Dicho
en voz baja y escrito en calma
Edinson Martínez
emartz1@gmail.com
Estimados jóvenes:
Antes que nada mi
saludo cordial y afectuoso para todos, muy especialmente para aquellos que
conozco y con los cuales he compartido
en diversas causas. Comencé a escribir estas reflexiones desde muy temprano al siguiente
día del paro cívico, luego de ver y conocer sus
resultados en términos promedios en todo el país. Desde entonces, hasta
hoy 23 de julio, a cada rato he ido
agregando algunas líneas. La verdad no
ha sido fácil, mejor sería decir, que algo complicado ordenar las ideas que, desde hace tiempo, me rondan por la cabeza, de modo que es un
intento tal vez algo inconexo de pensamientos, toca a ustedes ordenarlos y
evaluarlos conforme crean acertado. Veamos, entonces, estas ideas:
1.- Siento que desde hace mucho tiempo los deseos por salir del gobierno, nos han impulsado a actuar de una forma emocional, hormonal, antes que con la razón o el raciocinio que, de
forma serena, metódica y planificada, debe privar para proceder ante un
adversario político como el que tenemos, queda la duda sí, en efecto, se trata de
adversarios o enemigos, los que están del otro lado de la acera se encuentran, porque la verdad
es que su desempeño deja poco margen para una consideración de simples
contendores políticos. En todo caso, digamos, que adversarios con muy pocos
escrúpulos para actuar.
Todos conocemos de una forma u otra los errores de proceder visceralmente en cualquier orden de la vida, de hecho, hasta una tendencia o enfoque gerencial, existe, en donde se desarrolla el tema del impacto de las emociones en el mundo gerencial, y en cualquier otra esfera de la vida. Así pues, por años, ante el desempeño, decisiones, y hasta rumores de cualquier laya -que son muchos- del gobierno, solemos actuar de manera irrefrenable, movidos por el conjunto de emociones que se activan desde nuestro interior para rechazar al contendor, incurriendo con ello, en reiterados errores que han terminado por atornillar aún más al gobierno. Eso es lo que quieren, esa, precisamente, es su política; estimular entre nosotros la respuesta reactiva sin sopesar el conjunto de escenarios probables, porque no le damos chance al análisis político con serenidad. Desde ese proceder, por ejemplo, activamos un paro indefinido en 2003, que no pudimos retirar cuando era evidente que no había logrado su objetivo político. Impulsados por una efervescencia general, decidimos no participar en las elecciones parlamentarias de 2005 para deslegitimar al régimen, creyendo ingenuamente que el gobierno caería irremediablemente; a renglón seguido, acusamos al CNE de tramposo y fraudulento, y con ello generamos en los electores –en los nuestros y nunca en los de ellos- la desconfianza en el sistema electoral, y, al final su abstención en los procesos electorales siguientes, aquellos en donde sí participamos luego de comprender el error garrafal de no haber ido a las parlamentarias. Esa aprehensión generada sobre el CNE nos acarreó la perdida de varias gobernaciones y alcaldías. Una derrota que no dudamos en achacar al sistema electoral y no a nuestros dislates. A eso debemos sumar de que sólo en muy pocos momentos hemos tenido Unidad –realmente hablando-, y sobre todo una sola política, especialmente esto último, porque de la política definida, acordada por todas las partes, se han de derivar las acciones, algo así como cuando se define la estrategia y la táctica –para hacerlo más digerible, primero nos ponemos las medias y luego los zapatos-. Allí hemos fallado casi siempre, porque mientras unos definían que la vía era pacífica y electoral –la estrategia–, lo cual suponía la acumulación de fuerzas progresiva y pacientemente, la construcción de un capital político para competir con opción de éxito; otros acariciaban la idea de una salida rápida por vía militar, o una revuelta social masiva y, hasta una hipotética intervención militar extranjera. Obviamente que de este modo habría sido un prodigio, un verdadero milagro, por decir lo menos, haber logrado sonoras y contundentes victorias. Las únicas veces donde hemos sido exitosos ha sido cuando definimos un camino en unidad y actuamos en unidad, ejemplo de ello, las elecciones presidenciales con Capriles (las dos), y las elecciones parlamentarias de 2015. Sin embargo, no hemos sido capaces de convertir los saldos electorales positivos en logros eficaces para salir del gobierno porque siempre creemos que el asunto está a la vuelta de la esquina. Despreciamos con frecuencia los logros porque no vemos los resultados de inmediato.
