miércoles, 29 de febrero de 2012

El poder ante todo

Por: Oswaldo Barreto

La más breve ojeada a los medios impresos del fin de semana nos permite constatar que persiste el mismo tipo de interés que ha despertado en nosotros la enfermedad de Hugo Chávez, desde el momento mismo en que, gracias al propio presidente, su existencia ha dejado de ser rumor para convertirse en certeza.

Toda la cobertura del suceso: información, comentarios parece signada por la misma contradictoria tentación de no seguir ocupándose del asunto y de no poder dejar de hacerlo.

Estamos conscientes de que la incidencia del carácter de la dolencia y de su posible tratamiento, no sólo en la salud y actividad del presidente, sino en el acontecer completo de nuestra vida pública, ha sido suficientemente debatida como para proseguir en el debate cuando en ausencia de nuevas información, susceptible de llevarnos a una visión distinta de las cosas.

Y hacemos votos de hasta de manera explícita de guardar silencio y de esperar con cívica paciencia, mientras nos consagramos a resolver nuestros no escasos asuntos personales y a tratar de participar, de alguna manera, en los asuntos públicos.

Pero, a pesar de tan sensata y saludable postura, justamente cuando desembocamos, por cualquier razón en los asuntos públicos, en esta tan inédita campaña electoral que se avecina, por ejemplo, cuando hablamos, por ejemplo, nos topamos inevitablemente con la enfermedad de Hugo Chávez. Nos aventuramos, por enésima vez, en los pronósticos y en las fuentes que los emiten y entramos, de nuevo, en ese estado de temor e inquietud por lo desconocido que nos lleva a especular nosotros mismos sobre esta enfermedad y su posible devenir.

Y es como reacción a ese estado de ánimo que, el jueves pasado, cuando escribía Balanza de palabra, me atreví a sostener que lo que debe inquietarnos no es la enfermedad que padece el presidente, sino lo que el propio Hugo Chávez, como ser humano, piensa de su enfermedad.

El verdadero problema, en otras palabras, no es la parsimonia con que el presidente nos ha dado información sobre su enfermedad, sobre la economía del secreto que ha decidido guardar al respecto, imponiéndose como la única voz autorizada a quebrantarla. El verdadero problema en materia de información abierta, de comunicación explícita, sería más bien que el presidente, de costumbre tan extrovertido sobre su ideas, sentimientos y emociones, no ha dicho una palabra sobre lo que significa para él la enfermedad que lo ha invadido.

EL SECRETO

Pensamos que ese sería el verdadero secreto, el que nos debería llenar de temores e inquietudes, pues es lo que parece enseñarnos la historia, harto difundida en nuestra época, de lo que ha sido la relación entre el mundo del poder y el mundo de la enfermedad. Recordemos, así, que ha habido un sinnúmero de Jefes de Estado que guardaron secreto sobre la enfermedad o enfermedades que padecieron, antes, durante o después de sus períodos de gobierno.

Secreto que, a veces, quizás la mayoría de las veces, lo guardaron sin proponérselo, pues ellos mismos nunca estuvieron conscientes de padecer mal alguno. Pensemos, al respecto, en la infinidad de trastornos mentales que hoy son considerados como dolencias inhibidoras de toda forma sana de poder y que siglos atrás eran considerados como dones o poder sobrehumano. Pensemos en la epilepsia que sufrieron notables hombres de guerra o de las depresiones de monarcas, reyes

o tiranos. Pero también secretos sobre graves, gravísimas enfermedades que guardaron muy bien jefes de Estado, a pesar de que estuvieron conscientes de padecerlas antes o durante los períodos en que gobernaron. Recordemos quizás el más famoso de todos estos casos, el de J. F. Kennedy.

Enfermo grave desde la niñez y la adolescencia, hasta el punto que en más de una ocasión se le consideró desahuciado, hasta llegó a recibir los santos oleos que administran a los católicos, nada de eso, le impidió destacarse como una figura inteligente y de excepcional valor y lo impulsó a hablar públicamente de su frágil salud.

Y ya concretadas sus dolencias en una terrible enfermedad que le provocaba fuerzas de todo orden y también excesivos deseos, la enfermedad de Addison, apenas remediable, pudo desempeñarse en las tareas militares durante la Segunda Guerra Mundial con tal éxito que le fueron otorgados todos los reconocimientos como héroe, y ganó una fama de intrépido y de macho que lo acompañó hasta su tumba.

