación suficiente para enderezar el rumbo. Sus intervenciones muestran todo un abanico de proyectos viables para la titánica tarea de sacar a Venezuela del foso en donde la metieron estos revolucionarios de pacotilla.
Son dos mundos con realidades distintas. El socialismo autoritario tiene un carcinoma que hizo metástasis en los órganos del poder, esos entes lucen secuestrados y comprometidos con un proyecto que fracasó hasta en lo mínimo. Los demócratas tienen la salud de un miura que sale a conquistar la inmensidad del horizonte. Recorre leguas con la fortaleza de saberse el elegido. El próximo 12 de febrero escogeremos al próximo presidente de Venezuela. Ese día millones de ciudadanos realizaremos un acto monumental de civilidad, lograremos fortalecer una alternativa que llenará de esperanza a todos, y que se encargará de vencer al débil nominado por las huestes de la tiranía.
La nación no vuelve atrás. Hugo Chávez representa la corrupción y es genuino representante del totalitarismo en América. Él simboliza verdaderamente al pasado que oprime al porvenir hasta dejarlo exangüe. Este gobierno está muriéndose a cada segundo, las viudas lloran mientras el fin se aproxima. ¡Fin de la historia..!
