martes, 30 de abril de 2013

Por mal camino

Por: Xabier Coscojuela

Nicolás Maduro va mal. Comenzó su presidencia con una brutal represión y parece que decidió proseguir por ese camino. El sábado su ministro del Interior le montó una trampa, una emboscada, al general retirado y activista de Voluntad Popular Antonio Rivero, a quien invitó a conversar y lo metió preso. Para hoy está citada Rocío San Miguel a la Fiscalía, despacho encabezado por Luisa Ortega Díaz y que se ha hecho la vista gorda, una vez más, con las violaciones a los derechos humanos ocurridas todos estos días, como los maltratos dados a los jóvenes detenidos en Barquisimeto a quienes obligaban a gritar consignas en favor del gobierno, luego de darles una buena ración de palos.

La ratificación en su cargo del ministro de Vivienda Ricardo Molina no se puede interpretar sino como un espaldarazo a la discriminación política que se viene adelantando en diferentes entes de la administración pública. Su silencio ante las declaraciones de la Fosforito abonan en la senda represiva. Estas actuaciones contradicen lo que hace pocos días pidió Maduro a quienes no votaron por él. Dijo en cadena de radio y TV que le dieran un chance para gobernar. Solicitaba una especie de voto de confianza. La verdad que es difícil concederle tal petición a una persona que en el lapso que lleva gobernando miente con tanta recurrencia. 

Nunca dijo la verdad sobre el estado de salud de Hugo Chávez. El 14 de abril se comprometió ante el país a que se realizaría la auditoria a los votos emitidos por los ciudadanos y después se negó de plano a través de sus compañeras del CNE. Antes había negado una devaluación del bolívar y ya lleva dos. En todo caso para que reciba tal oportunidad debería comenzar por ordenarle a Tibisay y sus compinches que hagan la auditoria como es debido y despejen todas las dudas que tienen incluso muchos de los que votaron por el heredero. En caso de que la referida auditoría lo confirme como presidente, Maduro debería tomar como interlocutor a Henrique Capriles, que es el líder de la oposición y representa a la mitad del país, así no le guste al chavismo. 

 Otro paso vital que debería dar el heredero es hacer que en la Asamblea Nacional las propuestas de los diputados de la MUD sean tomadas en cuenta, pues también dichos parlamentarios representan más de la mitad del país (52%), según los votos del 2010, aunque el número de sus curules sea muy inferior a los que deberían corresponderles gracias a las triquiñuelas hechas por el ente electoral. Buscar que el Tribunal Supremo de Justicia sea un poder equilibrado y que no se emplee para perseguir a la disidencia política, lograr que la Fiscalía actúe con imparcialidad y que la Defensoría se ocupe de defender a todos los ciudadanos y no sólo a los militantes del PSUV, serían hechos concretos que abonarían en pro de un país más equilibrado, democrático y que se movería dentro de lo establecido en la Constitución. En cuanto a la economía, le sugerimos consultar con todos sectores del país y buscar los consensos necesarios para sacar al país del atolladero, situación de la que es corresponsable el propio heredero por acción y por omisión. Si Maduro quiere un chance, tiene cómo lograrlo.

Mayoría democrática


Por: JUAN PÁEZ ÁVILA

En los países civilizados la mayoría democrática marca el presente y el futuro mediato e inmediato de acuerdo a las circunstancias políticas del momento y el devenir histórico de los pueblos. Más temprano que tarde esa mayoría hará sentir el peso de sus valores y asumirá la conducción de la nación.

Las elecciones realizadas el 14 de abril revelan que los venezolanos de convicciones democráticas somos mayoría, no sólo por los militantes de la Alternativa Democrática que votamos por Henrique Capriles Radonski, sino también por el millón de chavistas que creyeron en la oferta democrática que hizo el candidato de la oposición, de reconciliar el país, de no más discriminaciones por pensar distinto y otras que expondremos a continuación, y que los llevaron a sufragar contra Nicolás Maduro, a quien no consideran su representante legítimo.

