domingo, 4 de julio de 2010

Heidegger y Chávez

Por: Emeterio Gòmez

Para captar cuán lejos estaba Marx de entender lo Humano, nada mejor que cotejarlo con Nietzsche

Vaya esta reflexión para dos fines: agradecer un magnífico artículo de Eduardo Mayobre -Hegel y Chávez-, publicado el martes en El Nacional; y complacer a un amigo que, en un curso, me hizo una petición enfática... precedida de un regaño: "Disculpe, profe, pero me parece que sus críticas a Marx son innecesariamente despectivas. Entiendo que quiera amargarle la vida a Chávez, pero ¡aun así!, y aunque fuese cierta toda esa increíble inconsistencia que usted le atribuye a El Capital, aunque el Comunismo fuese un necedad, una barbarie que se refleja en ese titular de El Universal del miércoles (En empresas comunales no habrá división del trabajo) ¿no le parece que esa imagen de Marx -casi como un bobo- es excesiva y que ella se revierte contra usted, quitándole credibilidad? Pero a lo que en verdad yo iba: ¿Hay alguna otra deficiencia del marxismo, algo más fuerte todavía que le dé algún sentido a la susodicha despectividad?".

Por supuesto, señor: hay una crítica mucho más fuerte. Una que rebasa de lejos toda la estupidez de la Teoría Marxista del Valor, que nos hizo creer -¡como si los bobos fuésemos nosotros!- que el valor de las mercancías depende exclusivamente del trabajo. Una crítica mucho más profunda que todas las que le quepan al Materialismo Histórico, la ciencia zonza que vaticinó la inevitabilidad del Comunismo.

Esa crítica, señor, se centra en la carencia radical en Marx de una Antropología, esto es, ¡de una comprensión específica del Hombre! Comprensión imprescindible cuando se le pide a ese Hombre que haga una Revolución, que se eche a cuestas algo tan terriblemente difícil como extirpar el profundo egoísmo, la codicia, el afán de poder y la insondable animalidad que habitan en nuestro Espíritu. Marx no llegó a asomarse siquiera a la inmensa hecatombe moral que se requeriría para construir una sociedad comunista, centrada en la Solidaridad. Algo que él evadió porque suponía que "el desarrollo de las Fuerzas Productivas determinaba las Relaciones Sociales de Producción". ¡¡Que bastaría con que esas Fuerzas Productivas evolucionen para que los humanos devengan plenamente solidarios!!

Para captar cuán lejos estaba Marx de entender lo Humano, cuánto careció de una Antropología, nada mejor que cotejarlo con Nietzsche, coetáneo suyo. ¡¡Aquél no le llegó a la Filosofía, éste la rebasó con creces!! Frente al optimismo desbordado de Marx -que no vislumbró el problema de la Ética-, Nietzsche desarrolla una poderosa visión pesimista del Hombre; liquida espectacularmente 2.500 años de Filosofía ingenua, aferrada a la idea de que la Razón podía entender Lo Espiritual y, peor aún, podía mejorarlo. A diferencia de Marx, que no asumió la Animalidad Humana, Nietzsche postula la necesidad de un Superhombre, un Ubermensch, como única posibilidad de superarla. Si no se desarrolla plenamente el Espíritu, ninguna Revolución va a mejorar a las bestias que somos. Marx no barruntó el problema moral; Nietzsche, sobrado, se burló de las ingenuas ideas que el Pensamiento Racional desarrolló al respecto.

Pero, más aún que Nietzsche, el destructor final del optimismo utópico marxista en cuanto a las posibilidades del Hombre, fue Heidegger. Porque, sorprendentemente, éste -igualito que Marx- tampoco abordó para nada el problema de la ética. Pero no porque ignorase que ésta era lo esencial de lo Humano, sino porque de tanto estudiar a Nietzsche redescubrió que la Razón no tiene ninguna posibilidad de entender qué es la Moral. O sea, que -como era usual en él- sin saberlo ¡¡Marx se ahorró el andar pensando en estas cosas tan difíciles!!

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