Por: Marcelo
Morán
El
gobernador Francisco Arias Cárdenas planteó en su discurso (el pasado 19 de
enero de 2013) enmarcado en la celebración de los 76 años de la fundación de
Ciudad Ojeda, el posible cambio del nombre de la plaza; erigida en honor al
descubridor del lago, alegando que éste había sido un sanguinario. Alonso de Ojeda cometió excesos, pero a
diferencia de otros conquistadores, reconoció sus pecados antes de morir. Pidió
a sus hermanos capuchinos que lo sepultaran en la entrada del convento de San Francisco,
para que todo el que entrara pisara su tumba como señal de desprecio.
Alonso
de Ojeda arribó al lago de Coquivacoa el 24 de agosto de 1499 en busca de El
Dorado; mítico lugar del que no halló el mínimo vestigio en su exploración. En
cambio pudo llevarse como botín a una joven wayuu de talla alta, de porte
distinguido, esbelta, de color trigueño claro, llamada por sus paisanos
Palairaa (lágrimas del mar) y prometida de un cacique llamado Kookiway cuyo
dominio cubría buena parte de la península Guajira, según relata el docente e
investigador Manuel Román Fernández en su artículo Kookiway primer wayuu que recibió a los españoles en la Guajira,
publicado el 12 de octubre de 2012 en el
periódico Wayuunaiki.
Para
1899, el presidente de Venezuela Ignacio Andrade (hijo del prócer zuliano José
Escolástico Andrade) plantea a su homólogo de República Dominicana, Ulises Heureaux, la posibilidad de trasladar los restos de
Alonso de Ojeda a la ciudad de Maracaibo a fin de construirle un panteón, por
conmemorarse el 24 de agosto de ese año el cuarto siglo de su llegada, y por la
conexión que tenía el Zulia con la joven que tomó por esposa: una representante
de la etnia wayuu, que por caprichos del destino se convirtió en la primera
americana en casarse de manera formal
con un europeo; matrimonio autorizado por los Reyes Católicos, dada la
condición militar de Ojeda.
El gobierno quisqueyano a través de un intelectual
llamado Emiliano Tejera rechazó la petición venezolana, asegurando que no tenía
potestad para quebrantar el deseo del famoso navegante. De modo que los
sucesivos gobiernos de Venezuela
olvidaron el caso y no fue sino hasta 1937, cuando el general Eleazar López
Contreras (tachirense como el gobernador Arias Cárdenas, pero consciente de
este innegable lazo histórico) decreta la fundación de Ciudad Ojeda como
homenaje a este español del siglo XVI.
Después de quinientos años, ¿vamos a renunciar entonces a nuestros apellidos y al castellano
porque un día despertamos y descubrimos que los conquistadores nos oprimieron
por trescientos años?
El mestizaje es
uno de los pocos legados de los conquistadores; esa mezcla de rasgos que nos hace
tan particulares y se refleja de manera armoniosa en nuestras mujeres; distinguidas como las más bellas del planeta. Evocación
de una wayuu llamada Isabel de Ojeda –cual Patricia
Velásquez de aquellos remotos años– quien hiciera doblegar de amor al impetuoso navegante,
que un día, asomó su carabela para dejar acuñado en las aguas del lago y para
la posteridad, el nombre Venezuela.
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