En un país dividido durante 14 años en dos bandos impulsados por la prédica del odio a través de un discurso oficial cargado de virulencia, los venezolanos democráticos de uno y otro sector social y político no habíamos podido comprender que era posible entendernos y encontrarnos para intentar crear una nación de verdaderos hermanos, conciudadanos con derechos a disentir en un clima de respeto.

Después de muerto el presidente Chávez y seleccionado Nicolás Maduro por su dedo de gran elector, sin recibir el respaldo y confirmación de la militancia del PSUV en unas elecciones primarias, un gran sector de los chavistas descubrió que Maduro les mentía desde que manipuló la fecha de convalecencia de su Comandante en Jefe y de su deceso, para tratar de sacarle beneficios personales, decidió marcar distancia, confió en la palabra de Henrique Capriles y votó por él en la búsqueda de un gobierno verdaderamente democrático para todos los venezolanos.

Después de este histórico 14 de abril, Venezuela ha encontrado un camino hacia la democracia, y aunque el CNE haya proclamado desesperadamente a Nicolás Maduro como Presidente Electo y luego también en tiempo récord la Asamblea Nacional lo haya juramentado, los venezolanos hemos entrado en una nueva y distinta etapa de nuestra historia, al derrotar el poder del Estado utilizado inconstitucionalmente para favorecer a un candidato que aunque haya sido investido como Presidente, no goza del respaldo y menos de la confianza de la población.

No es suficiente alzarse con el poder si no se disfruta de la legitimidad que genera una elección transparente, para garantizarle estabilidad, y mayor tranquilidad y bienestar, a la nación. Y en medio de una crisis económica, como la que la mayoría de los economistas pronostican para los próximos meses, sin la reconciliación y por lo tanto sin la colaboración de todos los venezolanos, el país puede entrar en un período de ingobernabilidad de consecuencias impredecibles.

De allí la importancia de haber conformado una mayoría democrática que además de una esperanza para consolidar el Estado de Derecho y de Bienestar Social, que persiguen todos los pueblos del mundo, podemos inscribirla en una pauta de posible gobierno, si mediante la impugnación de las elecciones por parte de la Alternativa Democrática, éstas se repiten parcial o totalmente.

La ruta democrática... y el "fraude"


Por: Enrique Ochoa Antich

Éste (entrecomillado cuando no es tal) suele ser el principal obstáculo de aquélla. Aquí en esta columna lo he escrito por años y debo ser coherente. Veamos.

Es claro que la ruta democrática no es sólo electoral, que no puede aprisionarse en las urnas electorales. También es ruta democrática la lucha de calle no-violenta, la protesta social, y el largo etcétera de modalidades de resistencia civil que incluyan siempre los principios de resguardo a la paz, de respeto a la opinión ajena, de la democracia como modo de vida. Pero es evidente que el voto como instrumento para la disputa por el poder político es la esencia de la ruta democrática, aquí o en cualquier lugar del planeta, ayer, mañana y siempre. Por eso debe cuidarse la credibilidad en él.

Cuando la enfermedad del radicalismo ataca al pensamiento de no importa qué proyecto político: de izquierda o de derecha; cuando se es poseído por la atrofia del esencialismo (propia, por cierto, de una izquierda ya superada en el tiempo) según el cual todos los males de una sociedad, por circunstanciales que sean, están referidos a su esencia -capitalista, socialista, comunista- y por tanto no vale la pena ninguna reforma ni lucha dentro del sistema pues lo único que vale la pena es arrancarlo de cuajo; cuando ya no se trata de plantear un programa que vaya a la raíz de los problemas sino de una retórica cuya estridencia se basta a sí misma; entonces la política se desbarranca hacia destinos inciertos generalmente puestos al margen de los procesos reales de la sociedad. Al menos eso aprendí del MAS que en 1974 produjo ese viraje ideológico y práctico que fueron las llamadas "Tesis del Nuevo Modo de Ser de la Política Socialista".