Recordemos que Kennedy, en un país donde la transparencia sobre la vida privada y el poder de investigación de los medios de comunicación son características de la vida pública, encontró colaboradores, cómplices, ayudantes, en las esferas de la sociedad civil, en los propios medios de comunicación, en la administración pública de los propios médicos, para mantener en secreto su condición de enfermo grave.

Y si hoy se sabe y se estudia tal condición de un hombre cuya celebridad y fama tiene muchos otros fundamentos, es porque a posteriori se supo que en algunas de las más graves decisiones que tomara, pudieron influir "la sustancia o combinación de sustancias con que se trataba. Por lo demás, Kennedy hacía en definitiva, en ese país de democracia avanzada bien consolidada, lo que le dictaba su conciencia.

QUÉ ES ESO PARA MÍ

Y ahora --para volver a nuestros asuntos--, en el caso de Hugo Chávez Frías, si bien él no ha dicho ni una palabra sobre lo que para él ha significado la enfermedad, es porque para Hugo Chávez, un hombre que siente con vocación de poder por encima de todo, la enfermedad no significa nada. Él vino a este mundo para gobernar y hacer en su gobierno lo que a él se le antoje. Y no habrá nada, absolutamente nada que lo aleje de ese objetivo. Primordial y primigenio de todo otro.

El poder ante todo. Y nada ha hecho Hugo Chávez para ocultar esta su condición esencial como gobernante, ni ante quienes lo han seguido y siguen, ni antes quienes lo han adversado y adversan. En conclusión, para apoyar o combatir a Chávez y sus planes de gobierno, no es pertinente vincular sus acciones, ni sus estrategias con las características de sus dolencias.

jueves, 23 de febrero de 2012

La enfermedad

Por: Teodoro Petkoff

Este diario se había abstenido hasta ahora de comentar el caso del Presidente enfermo. Una suerte de discreción y prudencia nos aconsejaba mantener ante el asunto como tema que atañe estrictamente a la privacidad del Presidente y a lo que oficialmente se informara sobre el alcance del cáncer que padece.

De igual manera felicitamos la actitud de la MUD y demás sectores de oposición, que se han cuidado de hacer de la enfermedad de Chávez un tema de la controversia política.

En verdad, el país político ha conservado una admirable compostura, limitándose a desear la pronta recuperación del primer mandatario. Pero éste ha observado una conducta exactamente opuesta, llena incluso de extravagancias, transformando el mal que lo aqueja en el centro de la vida del país.

Una cosa es ­cosa nada reprochable, por cierto­ mostrar fortaleza anímica y voluntad de vivir y otra muy distinta es dar a este empeño la dimensión de un fenómeno que intenta hacer girar la vida de la nación en torno a este, sin siquiera disimular o velar lo que a todas luces es evidente: el trasfondo electoral, el aprovechamiento de la enfermedad como palanca para apuntalar sus aspiraciones a la reelección.
Comenzando por el secretismo con el cual se ha manejado todo. Es insólito que hasta ahora no se haya producido un parte médico sobre el alcance y la naturaleza del cáncer que padece Chávez.

La tentativa del Dr. Salvador Navarrete de romper la coraza de silencio ha sido respondida por tres médicos del hospital militar que en lugar de dar un parte médico se limitaron a repetir lo que el propio Chávez dice de sí mismo: que está curado, afirmación que en su particular psicología espera sea acatada como un acto de fe.
Si él dice que está curado quién lo dude es un apátrida. Esos médicos se limitaron a proteger el secreto, a mantener la opacidad que recubre todo el caso, yendo incluso más allá, en un ejercicio de adulancia repugnante, al describir el estado físico y mental del paciente.

El secretismo no es pura paranoia sino parte de toda una operación política de gigantesca manipulación del país. El descarado uso de la enfermedad para manipular la natural compasión del ser humano hacia el que sufre.

El secreto permite cultivar la incertidumbre en torno al rol presidencial, no sólo como candidato sino como mandatario. ¿Está el Presidente en condiciones de ejercer su cargo con propiedad? Nadie lo sabe.

Él se complace en desvirtuar la razonable duda existente, apelando a conductas que, francamente hablando, ya lucen lamentables. ¿Está Chávez en condiciones de ser candidato presidencial? En este campo reina la desinformación más absoluta. No es un azar; para el presidente-candidato, es vital que así sea.

Que nadie se imagine que podría ceder la candidatura a otro de sus conmilitones. Piensa que eso sería fatal para su poder. Ese poder cada vez más frágil terminaría de derretirse si Chávez anunciara su retiro de la competencia presidencial.