En política los procesos son largos, nada es más difícil que anidar una idea, un sentimiento, un propósito en el alma colectiva de los pueblos. Hay quienes teniéndolo todo –cualidades personales, buen discurso, trayectoria, prestigio y demás-, sin embargo, no han podido establecer la conexión o el feeling necesario con la gente para convertir en objetivo colectivo su propuesta, y consecuencialmente, convertirse en abanderados de un país. Nuestra historia está llena de casos así, Arturo Uslar Pietri, por ejemplo. Miguel Ángel Burelli Rivas, Luis Beltrán Prieto Figueroa, entre otros, todos venezolanos excepcionales. Comprender que no siempre el curso de los hechos políticos son las consecuencias de nuestros deseos es una idea básica para cualquier persona, tanto más sí se trata de un activista político. También nuestra historia latinoamericana está llena de casos así. En la década de los años 60 y parte de los 70 del siglo pasado, varias generaciones de jóvenes se enrolaron en movimientos guerrilleros para subvertir el orden establecido en cada país –así se decía entonces-, eran jóvenes ilustrados en su mayoría, de clase media, universitarios, y docentes muchos de ellos. El mundo en que vivíamos era muy diferente al actual, la primera diferencia era que el mundo pendulaba entre dos opciones polarizantes. El capitalismo y el socialismo. El planeta, cual tablero estratégico, estaba repartido entre la URSS y Estados Unidos. Eran los llamados tiempos de la Guerra fría. Allí surgió la revolución cubana, y de ella una de las figuras más conocidas en el mundo, quizá la primera y más importante figura globalizante que haya conocido la historia de nuestro tiempo después de Jesucristo: El Che. No ha habido protesta o rebelión en todo el planeta que no haya exhibido un afiche o poster con aquella foto que por virtud del azar tomara en La Habana Alberto Korda en 1960. Guerrillas surgieron entonces en Colombia, Venezuela, Bolivia, Uruguay, Argentina, Brasil y toda Centroamérica. ¿Cuántas llegaron al poder? Ninguna, sólo en Nicaragua por sus muy particulares condiciones mucho, pero mucho tiempo después. El resto fue un sonoro fracaso. Desde aquellos días, y como consecuencia de todos estos movimientos, surgió un enfoque político que se ha conocido como el Foquismo o Voluntarismo; una manera de ver la política según la cual es posible llegar al poder a partir de la voluntad de una vanguardia esclarecida, estratégicamente ubicada en puntos focales de una región. La más emblemática de las derrotas las sufrió su propio mentor; el Che Guevara, costándole la vida en Ñancauazú, Bolivia. todos estos movimientos, teniéndolo todo para lograr la victoria política, y probablemente hasta la militar, no pudieron lograrlo porque sencillamente no tenía ningún asidero en el alma colectiva de los pueblos.