Una muletilla de ese radicalismo inútil es la apelación al mito del fraude aunque no sea real, de lo que se deriva una sub-patología: el fraudismo. Según éste, toda pequeña irregularidad es arbitrariamente extrapolada y cuestiona al conjunto del proceso. Luego, no se para en mientes, aunque con el mismo sistema electoral, con los mismos cuadernos, etc., se haya ganado muchas otras elecciones, incluso alguna en la que el propio actor que denuncia el fraude haya participado como candidato vencedor. De cualquier modo, argumenta que el fraude se produjo en la mitad de la votación no auditada... aunque ésta y la sí auditada hayan sido escogidas por azar con participación de sus propios testigos. Y no explica cómo, por ejemplo, el perpetrador del fraude no se robó la elección regional que más apetecía, ni el referendo que perdió por poco margen, ni cómo es que, pudiendo robárselas, prefirió el trabajoso sendero de cambiar los circuitos electorales pues preveía que su adversario ganaría las elecciones parlamentarias (y además permitió que se conociera un resultado que durante aquella ocasión en el voto popular le fue adverso con un 52 % en contra).

Perder unas elecciones por muy poco margen, como resultado de un paciente esfuerzo de casi una década, enfrentando el ventajismo y el abuso de poder, y por encima de los propios errores, constituye una enorme victoria política que radicales y fraudistas chotean con su discurso cuando más bien debe ser potenciado para próximas contiendas. Por eso siempre hay que temer a abrirle la botella al genio afantasmado de la abstención. Tenerlo encerrado allí es condición sine qua non para poder pedirle luego el voto a la gente. Es bueno nunca olvidarlo.

jueves, 18 de abril de 2013

Los retos del nuevo presidente


Por: Maxim Ross

Después de estos tensos días de elecciones y todavía sin tener un ganador reconfirmado, dada la solicitud de revisión de los resultados por parte de la oposición, el Presidente que se encargue del nuevo período gubernamental va a enfrentar un verdadero desafío en materia económica y política, y digo en ambas vertientes porque la una está soportada en la otra. No se trata, esta vez, de medidas económicas convencionales, como si nos encontráramos en una situación normal. Por un parte, porque el legado de compromisos que se vienen acumulando obliga a decisiones más allá de lo cotidiano y, por la otra, no pueden descartarse los escenarios que dejan las elecciones para identificar las restricciones políticas.


La realidad que está por delante



Dos grandes campos aparecen en el ambiente económico, unos, a corto plazo, determinados por la exagerada expansión de los gastos del año anterior, principalmente en el Gasto y el déficit Público y el récord en las importaciones y otros, a mediano plazo, con serias dificultades para regresar a una senda sostenible de crecimiento y baja inflación. En el medio de ambos periodos está el problema cambiario, el cual, según se maneje puede tomar un curso más incierto o regresar a una ruta predecible. El Gasto y el déficit Público crecieron en forma desproporcionada, tanto que en términos nominales como reales, si comparamos 2012 con 2011. Las importaciones llegaron a un máximo histórico de US$ 60.000 millones y, por primera vez, en el último trimestre del año pasado la cuenta corriente de balanza de pagos fue negativa, cuando este número ha sido siempre positivo en los últimos años, máxime con precios del crudo  por el orden de $ 103/b.



En el mediano plazo la situación se presenta algo más comprometida, en primer lugar porque habría que vencer las restricciones y obstáculos que frenan un crecimiento sostenido de la economía que no se soporte en el convencional "impulso fiscal", lo que ya de sí plantea un cambio cualitativo en las medidas que lo promueven y, ese crecimiento tiene que materializarse en un ambiente de baja inflación, esta vez sí de un dígito, para transmitir bienestar y empleo efectivo para los venezolanos.