Por tanto no lo hará, a menos que, de no curarse realmente (cosa esta perfectamente posible), sea físicamente imposible asumir ese reto. Pero esta ya será otra historia.
Editorial de TalCual 23/02/2012

sábado, 11 de febrero de 2012

Camino al progreso

Por: Henrique Capriles Radonsky


Nos acercamos a una fecha histórica. Se ha dicho varias veces, pero hay verdades que conviene repetir. Más aún si se trata de verdades que nos fortalecen ante la incertidumbre, verdades capaces de quitarnos el miedo y hacernos sentir fuertes. Verdades que generan confianza. Nos acercamos a una fecha histórica y cada uno de nosotros debe sentirse parte de este cambio que ahora comienza.



Tenemos la oportunidad de votar a favor de un proyecto que nos convoque. Se trata de una experiencia inédita para muchos: votar por una idea de futuro posible. Imaginar juntos un país y lograrlo ejerciendo de verdad nuestro derecho democrático a elegir. Pero depende de nosotros aprovechar esta oportunidad para el bien de una Venezuela que merece progresar. Y el primer paso de este camino hacia el Progreso es la participación.



Todos unidos



Venezuela tiene todo para salir adelante, pero nos necesita a todos unidos. Si bien los procesos electorales primarios son apenas una muestra de la participación total, esta ocasión amerita que hagamos mucho más que confiar en el criterio de los demás. El futuro que comienza mañana, 12 de febrero, empieza consultándonos a cada uno de nosotros sobre el camino que queremos que tome nuestro país. Podemos hacer historia convirtiendo nuestro derecho a votar en un deber con el país, con el Progreso, con nuestro futuro.



Estamos ante un evento político que, en lugar de exigirnos, nos convoca. El futuro debe convertirse en la primera obra que veamos construyéndose ante nuestros ojos, con nuestro aporte cívico y esperanzado, que es lo mismo que decir nuestro aporte valiente y con verdadero amor por Venezuela.



Mientras tengamos vida, hay esperanza. Mientras tengamos voluntad y ganas de comprometernos, habrá oportunidades para todos por igual. Es una empresa común, nuestra. Por eso los invito a todos a que juntos recorramos el camino del Progreso.



Esta es la hora en la que cada uno se pone los sueños en la mano y los suma con energía al país que hemos imaginado y llevamos demasiado tiempo esperando. Esta no es la hora de la izquierda ni de la derecha, sino la hora de Venezuela. Los venezolanos le confirmamos al mundo que hemos decidido ser dueños de nuestro destino y vamos firmes a construir nuestro futuro.

Primarias, un ejercicio ciudadano

Por: Alfredo Yánez Mondragón

Muchos aciertos, unos cuantos errores, toda la expectativa. En cuestión de horas Venezuela se enfrentará a una prueba de democracia, a un test de miedo, a un baremo de compromiso y responsabilidad, a un examen de conciencia.

Hemos vivido varios meses de campaña, enmarcada en la venta de productos-candidato; pero también hemos tenido la oportunidad de conocer propuestas, ideas, planteamientos. Quizá los candidatos no llenaron el proceso de contenidos; y se decantaron más por unas líneas gruesas sustentadas en la emoción; sin embargo esa característica también sirve para tomar la decisión más importante de nuestra historia en gerundio.

Mañana los venezolanos estamos comprometidos -como anfitriones y no como invitados- a votar, pero más que eso, a elegir; y muchísimo más que eso, a decidir. Se trata de una responsabilidad de un estricto carácter individual; pero a un tiempo, de una incuestionable incidencia colectiva.

Como decían las abuelas, "no son conchas de ajo". Lo que se plantea es un desafío, un reto, una ruta riesgosa; que puede transformar nuestra vida democrática, que puede reconducir nuestro estilo de vida, que puede insuflar el ánimo necesario para recuperar el orgullo de ser venezolano; no como una frase hecha; sino como un sentimiento real de convicción.

Seguramente a esta hora cada uno tomó su decisión; seguramente ya hizo su análisis y se decantó influido por la gran cantidad de mensajes recibidos, seguramente los factores externos ya hicieron su trabajo. Sin embargo; ahora; cuando la saturación de la campaña cesó; ojalá haya un espacio para la reflexión; para la revisión, paso a paso, de la decisión tomada.