Todos conocemos de una forma u otra los errores de proceder visceralmente en cualquier orden de la vida, de hecho, hasta una tendencia o enfoque gerencial, existe, en donde se desarrolla el tema del impacto de las emociones en el mundo gerencial, y en cualquier otra esfera de la vida. Así pues, por años, ante el desempeño, decisiones, y hasta rumores de cualquier laya -que son muchos- del gobierno, solemos actuar de manera irrefrenable, movidos por el conjunto de emociones que se activan desde nuestro interior para rechazar al contendor, incurriendo con ello, en reiterados errores que han terminado por atornillar aún más al gobierno. Eso es lo que quieren, esa, precisamente, es su política; estimular entre nosotros la respuesta reactiva sin sopesar el conjunto de escenarios probables, porque no le damos chance al análisis político con serenidad. Desde ese proceder, por ejemplo, activamos un paro indefinido en 2003, que no pudimos retirar cuando era evidente que no había logrado su objetivo político. Impulsados por una efervescencia general, decidimos no participar en las elecciones parlamentarias de 2005 para deslegitimar al régimen, creyendo ingenuamente que el gobierno caería irremediablemente; a renglón seguido, acusamos al CNE de tramposo y fraudulento, y con ello generamos en los electores –en los nuestros y nunca en los de ellos- la desconfianza en el sistema electoral, y, al final su abstención en los procesos electorales siguientes, aquellos en donde sí participamos luego de comprender el error garrafal de no haber ido a las parlamentarias. Esa aprehensión generada sobre el CNE nos acarreó la perdida de varias gobernaciones y alcaldías. Una derrota que no dudamos en achacar al sistema electoral y no a nuestros dislates. A eso debemos sumar de que sólo en muy pocos momentos hemos tenido Unidad –realmente hablando-, y sobre todo una sola política, especialmente esto último, porque de la política definida, acordada por todas las partes, se han de derivar las acciones, algo así como cuando se define la estrategia y la táctica –para hacerlo más digerible, primero nos ponemos las medias y luego los zapatos-. Allí hemos fallado casi siempre, porque mientras unos definían que la vía era pacífica y electoral –la estrategia–, lo cual suponía la acumulación de fuerzas progresiva y pacientemente, la construcción de un capital político para competir con opción de éxito; otros acariciaban la idea de una salida rápida por vía militar, o una revuelta social masiva y, hasta una hipotética intervención militar extranjera. Obviamente que de este modo habría sido un prodigio, un verdadero milagro, por decir lo menos, haber logrado sonoras y contundentes victorias. Las únicas veces donde hemos sido exitosos ha sido cuando definimos un camino en unidad y actuamos en unidad, ejemplo de ello, las elecciones presidenciales con Capriles (las dos), y las elecciones parlamentarias de 2015. Sin embargo, no hemos sido capaces de convertir los saldos electorales positivos en logros eficaces para salir del gobierno porque siempre creemos que el asunto está a la vuelta de la esquina. Despreciamos con frecuencia los logros porque no vemos los resultados de inmediato.
En política los procesos son largos, nada es más difícil que anidar una idea, un sentimiento, un propósito en el alma colectiva de los pueblos. Hay quienes teniéndolo todo –cualidades personales, buen discurso, trayectoria, prestigio y demás-, sin embargo, no han podido establecer la conexión o el feeling necesario con la gente para convertir en objetivo colectivo su propuesta, y consecuencialmente, convertirse en abanderados de un país. Nuestra historia está llena de casos así, Arturo Uslar Pietri, por ejemplo. Miguel Ángel Burelli Rivas, Luis Beltrán Prieto Figueroa, entre otros, todos venezolanos excepcionales. Comprender que no siempre el curso de los hechos políticos son las consecuencias de nuestros deseos es una idea básica para cualquier persona, tanto más sí se trata de un activista político. También nuestra historia latinoamericana está llena de casos así. En la década de los años 60 y parte de los 70 del siglo pasado, varias generaciones de jóvenes se enrolaron en movimientos guerrilleros para subvertir el orden establecido en cada país –así se decía entonces-, eran jóvenes ilustrados en su mayoría, de clase media, universitarios, y docentes muchos de ellos. El mundo en que vivíamos era muy diferente al actual, la primera diferencia era que el mundo pendulaba entre dos opciones polarizantes. El capitalismo y el socialismo. El planeta, cual tablero estratégico, estaba repartido entre la URSS y Estados Unidos. Eran los llamados tiempos de la Guerra fría. Allí surgió la revolución cubana, y de ella una de las figuras más conocidas en el mundo, quizá la primera y más importante figura globalizante que haya conocido la historia de nuestro tiempo después de Jesucristo: El Che. No ha habido protesta o rebelión en todo el planeta que no haya exhibido un afiche o poster con aquella foto que por virtud del azar tomara en La Habana Alberto Korda en 1960. Guerrillas surgieron entonces en Colombia, Venezuela, Bolivia, Uruguay, Argentina, Brasil y toda Centroamérica. ¿Cuántas llegaron al poder? Ninguna, sólo en Nicaragua por sus muy particulares condiciones mucho, pero mucho tiempo después. El resto fue un sonoro fracaso. Desde aquellos días, y como consecuencia de todos estos movimientos, surgió un enfoque político que se ha conocido como el Foquismo o Voluntarismo; una manera de ver la política según la cual es posible llegar al poder a partir de la voluntad de una vanguardia esclarecida, estratégicamente ubicada en puntos focales de una región. La más emblemática de las derrotas las sufrió su propio mentor; el Che Guevara, costándole la vida en Ñancauazú, Bolivia. todos estos movimientos, teniéndolo todo para lograr la victoria política, y probablemente hasta la militar, no pudieron lograrlo porque sencillamente no tenía ningún asidero en el alma colectiva de los pueblos.