En el mismo periodo de tiempo el campo de la situación externa presenta retos y desafíos mucho más exigentes, no solo por la necesidad indispensable de estabilizar el valor del bolívar y llevarlo a zonas mucho más predecibles, sino porque los saldos de balanza de pagos presentan cifras bastante fuera de control, no por los valores de las importaciones a que hicimos referencia, los cuales requieren acciones urgentes, sino porque en rentas, servicios y flujo de capitales muestran cifras dignas de un alerta temprano. Como si no fuera poco, los pagos de la República y Pdvsa por el servicio de deuda externa serán crecientes en este periodo gubernamental. Sabemos, además, que la capacidad de producción petrolera ha mermado considerablemente y que los precios internacionales no van a producir un repunte capaz de darle un salto a los ingresos externos.



¿Puntos de encuentro para las soluciones? 



Como puede notarse no estamos enfrentados a medidas convencionales y, probablemente se requiera un gran acuerdo para impedir que Venezuela termine en una ruta de empobrecimiento muy similar a la que produjo la crisis económica y política que vivimos luego de los años ochenta y que vino culminando a finales de los noventa. Que no se vuelva a repetir una situación similar depende de la capacidad de la dirigencia política para llegar a acuerdos relevantes. Como se ha hablado de diálogo y reconciliación de un lado y, del otro, de que ese diálogo es solo con el pueblo, no con las elites, todo pareciera indicar que no parece viable y represente una salida para la realidad que hemos presentado.



Sin embargo, al parecer se abre una ruta de probable entendimiento si, de verdad, el documento que aparentemente han escrito algunos asesores del actual gobierno es auténtico y sincero en su diagnóstico y sus recomendaciones. Coincide notablemente con las ideas y recomendaciones que hicieron profesionales para la MUD, con muchas de las que hemos planteado reiteradamente y con el sentido común. Quizás esta sea una vía, reconozco poco convencional, pero fructífera que podría ser ensayada para evitarle a Venezuela una crisis económica y política de grandes proporciones.
En ese sentido las coincidencias.

sábado, 13 de abril de 2013

Manual para deshonestos


Por: Alonso Moleiro

Escribo estas líneas en la víspera del desenlace del domingo 14 de abril. Una campaña electoral abrupta y de carácter inédito, extremadamente corta e incluso más apasionada que las registradas en el pasado reciente.

Sin bien la maqueta de simpatías e identificaciones no debe conocer modificaciones demasiado estructurales en el trazo grueso ­dos fuerzas políticas que copan completamente la escena nacional, y que han invadido los espacios domésticos con sus valores emocionales y postulados­, es obvio que la ausencia de Hugo Chávez está produciendo algunos desequilibrios, todavía no demasiado perceptibles, en la vida cotidiana de los venezolanos.

El chavismo mantuvo el espíritu de cuerpo y honró la última disposición de su líder, acompañando la candidatura de un trastabillante y controvertido Nicolás Maduro.

Un dirigente que ha desarrollado técnicas para maniobrar y desplazarse en la política como parte del alto gobierno, en calidad de funcionario público, como ha quedado dicho en otra parte por quien suscribe, pero que tiene objetivas debilidades como figura nacional al momento de convocar simpatías en unas elecciones. Muchísimo más en unas elecciones de este tenor.

Queda claro que Maduro fue el sucesor escogido y que la militancia del gobierno identificó en su figura los elementos unificadores que necesitaba en el espacio emocional dejado por el desaparecido Chávez.

La debilidad de su oratoria y su discutible carisma, junto al apreciable abismo que podemos constatar cuando establecemos la comparación con su predecesor, lo único que nos indican es que la brevedad de esta campaña hizo mucho para ayudarlo.

De haber tenido un margen mayor de exposición, con bastante probabilidad el capital político del oficialismo se habría desmigajado con alarmante rapidez. El nerviosismo exhibido por la alta dirigencia del PSUV en los últimos días, expresado en truculentas denuncias que se contradicen unas a otras, así lo delata.

