La interpretación "continuista" de la juramentación presidencial del
próximo jueves hecha por la macolla pesuvista no solo es una violación
de la Constitución, asunto más bien rutinario para la pobre desde su
más temprana edad, por algo llamada la bicha, sino un grave daño a la
nación sin otros motivos que bastardos intereses de poder. Una
situación tal que pone en cuestión nacional e internacionalmente la
legitimidad del mismo gobierno que se quiere constituir.
A estas alturas pareciera que no vale la pena señalar los exabruptos
de la desalmada lectura constitucional que va a imponerse, ya muy
competentes juristas lo han hecho y la MUD ha sido categórica y
elocuente en el rechazo de ésta. El mandato explícito del artículo 231
es interpretado como un formalismo vacuo e innecesario, es decir, como
un desfile en Los Próceres o un aquelarre del culto bolivariano.
Una disposición complementaria del mismo 231 destinada a darle
alternativas a un eventual impasse entre el Electo y la Asamblea es
leída como un cheque en blanco para postergar sine die la
juramentación. Además, dicen, el artículo habla de electos y no de
reelectos (Chávez) como si éstos no fueran igualmente electos, un
subgénero simplemente. Total, que ni tema habría para la Asamblea ya
que no hay cambio de período, y se puede dedicar el tan esperado día a
otras labores más festivas, tales como una concentración en Miraflores
y un concierto en el Teresa Carreño, con la visita de Pepe Mujica,
genio y figura, que vendrá a un no-acto.
A nosotros nos interesa saber las razones de haber montado este
esperpento, que introduce un dramático conflicto interno y pondrá en
cuestión nuestra legitimidad política en el exterior. La solución
asomada por la oposición mantenía al presidente Chávez, se acogía a la
ausencia temporal y le daba tiempo al tiempo. Nada amenazante, pues.
Pero quedaba Cabello en la Presidencia y por tiempo impreciso, lo cual
le quitaría jerarquía y protagonismo al sucesor designado y como se
sabe Cabello se las trae.
Y, sobre todo, se blasfemaba contra el Único que ha sido, es y será el
Presidente con todas las de la ley y su presencia, por etérea que sea,
sigue siendo el manto protector y el unificador último, necesario en
este dificultoso trance. Al respecto recuérdese solamente la airada
respuesta gubernamental al anodino hecho de que Globovisión osó tildar
a Maduro de Presidente encargado cuando aquí el único Presidente es
Chávez, corazón de Venezuela.
Ahora bien, lo que realmente importa es que el país, para solucionar
esos conflictos sucesoriales, se verá sometido a un período de
inestabilidad, parálisis, acefalía, conflictividad, angustia. Tanto
más grave en un momento en que la crisis económica que pintan los más
lúcidos economistas ya está aquí, feroz e inaplazable, la cual
requeriría al menos un clima de sosiego y mínimos acuerdos para paliar
en lo posible sus destrozos económicos y sociales.
Nosotros pensamos que lo procedente e importante es la Junta Médica
que debería nombrar el Tribunal Supremo para saber realmente de las
posibilidades de Chávez de retomar el cargo, lo cual permitiría hacer
las cosas como se debe. Demasiados indicios hay que lo ameritan, aun
si nos limitamos a los partes oficiales. Pero ya sabemos de la idea de
justicia de la señora Morales y su tropa, por cierto depurada
inconstitucionalmente de algunos magistrados incómodos para enfrentar
estas circunstancias.
Ambas cosas arman un rompecabezas, confeccionado en el "pacto de La
Habana", que termina pareciéndose mucho a una devastación esencial de
nuestro Estado de Derecho de consecuencias imprevisibles.
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