lunes, 15 de febrero de 2016

Un gobierno eficaz

Edinson Martínez
@emartz1

Vivimos en un país que se mueve en cámara lenta. Todos o la mayor parte de los servicios públicos y dependencias gubernamentales, de cualquier género y nivel  del territorio nacional, se mueven a un ritmo que no corresponde a las exigencias de las personas.  Desde el trámite más insignificante hasta cualquier otro de mayor exigencia -que en cualquier lugar del mundo más o menos organizado, se limita a unas cuantas horas de espera-, aquí podría convertirse en días y hasta semanas de tortuosas diligencias, con sus respectivas cargas onerosas sobre los interesados.  Nuestros gobiernos son malos, son escasos y precarios para atender las complejidades de una sociedad que cada día demanda mejor atención. Reconocerlo es la primera  condición de una buena gerencia pública. Necesitamos buenos gobiernos, en general para todo, pero básicamente,  para acortar la distancia entre la toma de decisiones  y los resultados; también, para disminuir la brecha entre las expectativas colectivas y la satisfacción de ellas.

Ahora bien, ¿qué es un buen gobierno?  No es difícil responderse, es además, demasiado sencillo como complicado conseguirlo. Un buen gobierno es un gobierno eficaz. Y ser eficaz es conseguir resultados en tiempo oportuno para satisfacer las necesidades de las personas. Habría que agregar, adicionalmente,  que dichos resultados deben guardar una correspondencia racional con el empleo de los recursos requeridos para tales fines. Entonces, un gobierno eficaz consigue resultados en tiempo oportuno con el uso racional de los recursos de que dispone.


Muy bien, antes dijimos que es muy fácil responder qué es un buen gobierno,  la situación se complica al intentar lograrlo. En efecto, no es fácil en nuestros países, y en general, en cualquier lugar del mundo, probablemente la tarea para nosotros sea mayor por ese largo historial de populismo que pareciera estar en nuestra genética.  Pero, volvamos, ¿si es tan sencillo por qué no somos eficaces? Seria larguísima la lista de posibles causas, todas validas sin duda alguna, pero vamos a limitarnos a unas pocas que creo corren con el mayor peso en el tema. Comencemos por algunas de ellas. 
  
El peso de la burocracia y trámites gubernamentales.  Es evidente que una simplificación de ellos contribuiría de modo directo en la calidad de la gestión.  Las personas cuando acuden a una  entidad pública aspiran soluciones, no desean complicaciones adicionales a las que ya significan las razones que le han movido hasta la dependencia  gubernamental.  El tiempo perdido tiene costos financieros para ellas, y también, para los entes oficiales. Sin menoscabo, de los costos políticos que eventualmente pueden ocasionarle a la gestión.

La ausencia de  tecnologías de información y una adecuada plataforma electrónica. No es raro encontrar en cualquier dependencia pública computadoras precarias, sin conexiones en red y en muy mal estado de operatividad. Una razonable  plataforma electrónica mejora la calidad de las prestaciones públicas  y simplifica la burocracia. Disminuye los costos operativos y abona el camino a la sostenibilidad fiscal de los servicios públicos.

Un manejo deficiente de las estadísticas. Un gobierno eficiente se orienta por las estadísticas, ellas son fuentes de información fundamental para la toma de decisiones. Las estadísticas nos muestran los resultados y la calidad de la gestión. La evidencia estadística es la base para la evaluación gubernamental. Cualquier decisión que las soslaye corre el riesgo de generar nuevas situaciones de impredecibles consecuencias para la calidad de la gestión.

Gobiernos cerrados, poco transparentes y personalistas. Un gobierno transparente es el mejor antídoto contra la corrupción. En el país tal vez no haya ni una sola excepción en que un jefe de gobierno asuma sus deberes más allá de su impronta personal. Todos quieren ver su cara y nombre reflejados en las más  nimias de sus acciones gubernamentales. Este modelo se repite en los espacios de poder que subalternamente se ubican debajo del gobernante.  Centralizan la gestión a través de las tomas de decisiones, y en función de ello, como efecto cascada, cada cual reproduce el modelo personalista y centralizador. Las consecuencias son esas largas horas de espera que afectan  a los ciudadanos que acuden todos los días a estas instancias.
La  calidad del recurso humano público. Seguro existen honorables excepciones en todo el país,  pero en general, el capital humano de nuestros entes oficiales es de una pésima formación profesional. No abundemos en las causas porque este seria tema de otro análisis.

¿Será posible tener gobiernos eficaces en Venezuela? Probablemente sí ¿Cuándo? Permítanme hacer una concesión religiosa de alguien que no lo es. Solo Dios lo sabe.