En la otra acera, Henrique Capriles Radonski comandó a una Mesa de la Unidad con un aparato bastante más modesto y una militancia con una fidelidad algo más condicionada que la de sus adversarios.

Fue un acierto de Capriles endurecer el tono de su mensaje y descorrer ante los venezolanos la terrible realidad cotidiana que padecemos, olvidándose por esta ocasión de complacer los oídos del presuntamente existente "chavismo blando".

Capriles conoció un enorme crecimiento como líder político, y, más allá del resultado, condujo una campaña electoral totalmente acertada en términos conceptuales y estratégicos.Queda en la audiencia la sensación de que se desarrolló una contienda en la cual abundaron las acusaciones menudas y los insultos sin contenido. Expresión inequívoca de la decadencia nacional, un proceso lento pero sostenido que ha vivido la nación en los últimos 20 años.

La terrible debilidad institucional vigente en el país me permite hacer un hincapié esencial para apuntar lo fundamental de esta nota: el enorme desbalance existente en materia de condiciones y oportunidades; la forja de un sistema de decisiones políticas destinadas a favorecer al status y al gobierno; el cuadro estructuralmente desequilibrado que se registra en la opinión pública; la reiterada secuencia de violaciones a la normativa legal que favoreció a una de las dos tendencias en un contexto de completa impunidad.

En fin, me refiero a las reiteradas declaraciones, en clave de amenazas, violatorias a la Constitución Nacional, hechas por el ministro de la Defensa a favor del partido de gobierno.

La grotesca e ilegal intromisión de la Fuerza Armada en la política cotidiana, herencia directa de un hábito que le impuso a la nación el propio Chávez, que contradice el espíritu constitutivo de la institución castrense.

El empleo ventajista que hizo el PSUV de todos los bienes del Estado, con el objeto de favorecer a su causa. La consolidación del peculado de uso, la administración inescrupulosa y corrompida de los bienes nacionales a favor de una parcialidad política, la superposición de los objetivos del gobierno con los del Estado como expresión de uno de los rasgos más visibles del subdesarrollo y el retroceso que experimentamos como sociedad. Especialmente patente en el comportamiento de medios estatales, como Venezolana de Televisión.

La escasez de modales y de vergüenza de las instituciones públicas para presionar a sus empleados; la ofensiva lenidad complaciente, que, al respecto, se observa en instituciones como el Ministerio Público.

La consolidación de un ambiente político en el cual ha sido posible que la disidencia haya sido amenazada, agredida con insultos de diverso calibre; vilipendiada con cualquier licencia, coaccionada de forma por demás cobarde, en medio de un silencio deshonesto e indignante, que incluye, también, al Consejo Nacional Electoral, en episodios como el que tuvo que vivir Norkys Batista breves días atrás.
Coloco estos apuntes sobre la mesa, nuevamente, sin conocer todavía el desenlace electoral, como quien manda un mensaje dentro de una botella. Nuevos tiempos se irán aproximando; más allá de los titulares y la lectura gruesa, generaciones futuras de venezolanos curiosos tendrán que pergeñar material de prensa y artículos como este para poder comprender lo vivido en este complejísimo tiempo histórico. Esta ha sido la era del fanatismo, la impostura y la ausencia de escrúpulos.

Quienes, invocando al pueblo, hoy piensan que se saldrán con la suya con zancadillas seudo legales, silencios espesos y agresiones judiciales, quienes son capaces de cualquier cosa para no soltar el poder político, serán finalmente juzgados como lo que son por las siguientes generaciones de ciudadanos.

El voto castigo

Por: AMÉRICO MARTÍN

Cada vez que me tropiezo con una elección, sea cual fuere el país considerado, veo brotar la ratio del voto castigo. Doy fe de que no siempre funciona pero también de que a veces lo hace. Comentaré a continuación una de esas veces, una sola, que para mayor comodidad del lector se refiere a nuestro atormentado país.


