domingo, 5 de febrero de 2012

La revolución de las primarias

Por: Elias Pino Iturrieta

Uno generalmente cree que protagoniza o presencia hechos históricos, si se les entiende como sucesos trascendentales cuyo desarrollo determina cambios de rumbo en la sociedad, pero no es así. Tales hechos no se dan a cada rato, forman parte de un elenco que no hace su representación a menudo sino en ocasiones estelares, cuando la sociedad ha preparado el camino para su aparición. No topa uno todos los días con los grandes jornadas de la humanidad, como si formaran parte de un negocio de detallistas, pero la referencia a ellas no remite únicamente al desarrollo de sangrientas batallas o de notables conquistas como la revolución industrial, ni a episodios como la toma de la Bastilla, sino a hechos insólitos que puede hacer la gente común con el propósito de modificar el rumbo de una determinada historia. Para llevar a cabo tales jornadas no hace falta que la gente común busque espadas y armaduras para la guerra, ni que se lance a la calle con proclamas dignas de una cruzada. Sólo es cuestión de asumir, después de una madura reflexión provocada por la carga de experiencias aleccionadoras, conductas que generalmente no forman parte de la rutina y de las que se pueden esperar transformaciones de envergadura. En ese marco se inscriben las primarias que ha convocado la oposición para escoger su candidato presidencial. Puede sonar exagerado, pero es así.

El primer rasgo que puede referirse sobre las elecciones primarias es el de su absoluta novedad. Jamás se había propuesto en Venezuela un ejercicio de republicanismo y una búsqueda amplia de democracia como el que sucederá dentro de poco. Desde la sufragios limitados de 1811 para formar la República, nunca sucedió algo semejante entre nosotros, ni siquiera en el capítulo estelar que conmovió a la colectividad a partir de 1945, o luego del entusiasmo general de 1958. Ahora no se trata de atender el llamado de un partido político, sino una convocatoria de carácter general que ningún liderazgo había realizado hasta la fecha. Tampoco se trata, por lo tanto, de ponerse a pensar en los atributos de un candidato que propone su nombre en el seno exclusivo y excluyente de una sola bandería, como sucede ahora con el trajín de los republicanos en Estados Unidos y como sucedió entre nosotros antes del triunfo de Chávez. El llamado trasciende los confines de las toldas políticas para involucrar a la sociedad toda, o a la inmensa porción de la sociedad que no está conforme con el régimen de la actualidad. Es un camino inédito en nuestra historia, un procedimiento de selección de una nominación y de agrupación de unos anhelos en torno al cual no existen antecedentes y bajo cuyo abrigo se ha aclimatado una reacción popular que tampoco cuenta con prólogo en el país.

La novedad se hace mayor cuando nos percatamos de que encuentra origen en la iniciativa de los partidos políticos, cuyos líderes se alejaron de las imposiciones que pudieron distinguirlos en el pasado para proponer un método de elección debido al cual las cosas no dependerán de sus intereses, sino de la decisión de los convocados. Reunidos en la MUD, los partidos ceden sus legítimas soberanías y sus comprensibles necesidades para que el elector los trascienda; para que, por primera vez, no mire sólo a un color ni atienda órdenes sectarias. De allí la oferta de un programa común de gobierno, proveniente de un diagnóstico de los problemas hecho por un conjunto de especialistas a quienes no se invitó a opinar por sus preferencias políticas sino por la calidad de sus saberes. Los partidos que se han involucrado en la contienda, desde luego, hicieron su selección y apoyan cada uno o asociados a un candidato en particular, pero su llamado no ha sido el determinante sino apenas la compañía de una figura que no busca respaldos banderizos sino un soporte de mayor amplitud y consistencia que le permita llegar a una primera meta. En consecuencia, las disciplinas partidistas y las posturas unilaterales han pasado a segundo plano, para que la conciencia de la ciudadanía se mueva con mayor libertad en una escena que no le es familiar, pero en la cual debuta con cordura y entusiasmo.

El experimento ha tenido sus escollos, no en balde todo él es un estreno colectivo, pero la sociedad convertida en protagonista de su destino ha dado lecciones de un republicanismo que por fin madura después de una década de gestación. El mapa político se ha transformado por la aparición de un fenómeno gregario, cuyos alcances pueden ser extraordinarios en atención a su novedad y a su intrepidez. El régimen de Chávez, pese a sus revolucionarios pregones, no se ha atrevido a fomentar una movilización social con la autonomía promovida por los partidos de la oposición, con el talante atrevido y respetuoso a la vez que distingue a la campaña de las primarias. Lo nuevo da miedo, la ciudadanía provoca pavores, señor Presidente. Hay escollos todavía, temores sin duda, como sucede con los grandes movimientos que apenas adquieren corporeidad para provocar cambios de trascendencia, pero el capítulo de las novedades aún no culmina. Dependerá de la presencia de los electores, que será masiva si sienten cómo tienen ahora la oportunidad de participar en un capítulo insólito de democracia, en un tramo desusado de republicanismo. No es habitual que el tren de la Historia se detenga en nuestras estaciones. ¿Lo dejaremos pasar?

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