Ahora bien y, he allí
un hecho importante, el proceso que ha
vivido Venezuela ha sido muy diferente, sí voluntarista fue el Chávez de 1992,
el de 1998, fue otro. Su propuesta política prendió como el fuego en la paja; su
liderazgo se encumbró como ningún otro.
Siempre lo menospreciamos y nunca colocamos el oído en el corazón del pueblo, nos limitamos a descalificarlo y nunca a realizar una propuesta política alternativa, tanto en los momentos iniciales del gobierno, como cuando el chavismo se convirtió en la locura que hoy en día es. Así, el tiempo fue transcurriendo y nos encontró desarmados de propuesta alguna, simultáneamente, nos transformamos en activistas altamente eficaces al momento de creer los espejismos que el mismo gobierno generaba, sin desmeritar, claro está, que el chavismo ha sido un movimiento que estremeció profundamente los cimientos de nuestra sociedad. Negarlo es sencillamente necio. En resumen, tanto como víctimas de nuestro inmediatismo, de la poca comprensión del fenómeno chavista, ese que logró instalarse en el inconsciente colectivo del venezolano común, en donde conviven tantos complejos, y modos de ver la vida que van desde la viveza criolla hasta el oportunismo rampante que se acopla al gobierno de turno a cambio de alguna dádiva, y la ausencia de una elaboración política consistente de nuestra parte, se nos fueron consumiendo casi dos décadas del mismo gobierno.
Siempre lo menospreciamos y nunca colocamos el oído en el corazón del pueblo, nos limitamos a descalificarlo y nunca a realizar una propuesta política alternativa, tanto en los momentos iniciales del gobierno, como cuando el chavismo se convirtió en la locura que hoy en día es. Así, el tiempo fue transcurriendo y nos encontró desarmados de propuesta alguna, simultáneamente, nos transformamos en activistas altamente eficaces al momento de creer los espejismos que el mismo gobierno generaba, sin desmeritar, claro está, que el chavismo ha sido un movimiento que estremeció profundamente los cimientos de nuestra sociedad. Negarlo es sencillamente necio. En resumen, tanto como víctimas de nuestro inmediatismo, de la poca comprensión del fenómeno chavista, ese que logró instalarse en el inconsciente colectivo del venezolano común, en donde conviven tantos complejos, y modos de ver la vida que van desde la viveza criolla hasta el oportunismo rampante que se acopla al gobierno de turno a cambio de alguna dádiva, y la ausencia de una elaboración política consistente de nuestra parte, se nos fueron consumiendo casi dos décadas del mismo gobierno.
2.- Ahora bien, digo el espejismo del cual
hemos sido víctima, porque hemos aceptado todas o casi todas las tonterías que el gobierno puso en nuestras cabezas. Por años el difunto presidente nos
fijaba la agenda política todas las semanas, nuestro tema de conversación y
dedicación eran en esencia responderle al presidente las cosas que se le
ocurrían en su recordado programa Aló
Presidente. Nunca antes presidente alguno había logrado ponernos tan pendientes de
sus alocuciones. Reaccionábamos casi de modo automático a cada idea, a veces
disparatada, cuyo fin no era otro que mantenernos ocupados en sus espejismos. He
allí, el esquema básico acción-reacción, cual experimento de Pavlov, al que el
finado nos sometía. Así pasamos años enteros haciendo política con la agenda
gubernamental. Nos enredamos tanto en esto que cada proceso electoral nos sorprendía a muchos pensando de antemano que ya estábamos perdidos porque
nos invertirían los votos. Nos los
robarían; la maquina no los contaría, y hasta en los casos más irresponsables, como el de Pablo Medina, que luego del referendo revocatorio de 2004, llegó a
decir que tenía las pruebas del fraude
en dos Cds. (así nos lo dijo personalmente, a mí y a otro cordial amigo, mientras
comíamos par de arepas durante una visita a la ciudad). Naturalmente, con esa
matriz de opinión, no había manera de
ganar electoralmente nada. Sin embargo, ganamos algunas gobernaciones y
alcaldías, a lo que también le buscaron explicación, alegando una suerte de generosidad alevosa
del gobierno al dejarnos ganar en algunas partes. Recuerdo con mucho dolor aquella elección de
gobernadores donde perdimos el Zulia, y también otras muy emblemáticas, por la
abstención generada después de perder Capriles con Chávez. El elector opositor, en ese momento, nos abandonó, y perdimos en la raya en el Zulia. La gente prefirió vacacionar convencida de que sería inútil votar. Luego en abril de 2013 renovados los esfuerzos, competimos contra Maduro, y perdimos por poco margen, sobrevino entonces, la tortura autoimpuesta. Parte de la oposición acusó a Capriles de cobarde, vendido, traidor, alguien que no supo
defender el triunfo que nos habían robado en el CNE, eso fue en abril de 2013. Nuestro elector es políticamente muy frágil, es un creyente a veces enfermizo de cuanta
baratija le presentan. Desde las predicciones de Adriana Azis, hasta las
imágenes reflejadas en el cielo de vírgenes con toda una bisutería religiosa
que circula en redes pidiéndonos hacer absurdas y ridículas cadenas de oraciones.
