lunes, 26 de julio de 2021
miércoles, 7 de julio de 2021
sábado, 21 de marzo de 2020
“Ten ambas manos listas para lo imprevisto”.
“Ten ambas manos listas para lo imprevisto”
Proverbio chino
Por: Edinson Martínez
Anoche, después que uno de mis amigos
planteara en uno de los grupos de WhatsApp donde estoy, la idea de llevar a
China a la Corte Penal Internacional por la pandemia que hoy nos tiene
acoquinados, me quedé pensando hasta bien tarde sobre la propuesta. Al principio
me pareció, como a muchos que enseguida se adhirieron a la idea, un
razonamiento acertado. Sin embargo, ahora, cuando han transcurrido algunas
horas, creo que vale la pena hacer algunas consideraciones.
China es el tercer país, muy cerca de
Canadá, de mayor extensión territorial del planeta, pero a su vez el de mayor
población del mundo. Es un gigante que como a veces hemos dicho, si todos los
chinos se pusieran a brincar harían estremecer el planeta… ¡Son casi mil
quinientos millones de chinos! Tiene fronteras terrestres con catorce países, y
marítimas con seis más. Y por si fuera poco tiene límites con el segundo país más
poblado del mundo –India–, y el más extenso del planeta –Rusia–. Entre la India
y China suman casi el cuarenta por ciento de la población del mundo, es decir
de cada diez personas que caminan por el planeta tierra, cuatro son chinos e
indios, dos de los diez son con certeza chinos, y la región donde se encuentran
tiene el setenta por ciento de la población mundial. Entonces, la pregunta es más o menos obvia, ¿de
dónde estadísticamente podrían venir los virus o enfermedades con potencial
global en el mundo actual? La respuesta no admite, repito, estadísticamente hablando,
dudas, de la China o la India. Si a ello sumamos las costumbres ancestrales de
cada región, que quizás en algún momento de la historia no tuvieron
repercusiones sanitarias masivas, porque sus implicaciones eran locales, hoy en
cambio se transforman en horas en severos problemas para millones. Nos
referimos, por ejemplo, como se ha difundido ampliamente, al consumo de toda
clase de animales sin control sanitario, vendidos en mercados insalubres,
incluso, consumidos in situ, devorando a veces algunas de sus partes estando
aún el animal vivo. O las prácticas religiosas, que como en el caso de la India,
en rituales fúnebres lanzan a las aguas del rio Ganges los cadáveres convertidos
en piras, que no siempre el fuego los convierte en cenizas, y toda otra suerte
de costumbres ancestrales que en el mundo de hoy son reliquias perniciosas. Por
si fuera poco, la congestión urbana descomunal y servicios públicos creciendo a
un ritmo ralentizado ante una demanda de incremento exponencial, configuran
claramente un escenario de degradación ambiental sin precedentes, orientándose
hacia una permanente y potencial probabilidad de generar problemas globales,
pese al impulso renovador y modernizador que hoy alienta a la China.
Ahora bien, ¿tiene alguna utilidad promover
sentimientos de xenofobia o intolerancia hacia esta parte del planeta?
Realmente creo que no. Sufrimos en este tiempo las consecuencias de un mundo
que se interconecta a una velocidad que no tiene antecedentes, con sus
implicaciones hemos de bregar.
La humanidad siempre ha sido acechada por
pestes y fenómenos naturales, antes existieron la tuberculosis, el sarampión,
la peste bubónica, el tifus, la polio,
la viruela, la malaria, el cólera, el ébola, SARS y otras. Y muchas de ellas
fueron llevadas a regiones del mundo donde antes no existían. Con las carabelas
de Colón vinieron también enfermedades desconocidas para esta región del planeta,
diezmaron poblaciones locales y se quedaron para siempre, igualmente, otras se despacharon desde el nuevo continente junto a las riquezas
expoliadas hasta Europa. Por fortuna
la humanidad ha realizado progresos enormes en el campo de la salud, muchas de
esas pandemias logró vencerlas y lo seguirá haciendo por virtud del
conocimiento acumulado, de la ciencia y la tecnología consagrada a tales propósitos.
Pero siempre seremos acechados, ese es el precio de vivir, de existir entre las
infinitas probabilidades en contra que tiene la vastedad del universo, siendo
como somos, el resultado de un “lechazo” del albur de las probabilidades en el infinito
cosmos, que creo, por cierto, irrepetibles, ¿acaso nos hemos imaginado las
probabilidades que hemos tenido en el concierto de especies que han poblado la
tierra, para surgir como seres inteligentes?... ¡Una sola de entre las millones
que existen y han existido paseándose sobre la superficie del tercer planeta de
la órbita solar!... ¿Las oportunidades de sobrevivir en un cosmos de infinitas
agresiones estelares explotando por todos sus confines?... ¡Una sola entre
billones, trillones, o infinitas!