Aunque el título pudiera dar a pensar que en las líneas subsiguientes cometeré el error de infringir la normativa electoral, mis lectores descubrirán ­apenas pasen la vista por ellas­ que no hay tal. No hago propaganda electoral y ni siquiera menciono a los candidatos que se enfrentan este domingo 14 de abril. Suerte para ambos.

Cada vez que me tropiezo con una elección, sea cual fuere el país considerado, veo brotar la ratio del voto castigo. Doy fe de que no siempre funciona pero también de que a veces lo hace. Comentaré a continuación una de esas veces, una sola, que para mayor comodidad del lector se refiere a nuestro atormentado país.

¿Recuerdan el histórico Viernes Negro que estremeció al gobierno copeyano de Herrera Campins? Creo que una radiografía de los sucesos de ese día puede darnos la pauta para comprender cuándo y cómo opera el llamado voto castigo.

Los cuatro jinetes del apocalipsis eran la presión de los acreedores, el déficit fiscal, la caída del precio del petróleo y una precipitada fuga de divisas. Asediado por esas furias, el gobierno decidió devaluar el bolívar. El Viernes Negro, fue eso: una dolorosa devaluación, no dos, apenas una.

Nuestro bolívar pasó de 4,30 por dólar a entre 12 y 15. La gente sintió el golpe en la boca del estómago. No entendía el lenguaje de los técnicos pero sabía harto bien lo que significaba la pérdida de capacidad adquisitiva de su salario.

Porque así son las devaluaciones. Al principio, su nombre no está al alcance del hombre de la calle, pero sus efectos sí que lo están, y suelen ser demoledores.

El problema fue también la época: 18 de febrero de 1983, último año del período constitucional. Era evidente que el malestar mostraría su rostro en las elecciones. Si tú me tocas el bolsillo yo te castigo con el voto. Hasta el más inocente pudo anticipar la caída de Copei y la subsecuente victoria de AD. Jaime Lusinchi le sacó más de veinte por ciento a Rafael Caldera.

El presidente Herrera impuso un control de cambios (Régimen de Cambio Diferencial mejor conocido con las siglas de Recadi) para que las reservas en dólares no huyeran en estampida al extranjero. Como ocurre siempre, la corrupción estalló en toda su podredumbre y se proyectó al gobierno que estaba por nacer.

Se identifica RECADI con Lusinchi porque aunque lo decretó el régimen anterior, cubrió todo su período. También se le recuerda como manadero de corrupción y de grotesca impunidad.

Puede decirse que el viernes negro le cambió la faz al país. El desengaño social, las protestas continuas, el profundo desajuste de la economía y la caída del tradicionalmente alto nivel de vida de los venezolanos hicieron pensar que la estabilidad democrática había desaparecido, dando paso a desesperadas confrontaciones sociales.

3 Para evitar su inexorable caída, Copei esgrimió el mito contra la realidad social. Postuló a su legendario líder, Rafael Caldera. Venía de un primer gobierno engalanado por el éxito de su audaz política de pacificación. Pero esa arma no sería suficiente para que el hombre fuera reelegido.

La pacificación contó con la seriedad de los presos políticos beneficiados. Para Caldera fue un riesgo calculado. Sabía cómo pensábamos porque nuestras discusiones eran públicas y por eso comprendía que puestos en libertad no correríamos a empuñar las armas sino a construir nexos legales con la sociedad.

Claro, nunca segundas partes fueron buenas y por eso cuando más tarde en un nuevo gobierno repitió esa política, pasó por alto las turbulencias emocionales e ideológicas de los nuevos pacificados. Pero esa historia me aleja del tema.

El prestigio de aquella pacificación adornó a Caldera. Sería ese su principal aval para emprender la nueva aventura electoral. La misión del fundador del partido era remontar la cima desde la que había se desplomado el gobierno copeyano como consecuencia del Viernes Negro. La devaluación aplicada por Herrera no podía ser olvidada porque el pueblo la estaba sintiendo en la carne.