Ese es nuestro elector. Pero lo es
también aquel que se emociona con fanatismo de aficionado beisbolista con
cualquier figura que diga tres o cuatro cosas que rompan la rutina, y enseguida, como quien descubre una estrella nueva en el firmamento, los medios
lo convierten en noticia nacional. Así hemos puesto a Lorenzo Mendoza de
presidente, antes a Juan Fernández de Gente del Petróleo, y por estos días,
muchos se encuentran encantados con el Oscar Pérez. Por cierto, así mismo
nos jodió Chávez en aquellos treinta segundos en televisión el 4 de febrero de 1992, a los pocos días, en plenos carnavales,
las madres llevaban a sus niños en los desfiles disfrazados de Hugo
Chávez. ¿Será eso parte de nuestra
idiosincrasia? No lo sé, pero sí puedo decirles que en este país no ha ocurrida nada distinto a lo que el
mismo pueblo ha querido.
3.-
Maduro vete ya, este es el nuevo espejismo al que nos enfrentamos ahora. Venezuela es un país curioso, hemos tenido la
fortuna de tener grandes riquezas y no obstante seguir siendo un país pobre, no ahora como muchos de ustedes podrían pensar,
lo ha sido siempre. Una vez escuché a Uslar Pietri decir que los venezolanos estábamos
convencidos de que somos un país rico. Años después, Orlando Ochoa, reconocido
colega, presentó en una charla realizada
en Maracaibo los resultados de un estudio de campo donde se consultaba a los
venezolanos sobre ese tema, es decir, cómo se ve así mismo el venezolano. La
respuesta fue: Venezuela es un país rico. Esa idea, ese concepto o valor, o como
mejor prefieran definir, está sembrado en nuestro inconsciente colectivo, en el tuétano de la venezolanidad. A
cualquier persona que ustedes aborden y le consulten sobre el tema, eso les
dirá, ¡Venezuela es un país rico! Sin embargo, la triste y amarga realidad es que Venezuela
no es un país rico, es un país pobre, es un país del tercer mundo con grandes
riquezas naturales, pero es un país pobre, que no figura, o figurado en muy poquísimas
ocasiones, entre los países con indicadores macroeconómicos apenas comparables con otros que en ciertos momentos se han denominado países en vías de desarrollo. Nunca entre los grandes
ligas del mundo.
