domingo, 18 de octubre de 2009

Cultura ingenua

Por: Luis Lozada Soucre

Todo régimen totalitario tiene una visión sectaria y prejuiciosa del quehacer cultural.

El carácter hegemónico de su pensamiento lo induce a imponer a cal y canto una cultura oficial, cuyos contenidos, significados y trascendencia varían, según convengan a los grados de nacionalismo radical que determinen sus objetivos y al tenor de la transculturización contaminante que pretendan exterminar.

El realismo social, con todos sus ismos contenidos, como el naturalismo, el criollismo y el folklorismo, tiende a ser la bandera ideológica y creativa de todos los sistemas de gobiernos de izquierda extremista, opresores del libre pensamiento y de la pluralidad intelectual.

La extinta Unión Soviética y la Cuba sobreviviente son ejemplos palpables de esta orientación e imposición culturales, refrendadas desde los cenáculos gobernantes con valencias comunistas.

Más allá de los estruendosos fracasos que tal política cultural coercitiva ha significado para sus pueblos sojuzgados, no es objeto de estas reflexiones abundar en ellos, sino sentar sus precedentes para poder entender la realidad del hecho cultural venezolano en estos tiempos de decadente revolución y anacrónico socialismo.

Enfrentar la ingenuidad y comprender, por ejemplo, las previsibles razones para el más reciente de sus arrebatos subsidiarios en contra del Ballet Contemporáneo de Caracas, pese a su dócil actitud y performances de los últimos años.

La sustitución de valores culturales se impone con el mismo modus operandi: hacer tabla rasa de todo lo que les huela a contra revolucionario, para reconstruir sobre sus hedores una visión panfletaria y propagandística de país y ciudadanos nuevos.

Y dentro de este contexto, ¿a quién le importa Bizet? La purga es de vieja data. Comenzó en los albores del régimen, con el despido revanchista de Sofía Imber del museo que creó y al que le entregó gran parte de su vida, hasta convertirlo en ícono de excelencia museística.

Saltando significativos ejemplos de exterminio en todas las disciplinas y cerrando sus antecedentes depredadores, con la procaz metamorfosis del Teresa Carreño en foro proselitista exclusivo del partido de gobierno, la barbarie socialista ha expoliado también al Ateneo de Caracas, una institución que por el solo aval de organizar los festivales internacionales de teatro se granjeó fama mundial.

Queda en pie el magistral proyecto orquestal de José Antonio Abreu, gestado y parido en la cuarta república y del que el régimen ha sabido aprovecharse como telón de prestigio ante la comunidad internacional.

Del resto es poco lo que les interesa y mucho lo que la ingenua ­y en muchos casos acomodaticia­ intelectualidad criolla deberá sacrificar, luchar y aprender de sus errores y sus silencios.

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