Para engañar al fatal voto castigo quedaba el peso del viejo líder. El desnivel entre el candidato oficial y el retador parecía muy pronunciado. Caldera era una personalidad mundial, un ilustre profesor y jurista laboral. En fin: uno de los padres de la democracia. En tanto que Lusinchi era un hombre de lo más corriente.

Caldera trató de hacer valer sus credenciales intelectuales en un debate público, que Lusinchi eludió mientras le fue posible.

Presencié aquel debate en un restaurant de Las Mercedes. Observé el talante de los rivales antes de que se iniciara el programa. Caldera, tranquilo, seguro; Lusinchi, algo desconcertado. Nadie esperaba un resultado distinto a la victoria del intelectual pero por eso mismo se pensó que las posiciones electorales no se alterarían sensiblemente.

El problema es que el contrapunteo no premió al favorito y no por la solidez o no de los argumentos presentados ­en ese sentido Caldera me pareció superior­ sino por lo que el país "percibió". Muchos vieron ganar a Lusinchi, otros se pronunciaron por un empate, que fue equivalente a una victoria, por tratarse del candidato en principio menos fuerte.

Si un triunfo de Caldera no hubiera cambiado sensiblemente las inclinaciones electorales, una derrota o algo parecido tuvo el efecto contrario: el modesto Lusinchi le sacó más de 22% de ventaja a su célebre contendor La arquitectura del voto castigo comenzó a construirse con una devaluación y terminó con el cambio del gobierno. Que la historia lo registre, Señor.

martes, 9 de abril de 2013

El gobierno va a perder


Por: Teodoro Petkoff

En el mundo opositor se respiran aires de triunfo. Las dos recientes actividades de Capriles: la marcha nocturna de hace una semana y luego el descomunal mitin de la avenida Bolívar y sus adyacencias, el domingo pasado, constituyen testimonio elocuente de ese talante de vencedores. No porque hayan sido grandes manifestaciones; en Caracas estamos cansados de ver los llenos de la avenida Bolívar, sino por el espíritu que animaba a la enorme multitud. El de la confianza en la victoria.

En las dos grandes fuerzas que dividen a la nación se están produciendo procesos de opuesta significación. En el chavismo es inocultable el impacto que ha producido la ausencia del líder. Chávez no construyó un verdadero partido sino una máquina electoral, carente del cemento de ideas que dan consistencia a una organización política, de allí que carezca de un equipo de dirección capaz de proporcionar una orientación al país. Ausente el líder taumatúrgico sus herederos lucen completamente incapaces de calzar sus botas. Nicolás Maduro, el más sobresaliente y candidato ahora a la presidencia, no posee ningún rasgo o atributo personal que le proporcione una personalidad propia.

Es más bien opaco. De allí su agónico empeño en aferrarse a la imagen del líder fallecido. Sin ella Maduro se siente desamparado. Pero esto no sería tan grave de no ser porque el desamparo también arropa a una parte considerable del vasto mundo del chavismo popular. Demasiada gente no ve en Nicolás Maduro al sucesor, a lo sumo lo consideran un “peor es nada”.

En cambio, en el lado opositor no sólo se reafirma la candidatura de Henrique Capriles, que ha ido adquiriendo un vigor y una envergadura crecientes, parejas con el incremento de su capacidad de convocatoria. Más que un candidato, Capriles tiene hoy la estatura de un líder real para la oposición. Su posibilidad de victoria no es hoy una ilusión sino una verdadera certidumbre. Capriles no sólo debe ganar sino que puede ganar.

Desde luego, se enfrenta a la máquina inmensa y poderosa del Estado, cuyos recursos están siendo utilizados inescrupulosa y obscenamente por el candidato oficialista. Pero no es la primera vez que en este país es derrotado el ventajismo oficial. Esta vez, además, ese ventajismo cuenta con el handicap de la pésima gestión de los cien días de Maduro. En tres meses su gobierno ha clavado dos devaluaciones del bolívar, con la inevitable consecuencia de que todos los presupuestos familiares han resultado afectados por la pérdida de valor de la moneda nacional. Naturalmente, son los más pobres quienes padecen las peores consecuencias de la depreciación del bolívar.