Ahora bien, lo grave de ello no es que nos creamos un país rico, sino que por ser ricos, nos creamos que no debamos pagar por nada, debamos en su lugar disfrutar de las riquezas que Dios puso en nuestro subsuelo. Que sólo tenemos derechos y no deberes, revisen la Constitución Nacional y verán cuantos artículos hay referidos a los derechos y cuantos a los deberes. Tenemos derecho a todo porque somos afrodescendientes, o somos pueblos ancestrales, o somos pueblos de libertadores, o somos productores de petróleo, hierro, carbón, oro, o cualquier otro mito populista. ¿Qué mejor caldo de cultivo para un populista irresponsable, iluminado por la gloria de Bolívar y por el delirio de su propio ego, para conseguir que de esta manera lo siguiera la gente? Por eso tenemos casi cuarenta o más misiones sociales, aplaudidas y celebradas por quienes todo lo merecemos. Ellas van desde aquellas cual estrambóticas, hasta la última: “la chamba juvenil”, diseñada para terminar de ganar el apoyo del segmento poblacional que ahora le es más esquivo. Pero ese venezolano víctima de los espejismos, también hoy está en la calle, ahora presa del radicalismo inmediatista que supone la partida del tirano en cosa de semanas, días, u horas, según sea el grado de espejismo, alcanzable con sólo levantar unas barricadas y trancar las vías, y que es capaz de justificar destruir el país completo con tal de salir del castrocomunista. Esto me recuerda mucho aquella película, los cinéfilos entre ustedes la recordaran, donde una pareja de esposos se querellaron para divorciarse, y fueron destruyendo poco a poco la casa que habitaban hasta que colgados ambos de una gran lámpara del techo; cayeron, finalmente, y murieron agarrados a ella.
La verdad quisiera comerme las palabras, pero mucho me temo que también esta vez nos han vuelto a joder. Ya antes rechazamos cualquier forma de diálogo o negociación, un sector de la oposición le cayó a piedra a la mesa de dialogo. "Con la dictadura no se dialoga", "con el enemigo no se habla", y toda suerte de adjetivos que terminaron por acabar con el esfuerzo de El Vaticano, donde hasta el Papa resulto ser comunista, encompinchado con el comunismo internacional.
Mis amigos, el diálogo siempre es una opción, la negociación, también, eso ha sido siempre así, y lo seguirá siendo sí queremos tener mundo donde vivir. Tanto más, si no se tiene la fuerza suficiente para imponerse sobre el adversario. Varios ejemplos quiero citarles: Chile, la Concertación negoció con Pinochet los términos de la convocatoria al plebiscito de 1988, acudió la oposición –no sin antes vencer aquellos que proclamaban que todo estaba arreglado para que ganara la dictadura- y ganó, Pinochet, con todo lo despreciable que haya podido ser para ellos, se mantuvo como comandante general del ejército y senador vitalicio, aún después de ganar Patricio Aylwin las elecciones. Mandela, creo que ustedes lo saben, estuvo preso 27 años, y durante años, más de ocho, sostuvo reuniones con el gobierno del apartheid para finalmente lograr lo que ya todos conocemos. Acuerdo de paz entre el Vietnam y Estados Unidos, estuvieron casi cuatro años negociando un acuerdo de paz en París, y nunca detuvieron las acciones de guerra, tampoco nadie acusó de traidores a la misión negociadora de Vietnam. El resultado ya ustedes también lo conocen. Colombia, durante cuatro años en La Habana, el gobierno de Santos fue negociando con las FARC un acuerdo de paz que ya fue firmado, y hoy en vías de hacer lo mismo con el ELN. Si las personas nos negamos al diálogo, a la posibilidad de acordarnos en algunas cosas básicas para garantizar la vida, el mundo se acabará en poco tiempo. No quiero llegar a creer que algunos de los nuestros sean capaces de decir: ¡que se acabe entonces!
Las posibilidades del "Maduro Vete ya", son muy pocas, no hay fuerza suficiente para hacerlo posible. Nosotros mismos enterramos con el plebiscito del 16J cualquier oportunidad de llegar a un acuerdo para avanzar un poco más en la conquista del poder, que, insisto, no veo otra vía distinta a la acumulación paciente y progresiva de una importante fuerza institucional que, al final, haga posible el destierro de los gobernantes.
Ahora bien, ustedes me preguntaran por qué afirmo esto sobre el 16J. Porque los resultados a pesar de buenos, no son suficientes para generar una reacción en el adversario hacia nuestro objetivo político. No hay excusa que valga para justificar los resultados, porque el proceso fue enteramente nuestro, nos despachamos y nos dimos el vuelto, y allí están los resultados. Además, cuando hubo una pequeñísima oportunidad de hablar, creo que insinuada por el propio Maduro, enseguida la respuesta fue rotunda: No se diálogo con la dictadura. Allí terminamos de cerrar todas las puertas. Mis estimados, no sé si es lección de vida o conseja de manual de guerra, si cerramos al adversario, o enemigo, cualquier puerta de salida que habilite el menor costo posible en vida, incluso la de ellos, la reacción será elemental: estarán dispuestos a llegar hasta el final, hasta la muerte si es preciso. Como alguien me dijo a propósito de esto, si como autoridad no eres capaz de dar alguna garantía mínima al malandro, por ejemplo, que se entregue en presencia de un fiscal, de seguro te dirá: ¡ven y mátate conmigo!
