lunes, 4 de febrero de 2013

Sobre el "No volverán"


Por: Alonso Moleiro

Si tuviera que escoger al más conspicuo entre los muchos postulados huecos que el chavismo ha logrado poner de moda en una parte del país durante todos estos años, sin la menor duda me quedaría con el celebérrimo "no volverán".

Es una construcción que condensa como pocas el lente, el prisma, la condición con la cual le gusta al oficialismo retratar a sus adversarios e interpretar la polarización política que ha tenido lugar en este país.

Se supone que todo aquel que no es chavista está suspirando por que regresen los domingos de Gonzalo Barrios, las intrigas del CEN de AD hechas noticia, los excesos del lusinchismo y los célebres escándalos que protagonizara la jerarquía política de entonces con el empresariado venezolano.

Una peculiar aproximación a la realidad que se sostiene en otra idiotez de carácter conexo: que los millones de venezolanos que adversamos de forma inequívoca a Hugo Chávez estamos manipulados por los grandes medios de comunicación, partícipes también, en última instancia, del festín que tuvo lugar en los años de Punto Fijo.

No alcanzamos a darnos cuenta de las múltiples bondades que le ha deparado a la nación el actual gobierno porque, gracias a la intriga y el trajinar de los medios, estamos hartos de los excesos de la delincuencia, defendemos una gestión económica de carácter mixto, consideramos la alternabilidad política un valor irrenunciable y nos producen una grima imposible de disimular expresiones como "máximo líder" o "comandante-presidente".

El "no volverán" es una consigna con doble valor: sus dos palabras resumen con maestría el contenido que intento desglosar en los párrafos anteriores, y al mismo tiempo, se salta a la torera, con notable impunidad, todo el entorno noticioso y político incubado en Venezuela antes y después de que Hugo Chávez asumiera el poder.

Toca acá hacer una nueva alusión a lo evidente: el tiempo histórico correspondiente al Pacto de Punto Fijo por supuesto que no va a volver. Entre otras cosas porque, si regresa, casi con seguridad la construcción de una democracia civilizada en Venezuela volverá a fracasar.

El de Punto Fijo es un tiempo histórico muerto. El paso de los años nos está ayudando a evaluarlo con mayor serenidad en sus aciertos, que fueron muchos, sobre todo, en términos administrativos, en sus primeros gobiernos; y sus miserias, que fueron otras tantas, y que conocieron su pico más alto en sus años finales.

Se supone que lo que "no volverá" es el "régimen burgués" imperante en Venezuela hace 14 años, traidor por definición de la esperanza popular. Régimen éste, por cierto, que le permitió al chavismo arribar pacíficamente al poder, y parir en el trayecto una Constitución con suficientes elementos burgueses, impensables, por ejemplo, en la sociedad cubana, todos los cuales le habrían producido un ahogo asmático al Che Guevara de haber estado vivo: el pluralismo político, el albedrío individual, las consultas electorales, la alternabilidad política, la Defensoría del Pueblo y los derechos económicos que consagran la existencia de empresas.

Esas empresas que, si acuerdan con el gobierno, pasan a ser "nacionalistas" y que si deciden trabajar por cuenta propia, seguirán siendo condenadas a ser burguesas. Elementos estos que son usados por el chavismo en provecho propio y que, antes que burgueses, son, sobre todo, conquistas de la civilización.

El ánimo ciudadano y la iniciativa política alineada detrás a la plataforma de la MUD lo que están intentando es crear las condiciones para regalarles a los venezolanos la oportunidad de crear un nuevo marco para la convivencia y el desarrollo. Otras naciones latinoamericanas, como Brasil, ya lo están logrando.

Un desarrollo que haga posible superar este entorno parapléjico y esquizoide, en el cual los adversarios son invitados a dialogar y al mismo tiempo tratados de golpistas y se invita a los empresarios a invertir mientras se les confiscan sus empresas. Normalizar la vida nacional en un ambiente de confianza mutua.

Esa promesa básica que en algún momento pensamos que podría hacerse realidad bajo la democracia. Contexto que, por supuesto, tiene que incluir necesariamente a las fuerzas del chavismo.
El "no volverán" también oculta lo evidente: que el 90 por ciento de los actores políticos y sociales que en este tiempo pertenecen a ese espacio que, por comodidad semántica, solemos denominar "la oposición", desde la izquierda hasta la derecha, no tienen pasado.

No tuvieron la menor injerencia en la crisis terminal de la democracia y tienen un diagnóstico extremadamente crítico de los excesos de aquel período. Muchos de ellos, muchísimos, votaron por Hugo Chávez, e incluso lo acompañaron en su proyecto antes de que este decidiera botar la llave y trancar el juego, esperanzados en que su liderazgo implicara la anhelada refundación de la democracia.

Si muchos de ellos, y acá me incluyo, no son chavistas, es porque interpretan que, mientras el chavismo sigue intentando vivir de la renta de los pecados de la denominada IV república, lleva adelante, al mismo tiempo, un régimen político que colecciona los mismos defectos de los gobiernos anteriores y muy pocas de sus virtudes.

Lo único que hay que hacer para darle respaldo a lo que afirmo es pasarle revista al espíritu jaquetón y sectario de sus voceros; a su torpísima y extremadamente corrompida gestión; a falta de vergüenza para tapar sus escándalos y falencias, al talante abusador que inspira la mayoría de sus decisiones; al indignante manejo politiquero que hacen de poderes públicos como el Judicial.

Incluso, también, a la escandalosa pobreza conceptual de su liderazgo y su irremediable cursilería. No se preocupen. Es cierto, no volverán. Algún día tendremos un país civilizado y digno. Todos se irán y no volverán.