Deja a los chinos tranquilos, Amnhotep,
que a pesar de un viejo dicho que se les atribuye: “Ten ambas manos listas para
lo imprevisto”, con el COVID-19 ya tienen más que suficiente.
domingo, 23 de julio de 2017
Dicho en voz baja y escrito en calma
Dicho
en voz baja y escrito en calma
Edinson Martínez
emartz1@gmail.com
Estimados jóvenes:
Antes que nada mi
saludo cordial y afectuoso para todos, muy especialmente para aquellos que
conozco y con los cuales he compartido
en diversas causas. Comencé a escribir estas reflexiones desde muy temprano al siguiente
día del paro cívico, luego de ver y conocer sus
resultados en términos promedios en todo el país. Desde entonces, hasta
hoy 23 de julio, a cada rato he ido
agregando algunas líneas. La verdad no
ha sido fácil, mejor sería decir, que algo complicado ordenar las ideas que, desde hace tiempo, me rondan por la cabeza, de modo que es un
intento tal vez algo inconexo de pensamientos, toca a ustedes ordenarlos y
evaluarlos conforme crean acertado. Veamos, entonces, estas ideas:
1.- Siento que desde hace mucho tiempo los deseos por salir del gobierno, nos han impulsado a actuar de una forma emocional, hormonal, antes que con la razón o el raciocinio que, de
forma serena, metódica y planificada, debe privar para proceder ante un
adversario político como el que tenemos, queda la duda sí, en efecto, se trata de
adversarios o enemigos, los que están del otro lado de la acera se encuentran, porque la verdad
es que su desempeño deja poco margen para una consideración de simples
contendores políticos. En todo caso, digamos, que adversarios con muy pocos
escrúpulos para actuar.
Todos conocemos de una forma u otra los errores de proceder visceralmente en cualquier orden de la vida, de hecho, hasta una tendencia o enfoque gerencial, existe, en donde se desarrolla el tema del impacto de las emociones en el mundo gerencial, y en cualquier otra esfera de la vida. Así pues, por años, ante el desempeño, decisiones, y hasta rumores de cualquier laya -que son muchos- del gobierno, solemos actuar de manera irrefrenable, movidos por el conjunto de emociones que se activan desde nuestro interior para rechazar al contendor, incurriendo con ello, en reiterados errores que han terminado por atornillar aún más al gobierno. Eso es lo que quieren, esa, precisamente, es su política; estimular entre nosotros la respuesta reactiva sin sopesar el conjunto de escenarios probables, porque no le damos chance al análisis político con serenidad. Desde ese proceder, por ejemplo, activamos un paro indefinido en 2003, que no pudimos retirar cuando era evidente que no había logrado su objetivo político. Impulsados por una efervescencia general, decidimos no participar en las elecciones parlamentarias de 2005 para deslegitimar al régimen, creyendo ingenuamente que el gobierno caería irremediablemente; a renglón seguido, acusamos al CNE de tramposo y fraudulento, y con ello generamos en los electores –en los nuestros y nunca en los de ellos- la desconfianza en el sistema electoral, y, al final su abstención en los procesos electorales siguientes, aquellos en donde sí participamos luego de comprender el error garrafal de no haber ido a las parlamentarias. Esa aprehensión generada sobre el CNE nos acarreó la perdida de varias gobernaciones y alcaldías. Una derrota que no dudamos en achacar al sistema electoral y no a nuestros dislates. A eso debemos sumar de que sólo en muy pocos momentos hemos tenido Unidad –realmente hablando-, y sobre todo una sola política, especialmente esto último, porque de la política definida, acordada por todas las partes, se han de derivar las acciones, algo así como cuando se define la estrategia y la táctica –para hacerlo más digerible, primero nos ponemos las medias y luego los zapatos-. Allí hemos fallado casi siempre, porque mientras unos definían que la vía era pacífica y electoral –la estrategia–, lo cual suponía la acumulación de fuerzas progresiva y pacientemente, la construcción de un capital político para competir con opción de éxito; otros acariciaban la idea de una salida rápida por vía militar, o una revuelta social masiva y, hasta una hipotética intervención militar extranjera. Obviamente que de este modo habría sido un prodigio, un verdadero milagro, por decir lo menos, haber logrado sonoras y contundentes victorias. Las únicas veces donde hemos sido exitosos ha sido cuando definimos un camino en unidad y actuamos en unidad, ejemplo de ello, las elecciones presidenciales con Capriles (las dos), y las elecciones parlamentarias de 2015. Sin embargo, no hemos sido capaces de convertir los saldos electorales positivos en logros eficaces para salir del gobierno porque siempre creemos que el asunto está a la vuelta de la esquina. Despreciamos con frecuencia los logros porque no vemos los resultados de inmediato.