El ejercicio ciudadano es mucho más que el avance ciego hacia un sitio indeterminado, con la guía de una música pegajosa por un camino de flores, que esconden las espinas venenosas. El ejercicio ciudadano exige conciencia; y eso es precisamente lo que se pone a prueba mañana.

Dios quiera que su voto de mañana por Diego Arria, por Henrique Capriles, por María Corina Machado, por Pablo Pérez o por Pablo Medina -y por cada oferta para las gobernaciones y alcaldías-, sea depositado con absoluta conciencia del presente y del futuro; Dios quiera que no medien especulaciones, ni estimaciones que vayan más allá de su propia convicción; ojalá que cada venezolano, ciudadano, mañana asuma la responsabilidad de decidir.

El ejercicio ciudadano es un derecho; y estas primarias son una oportunidad y una herramienta, más allá de los temores, para ponerlo en práctica.

domingo, 5 de febrero de 2012

La revolución de las primarias

Por: Elias Pino Iturrieta

Uno generalmente cree que protagoniza o presencia hechos históricos, si se les entiende como sucesos trascendentales cuyo desarrollo determina cambios de rumbo en la sociedad, pero no es así. Tales hechos no se dan a cada rato, forman parte de un elenco que no hace su representación a menudo sino en ocasiones estelares, cuando la sociedad ha preparado el camino para su aparición. No topa uno todos los días con los grandes jornadas de la humanidad, como si formaran parte de un negocio de detallistas, pero la referencia a ellas no remite únicamente al desarrollo de sangrientas batallas o de notables conquistas como la revolución industrial, ni a episodios como la toma de la Bastilla, sino a hechos insólitos que puede hacer la gente común con el propósito de modificar el rumbo de una determinada historia. Para llevar a cabo tales jornadas no hace falta que la gente común busque espadas y armaduras para la guerra, ni que se lance a la calle con proclamas dignas de una cruzada. Sólo es cuestión de asumir, después de una madura reflexión provocada por la carga de experiencias aleccionadoras, conductas que generalmente no forman parte de la rutina y de las que se pueden esperar transformaciones de envergadura. En ese marco se inscriben las primarias que ha convocado la oposición para escoger su candidato presidencial. Puede sonar exagerado, pero es así.

El primer rasgo que puede referirse sobre las elecciones primarias es el de su absoluta novedad. Jamás se había propuesto en Venezuela un ejercicio de republicanismo y una búsqueda amplia de democracia como el que sucederá dentro de poco. Desde la sufragios limitados de 1811 para formar la República, nunca sucedió algo semejante entre nosotros, ni siquiera en el capítulo estelar que conmovió a la colectividad a partir de 1945, o luego del entusiasmo general de 1958. Ahora no se trata de atender el llamado de un partido político, sino una convocatoria de carácter general que ningún liderazgo había realizado hasta la fecha. Tampoco se trata, por lo tanto, de ponerse a pensar en los atributos de un candidato que propone su nombre en el seno exclusivo y excluyente de una sola bandería, como sucede ahora con el trajín de los republicanos en Estados Unidos y como sucedió entre nosotros antes del triunfo de Chávez. El llamado trasciende los confines de las toldas políticas para involucrar a la sociedad toda, o a la inmensa porción de la sociedad que no está conforme con el régimen de la actualidad. Es un camino inédito en nuestra historia, un procedimiento de selección de una nominación y de agrupación de unos anhelos en torno al cual no existen antecedentes y bajo cuyo abrigo se ha aclimatado una reacción popular que tampoco cuenta con prólogo en el país.

La novedad se hace mayor cuando nos percatamos de que encuentra origen en la iniciativa de los partidos políticos, cuyos líderes se alejaron de las imposiciones que pudieron distinguirlos en el pasado para proponer un método de elección debido al cual las cosas no dependerán de sus intereses, sino de la decisión de los convocados. Reunidos en la MUD, los partidos ceden sus legítimas soberanías y sus comprensibles necesidades para que el elector los trascienda; para que, por primera vez, no mire sólo a un color ni atienda órdenes sectarias. De allí la oferta de un programa común de gobierno, proveniente de un diagnóstico de los problemas hecho por un conjunto de especialistas a quienes no se invitó a opinar por sus preferencias políticas sino por la calidad de sus saberes. Los partidos que se han involucrado en la contienda, desde luego, hicieron su selección y apoyan cada uno o asociados a un candidato en particular, pero su llamado no ha sido el determinante sino apenas la compañía de una figura que no busca respaldos banderizos sino un soporte de mayor amplitud y consistencia que le permita llegar a una primera meta. En consecuencia, las disciplinas partidistas y las posturas unilaterales han pasado a segundo plano, para que la conciencia de la ciudadanía se mueva con mayor libertad en una escena que no le es familiar, pero en la cual debuta con cordura y entusiasmo.

