viernes, 2 de agosto de 2013

La herencia de don Alonso

Por: Marcelo Morán

El gobernador Francisco Arias Cárdenas planteó en su discurso (el pasado 19 de enero de 2013) enmarcado en la celebración de los 76 años de la fundación de Ciudad Ojeda, el posible cambio del nombre de la plaza; erigida en honor al descubridor del lago, alegando que éste había sido un sanguinario.  Alonso de Ojeda cometió excesos, pero a diferencia de otros conquistadores, reconoció sus pecados antes de morir. Pidió a sus hermanos  capuchinos  que lo sepultaran  en la entrada del convento de San Francisco, para que todo el que entrara pisara su tumba como señal de desprecio.

Alonso de Ojeda arribó al lago de Coquivacoa el 24 de agosto de 1499 en busca de El Dorado; mítico lugar del que no halló el mínimo vestigio en su exploración. En cambio pudo llevarse como botín a una joven wayuu de talla alta, de porte distinguido, esbelta, de color trigueño claro, llamada por sus paisanos Palairaa (lágrimas del mar) y prometida de un cacique llamado Kookiway cuyo dominio cubría buena parte de la península Guajira, según relata el docente e investigador Manuel Román Fernández en su artículo Kookiway primer wayuu que recibió a los españoles en la Guajira, publicado el 12 de octubre de 2012  en el periódico Wayuunaiki.

  Para 1899, el presidente de Venezuela Ignacio Andrade (hijo del prócer zuliano José Escolástico Andrade) plantea a su homólogo de República Dominicana, Ulises Heureaux,  la posibilidad de trasladar los restos de Alonso de Ojeda a la ciudad de Maracaibo a fin de construirle un panteón, por conmemorarse el 24 de agosto de ese año el cuarto siglo de su llegada, y por la conexión que tenía el Zulia con la joven que tomó por esposa: una representante de la etnia wayuu, que por caprichos del destino se convirtió en la primera americana  en casarse de manera formal con un europeo; matrimonio autorizado por los Reyes Católicos, dada la condición militar de Ojeda.

El gobierno quisqueyano a través de un intelectual llamado Emiliano Tejera rechazó la petición venezolana, asegurando que no tenía potestad para quebrantar el deseo del famoso navegante. De modo que los sucesivos  gobiernos de Venezuela olvidaron el caso y no fue sino hasta 1937, cuando el general Eleazar López Contreras (tachirense como el gobernador Arias Cárdenas, pero consciente de este innegable lazo histórico) decreta la fundación de Ciudad Ojeda como homenaje  a este español del siglo XVI.

Después de quinientos años, ¿vamos a renunciar  entonces a nuestros apellidos y al castellano porque un día despertamos y descubrimos que los conquistadores nos oprimieron por trescientos años?


 El mestizaje es uno de los pocos legados de los conquistadores; esa mezcla de rasgos que nos hace tan particulares y se refleja de manera armoniosa en nuestras mujeres;  distinguidas como las más bellas del planeta. Evocación de  una wayuu llamada Isabel de Ojeda cual Patricia Velásquez  de aquellos remotos años  quien hiciera doblegar de amor al impetuoso navegante, que un día, asomó su carabela para dejar acuñado en las aguas del lago y para la posteridad, el nombre Venezuela. 

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