Esta carga cae pesadamente sobre los hombros del candidato oficialista. Vamos a ver qué le aconseja el pajarito para hacer frente a esa chupa que le ha caído encima. Por cierto, también como herencia, porque para ser justos con Maduro, esa devaluación la diseñó y montó Hugo Chávez, a Maduro le ha tocado recoger los vidrios rotos. El gobierno va a perder, pero no gratuitamente. Ese ánimo que se vio el domingo en la avenida Bolívar se tiene que repetir el próximo domingo.

viernes, 5 de abril de 2013

En el ojo del huracán


Por: AGLAYA KINZBRUNER

No nos interesa en este momento evaluar la gestión de Chávez, ni la de Maduro tampoco. En cuanto a este último Gustavo Coronel escribió un excelente artículo el 27/3/13, llamado "La aterradora ignorancia de Nicolás sobre petróleo y apóstoles".

Lo que nos parece relevante es cómo ambos son percibidos por la gran masa popular y posibles semejanzas y contrastes.

Chávez encarna el mito de la Cenicienta. El muchacho pobre venido de abajo que se encumbró, llegó a ser Presidente, usó relojes caros, dicen que tenía desde la colección completa de Bulgari hasta un Patek Philippe, cada año aumentó lo que gastaba en higiene personal, baños y perfumes, ropa y viajes. Y con todo eso, jamás olvidó a su pueblo, por lo menos si de nombrarlo se trata.

Tampoco olvidó jamás a Hamás (¡oh! ¡la disonancia!), Hezbollah, Ahmadineyad, los Castro, Lukashenko, Al Bashir, Bashar al Assad, en fin, la créme de la créme.

Pero, como dijimos antes, no se trata de juzgarlo sino de establecer ciertos parámetros sobre la diferencia de percepción de parte del pueblo entre él y Nicolás.

Este último, al igual que Chávez, viene de un hogar humilde pero si uno se toma la molestia de indagar, de preguntar por ahí a ver qué piensan los demás obtendrá la siguiente percepción. "Es el muchacho que corre detrás de la ambulancia".

No hay elemento visual más claro que ese. A este respecto hay varias frases que se han vuelto populares. Una es de Capriles: Nicolás, no te vistas que no vas, y otra: Nicolás el Breve. Una duda terrible nos corroe.

¿Será que piensan aplicarle a Nicolás el famoso Método Chaz? Ciertamente que, en caso de ganar las elecciones, con este CNE tan injusto todo es posible, nadie parece pensar que Maduro se pueda eternizar en el cargo como su predecesor.

Maduro no dura, dicen. Vox populi vox dei. Desde que él lleva esta parodia de gobierno, hemos tenido dos devaluaciones, los presos políticos siguen presos y los periodistas, escritores, columnistas y caricaturistas han sido insultados y amenazados de muerte. No hemos observado la más mínima amplitud o finesse en su trato.

En cuanto a finesse y ya que los jesuitas están de moda, queremos contar la siguiente anécdota: un franciscano y un jesuita, grandes fumadores ambos, se cansaban de tanto rezar sin siquiera probar un cigarrillo. Deciden pedir el permiso correspondiente.

"¿Puedo fumar un cigarrillo mientras rezo?", le preguntó el franciscano a su superior.
"Claro que no", contestó éste indignado. Se reunió el franciscano con el jesuita y le contó su descalabro.
"Pues yo sí conseguí el permiso", contestó éste fresco como una lechuga.
"¿Y tú que preguntaste".
Satisfecho el jesuita contestó: "¿Puedo rezar mientras fumo? Y enseguida me dijeron que sí".