Ahora bien, lo grave de ello no es que nos creamos un país rico, sino que por ser ricos, nos creamos que no debamos pagar por nada, debamos en su lugar disfrutar de las riquezas que Dios puso en nuestro subsuelo. Que sólo tenemos derechos y no deberes, revisen la Constitución Nacional y verán cuantos artículos hay referidos a los derechos y cuantos a los deberes. Tenemos derecho a todo porque somos afrodescendientes, o somos pueblos ancestrales, o somos pueblos de libertadores, o somos productores de petróleo, hierro, carbón, oro, o cualquier otro mito populista. ¿Qué mejor caldo de cultivo para un populista irresponsable, iluminado por la gloria de Bolívar y por el delirio de su propio ego, para conseguir que de esta manera lo siguiera la gente? Por eso tenemos casi cuarenta o más misiones sociales, aplaudidas y celebradas por quienes todo lo merecemos. Ellas van desde aquellas cual estrambóticas, hasta la última: “la chamba juvenil”, diseñada para terminar de ganar el apoyo del segmento poblacional que ahora le es más esquivo. Pero ese venezolano víctima de los espejismos, también hoy está en la calle, ahora presa del radicalismo inmediatista que supone la partida del tirano en cosa de semanas, días, u horas, según sea el grado de espejismo, alcanzable con sólo levantar unas barricadas y trancar las vías, y que es capaz de justificar destruir el país completo con tal de salir del castrocomunista. Esto me recuerda mucho aquella película, los cinéfilos entre ustedes la recordaran, donde una pareja de esposos se querellaron para divorciarse, y fueron destruyendo poco a poco la casa que habitaban hasta que colgados ambos de una gran lámpara del techo; cayeron, finalmente, y murieron agarrados a ella.
La verdad quisiera comerme las palabras, pero mucho me temo que también esta vez nos han vuelto a joder. Ya antes rechazamos cualquier forma de diálogo o negociación, un sector de la oposición le cayó a piedra a la mesa de dialogo. "Con la dictadura no se dialoga", "con el enemigo no se habla", y toda suerte de adjetivos que terminaron por acabar con el esfuerzo de El Vaticano, donde hasta el Papa resulto ser comunista, encompinchado con el comunismo internacional.
Mis amigos, el diálogo siempre es una opción, la negociación, también, eso ha sido siempre así, y lo seguirá siendo sí queremos tener mundo donde vivir. Tanto más, si no se tiene la fuerza suficiente para imponerse sobre el adversario. Varios ejemplos quiero citarles: Chile, la Concertación negoció con Pinochet los términos de la convocatoria al plebiscito de 1988, acudió la oposición –no sin antes vencer aquellos que proclamaban que todo estaba arreglado para que ganara la dictadura- y ganó, Pinochet, con todo lo despreciable que haya podido ser para ellos, se mantuvo como comandante general del ejército y senador vitalicio, aún después de ganar Patricio Aylwin las elecciones. Mandela, creo que ustedes lo saben, estuvo preso 27 años, y durante años, más de ocho, sostuvo reuniones con el gobierno del apartheid para finalmente lograr lo que ya todos conocemos. Acuerdo de paz entre el Vietnam y Estados Unidos, estuvieron casi cuatro años negociando un acuerdo de paz en París, y nunca detuvieron las acciones de guerra, tampoco nadie acusó de traidores a la misión negociadora de Vietnam. El resultado ya ustedes también lo conocen. Colombia, durante cuatro años en La Habana, el gobierno de Santos fue negociando con las FARC un acuerdo de paz que ya fue firmado, y hoy en vías de hacer lo mismo con el ELN. Si las personas nos negamos al diálogo, a la posibilidad de acordarnos en algunas cosas básicas para garantizar la vida, el mundo se acabará en poco tiempo. No quiero llegar a creer que algunos de los nuestros sean capaces de decir: ¡que se acabe entonces!