El experimento ha tenido sus escollos, no en balde todo él es un estreno colectivo, pero la sociedad convertida en protagonista de su destino ha dado lecciones de un republicanismo que por fin madura después de una década de gestación. El mapa político se ha transformado por la aparición de un fenómeno gregario, cuyos alcances pueden ser extraordinarios en atención a su novedad y a su intrepidez. El régimen de Chávez, pese a sus revolucionarios pregones, no se ha atrevido a fomentar una movilización social con la autonomía promovida por los partidos de la oposición, con el talante atrevido y respetuoso a la vez que distingue a la campaña de las primarias. Lo nuevo da miedo, la ciudadanía provoca pavores, señor Presidente. Hay escollos todavía, temores sin duda, como sucede con los grandes movimientos que apenas adquieren corporeidad para provocar cambios de trascendencia, pero el capítulo de las novedades aún no culmina. Dependerá de la presencia de los electores, que será masiva si sienten cómo tienen ahora la oportunidad de participar en un capítulo insólito de democracia, en un tramo desusado de republicanismo. No es habitual que el tren de la Historia se detenga en nuestras estaciones. ¿Lo dejaremos pasar?

jueves, 2 de febrero de 2012

Fidel, Rómulo y CAP

Por: Ferando Luis Egana

El viejo zorro cubano no escatima mañas para mantener contento a su aventajado pupilo venezolano. Una de sus recientes "Reflexiones de Fidel" la tituló: "La genialidad de Chávez", y no hace falta poseer ningún conocimiento en las malas artes de la política para saber por dónde iban los tiros... Directos al ego del comandante-presidente que, no faltaba más, garantiza el envío de 115 mil barriles diarios de petróleo a Cuba, entre otras onerosas modalidades de subsidio nacional, a cambio de la asesoría política del déspota más experimentado del planeta en materia de supervivencia en el poder.

En esas "Reflexiones" también se lee lo siguiente: "Líderes políticos al estilo de Rómulo Betancourt y Carlos Andrés Pérez, carecían de cualidades personales mínimas para realizar esa tarea (promover una revolución profunda)... El primero era además, excesivamente vanidoso e hipócrita".

Sí, Fidel Castro discurriendo sobre las vanidades del poder y llamando vanidoso a Rómulo Betancourt, quien se empeñó en gobernar durante cinco años, mientras que él se perpetuó por 50. Y no más de forma exclusiva sino combinado con el sumiso hermano, por una mala jugada del intestino...

Y hablando de hipocresías, vale la pena reproducir el mensaje de Fidel Castro a Carlos Andrés Pérez el 4 de febrero de 1992: "Estimado Carlos Andrés: Desde horas tempranas del día de hoy, cuando conocimos las primeras informaciones del pronunciamiento militar que se está desarrollando, nos ha embargado una profunda preocupación que comenzó a disiparse al conocer de tus comparecencias por la radio y la televisión y las noticias de que la situación comienza a estar bajo control.

En este momento amargo y crítico, recordamos con gratitud todo lo que has contribuido al desarrollo de las relaciones bilaterales entre nuestros países y tu sostenida posición de compromiso y respeto hacia Cuba.

Confío en que las dificultades sean superadas totalmente y se preserve el orden constitucional, así como tu liderazgo al frente de los destinos de la hermana República de Venezuela.

Fraternalmente, Fidel Castro Ruz"...

¿Y entonces? Betancourt y Pérez son personajes que merecen la crítica peyorativa de Fidel Castro, y encima con base en dos características supremas de la personalidad del longevo dictador: la vanidad y la hipocresía. Mientras tanto, se vale de ambas para que el señor Chávez le sirva como bombona de oxígeno al régimen de los Castro Ruz.

Fidel Castro no tiene par en las habilidades más tortuosas para el mantenimiento del poder. Todo cabe y se justifica si contribuye a prolongar el control hegemónico sobre el depauperado pueblo cubano. Por eso sus publicitadas "Reflexiones" se han venido convirtiendo en un medio para agradar al mandón venezolano, y mantenerlo en el redil que nunca le funcionó con ningún otro gobernante de Venezuela.