Por: Edinson Martínez
@emartz1
A
pocas horas del que con seguridad, desde 1998 hasta el presente, será el
proceso comicial de mayor trascendencia que hayamos vivido los venezolanos.
Escribo éste artículo convencido de la victoria del candidato Henrique Capriles
Radonski, es una afirmación resultado de las evidencias que todo éste lapso de
campaña han acumulado a su favor. Su visita y recorrido en más de trescientos
pueblos del país a un ritmo enloquecedor, de exigencia física e intelectual
apto para muy pocos, han despertado un entusiasmo solo comparable al generado
en sus buenos tiempos por el presidente saliente. Ver las imágenes por televisión
apenas nos da una idea de la euforia popular del tamaño del respaldo; sin
embargo, vivirla de cerca, desde adentro de la multitud, es un espectáculo francamente
impresionante.
Los
instantes en que llega el candidato o intenta abrirse paso entre las personas,
su misma despedida, se convierten en momentos de explosión emocional
incontrolables. Un par de veces me tocó presenciar, asistir y caminar en esos
recorridos, les aseguro que no es nada envidiable sentirse estrujado, empujado,
magullado y literalmente arrollado por la gente poseída de una euforia indescriptible.
Me tocó verlo pasar a poca distancia virtualmente en el aire entre miles de
brazos y manos desesperadas por tocar aunque fuera un pedazo de su camisa.
Gritos que se escuchan desde todos los puntos cardinales y mujeres de todos los
colores y tamaños bregando desde alguna altura, en maromas equilibristas que desafían
la cordura, intentando tomarle una foto. Es una “locura” de verdad.
Ganará,
no abrigo duda alguna. Capriles será presidente y aprovecho lo que me resta de
espacio para expresar un trío de inquietudes.
1)
Aspiro como creo lo ambicionan la mayoría de los venezolanos, una regeneración de
la política, un relevo de las ideas y modos de hacer política en el país. Tal
vez resumidas en estos pocos enunciados: Decencia, modernidad y eficiencia en
la gestión pública.
2)
El impulso de una nueva ética gubernamental que ubique al estamento público, como
servidores de la gente y no al revés. El ejercicio público es para los
ciudadanos y en ningún caso de modo contrario. Esa idea según la cual el pueblo
debe agradecer y bendecir a todo aquel que cumpla con su trabajo, bien porque
construya una obra o inaugura algún servicio, y, por ello celebrarlo con fuegos
artificiales y adular hasta al cansancio al benefactor, debe ser desterrada en
una nueva y moderna gestión pública. Y
3)
Relevo generacional sin menosprecio a la representatividad que la experiencia
de otros puedan ofrecer, pero definitivamente abrirle paso a un país cuyo
talento profesional se ubica abrumadoramente en una población comprendida entre
los 25 y 45 años.
Desde
luego que son muchas las reflexiones que pueden plantearse en un tiempo como el
que vivimos, en el país y en el mundo. Pero seamos modestos, acompañemos e
impulsemos los cambios que una nación como la nuestra requiere para un mejor
porvenir. Hemos perdido oportunidades en todos estos años, descendido en
aspectos que creíamos consolidados, – la
descentralización pública y fortalecimiento institucional de las regiones, por
ejemplo – pero siempre hay espacio para el
optimismo, para levantarse después de la caída y construir el futuro a
la medida de los mejores sueños colectivos. Sí otros han podido, por qué los
venezolano no habríamos de poder.
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