Las posibilidades del "Maduro Vete ya", son muy pocas, no hay fuerza suficiente para hacerlo posible. Nosotros mismos enterramos con el plebiscito del 16J cualquier oportunidad de llegar a un acuerdo para avanzar un poco más en la conquista del poder, que, insisto, no veo otra vía distinta a la acumulación paciente y progresiva de una importante fuerza institucional que, al final, haga posible el destierro de los gobernantes.
Ahora bien, ustedes me preguntaran por qué afirmo esto sobre el 16J. Porque los resultados a pesar de buenos, no son suficientes para generar una reacción en el adversario hacia nuestro objetivo político. No hay excusa que valga para justificar los resultados, porque el proceso fue enteramente nuestro, nos despachamos y nos dimos el vuelto, y allí están los resultados. Además, cuando hubo una pequeñísima oportunidad de hablar, creo que insinuada por el propio Maduro, enseguida la respuesta fue rotunda: No se diálogo con la dictadura. Allí terminamos de cerrar todas las puertas. Mis estimados, no sé si es lección de vida o conseja de manual de guerra, si cerramos al adversario, o enemigo, cualquier puerta de salida que habilite el menor costo posible en vida, incluso la de ellos, la reacción será elemental: estarán dispuestos a llegar hasta el final, hasta la muerte si es preciso. Como alguien me dijo a propósito de esto, si como autoridad no eres capaz de dar alguna garantía mínima al malandro, por ejemplo, que se entregue en presencia de un fiscal, de seguro te dirá: ¡ven y mátate conmigo!
No
valído, y menos apoyo, a quienes creen que para salir del gobierno, o régimen,
como mejor quieran definir, debemos
destruir el país, inmolar a nuestro muchachos, escudados en cartones
improvisados, atrincherados en barricadas que jamás resistirían la arremetida
de un vehículo blindado y tropa formada para la guerra. No quiero para mi país
una guerra civil que no ganaremos porque una guerra entre hermanos nunca se
gana, y, donde objetivamente hablando, no tenemos militarmente forma de ganarla. Ejemplos hay, revisen la
historia de otros pueblos e investiguen. España, por ejemplo, aún resiente los días de su
guerra civil de 1936, tras la cual se calaron a Francisco Franco hasta 1975. Quisiera
equivocarme, me comería con gusto lo que escribo, pero ya verán ustedes los
resultados de la constituyente del 30J.
No nos hagamos ilusiones, la harán y también acudirán electores. Esa es la
realidad, tampoco se acabará el mundo, y mucho menos será la última oportunidad,
saquemos eso de nuestra mente, se
volverá a empezar y se intentará otra vez, estoy seguro que mientras sea el
radicalismo infantil de la antipolítica quien guíe las acciones de la
oposición, no tendremos oportunidad de nada, salvo que sea el propio gobierno
por sus múltiples fisuras quien termine por definir el rumbo de nuestro país.
4.-
No dejemos que la geopolítica entre en juego en Venezuela, las fuerzas que hoy
mueven al mundo, igual que antes, lo hacen en acuerdo a los intereses de las
superpotencias. Un mundo dividido entre Rusia, China, Estados Unidos –aun a pesar de los esfuerzos que hace Trump para
autoiliquidar a los Estados Unidos del escenario mundial-, y la Unión Europea,
nos convierte en un simple peón del ajedrez mundial. Venezuela es actualmente
el principal deudor de China y Rusia en el subcontinente, ese dato no se cuánto
pueda pesar en las complicadas relaciones de este mundo multipolar, pero no me
cabe dudas que en cierto momento entrarán en consideración sí nuestros asuntos domésticos
se volvieran en una insufrible situación, en donde no fuera posible garantizar nada
a nadie. Resolvamos nuestros asunto dando margen a la política y no a la locura.
Finalmente, agradezco mucho el tiempo que se han tomado para leer estas reflexiones, considérense en plena libertad de expresar sus opiniones.
Finalmente, agradezco mucho el tiempo que se han tomado para leer estas reflexiones, considérense en plena libertad de expresar sus opiniones.
Un abrazo para todos,
suerte y éxito, son ustedes en otras tierras el nombre y luz de esta patria.