domingo, 1 de noviembre de 2009

El Síndrome de la Totuma

Por: Vladimiro Mújica

A veces nuestra entrega parece ser total. La incapacidad de desarrollar un lenguaje propio que nos permita comunicarnos con nuestro propio pueblo nos lleva a tratar de explicar por qué no es tan malo lo que está ocurriendo, so pena de parecer que nos estamos burlando precisamente de aquellos con quienes pretendemos comunicarnos.

La descomunal incapacidad y corrupción del gobierno venezolano hacen que todo lo que asociamos con desarrollo y progreso se vea cada vez más comprometido y amenazado.

El país que se va despejando ante nosotros es más pobre, más violento, con peor educación, más polarizado, menos solidario. Sin embargo, y aquí está la gran tragedia, una parte importante de nuestros compatriotas no lo ve así, o al menos piensa que estamos igual de mal de lo que siempre estuvimos.

El último ejemplo del desencuentro de la comunicación entre las dos Venezuelas es dramático. A la escasez de agua y electricidad responde el gobierno con una serie de razones cada cual más insólita que la otra.

El Presidente insta a los venezolanos a bañarse en tres minutos, con totuma, y a ahorrar electricidad. Ahora la culpa es de todos por nuestros malos hábitos. Los más grandes despilfarradores de nuestra historia nos piden que ahorremos en un ejercicio de burla y cinismo sin igual.

El Gran Comunicador de la Revolución crea una nueva fantasía para sus seguidores y nosotros, el otro país, nos encontramos arrinconados pensando cómo responder a la nueva charada. Parte del problema es que estamos aprendiendo el lenguaje de sentir la pobreza en la propia piel.

El desencuentro de las dos Venezuelas comenzó hace muchos años, inclusive antes de Chávez, lo que ocurre es que antes nos permitíamos ignorarlo y ahora sentimos la potencia de la manipulación del resentimiento y lo que ello significa en términos del control del poder.

No hay deshonra en la pobreza, al menos en el sentido bíblico. El hombre pobre y sabio, no apegado a los bienes materiales que envilecen al hombre rico, es una utopía grandiosa que desafortunadamente no tiene nada que ver con Venezuela.

Las bondades de la vida en el campo, los cuentos de nuestros abuelos, nuestra identidad cultural representada en la totuma son todos valores a defender. Lo que es inaceptable es que los nuevos amos del país utilicen todos estos símbolos para esconder su incapacidad y su corrupción.

Pero más allá de la manipulación y la burla del gobierno me angustia que quienes estamos llamando a construir una alternativa nos entrampemos en no criticar el regreso a la totuma por no ofender a quienes usan la totuma.

Por ese camino tendremos pronto que defender que se destruyan las universidades para no ofender a quienes no han podido estudiar. El reto es defender nuestra cultura y tradiciones al tiempo que nos imaginamos y podamos transmitir la imagen de un país distinto, mirando a un futuro sin miseria, donde el culto y la manipulación de la pobreza no justifiquen el fracaso de los gobernantes.

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