En política los procesos son largos, nada es más difícil que anidar una idea, un sentimiento, un propósito en el alma colectiva de los pueblos. Hay quienes teniéndolo todo –cualidades personales, buen discurso, trayectoria, prestigio y demás-, sin embargo, no han podido establecer la conexión o el feeling necesario con la gente para convertir en objetivo colectivo su propuesta, y consecuencialmente, convertirse en abanderados de un país. Nuestra historia está llena de casos así, Arturo Uslar Pietri, por ejemplo. Miguel Ángel Burelli Rivas, Luis Beltrán Prieto Figueroa, entre otros, todos venezolanos excepcionales. Comprender que no siempre el curso de los hechos políticos son las consecuencias de nuestros deseos es una idea básica para cualquier persona, tanto más sí se trata de un activista político. También nuestra historia latinoamericana está llena de casos así. En la década de los años 60 y parte de los 70 del siglo pasado, varias generaciones de jóvenes se enrolaron en movimientos guerrilleros para subvertir el orden establecido en cada país –así se decía entonces-, eran jóvenes ilustrados en su mayoría, de clase media, universitarios, y docentes muchos de ellos. El mundo en que vivíamos era muy diferente al actual, la primera diferencia era que el mundo pendulaba entre dos opciones polarizantes. El capitalismo y el socialismo. El planeta, cual tablero estratégico, estaba repartido entre la URSS y Estados Unidos. Eran los llamados tiempos de la Guerra fría. Allí surgió la revolución cubana, y de ella una de las figuras más conocidas en el mundo, quizá la primera y más importante figura globalizante que haya conocido la historia de nuestro tiempo después de Jesucristo: El Che. No ha habido protesta o rebelión en todo el planeta que no haya exhibido un afiche o poster con aquella foto que por virtud del azar tomara en La Habana Alberto Korda en 1960. Guerrillas surgieron entonces en Colombia, Venezuela, Bolivia, Uruguay, Argentina, Brasil y toda Centroamérica. ¿Cuántas llegaron al poder? Ninguna, sólo en Nicaragua por sus muy particulares condiciones mucho, pero mucho tiempo después. El resto fue un sonoro fracaso. Desde aquellos días, y como consecuencia de todos estos movimientos, surgió un enfoque político que se ha conocido como el Foquismo o Voluntarismo; una manera de ver la política según la cual es posible llegar al poder a partir de la voluntad de una vanguardia esclarecida, estratégicamente ubicada en puntos focales de una región. La más emblemática de las derrotas las sufrió su propio mentor; el Che Guevara, costándole la vida en Ñancauazú, Bolivia. todos estos movimientos, teniéndolo todo para lograr la victoria política, y probablemente hasta la militar, no pudieron lograrlo porque sencillamente no tenía ningún asidero en el alma colectiva de los pueblos.
Todos conocemos de una forma u otra los errores de proceder visceralmente en cualquier orden de la vida, de hecho, hasta una tendencia o enfoque gerencial, existe, en donde se desarrolla el tema del impacto de las emociones en el mundo gerencial, y en cualquier otra esfera de la vida. Así pues, por años, ante el desempeño, decisiones, y hasta rumores de cualquier laya -que son muchos- del gobierno, solemos actuar de manera irrefrenable, movidos por el conjunto de emociones que se activan desde nuestro interior para rechazar al contendor, incurriendo con ello, en reiterados errores que han terminado por atornillar aún más al gobierno. Eso es lo que quieren, esa, precisamente, es su política; estimular entre nosotros la respuesta reactiva sin sopesar el conjunto de escenarios probables, porque no le damos chance al análisis político con serenidad. Desde ese proceder, por ejemplo, activamos un paro indefinido en 2003, que no pudimos retirar cuando era evidente que no había logrado su objetivo político. Impulsados por una efervescencia general, decidimos no participar en las elecciones parlamentarias de 2005 para deslegitimar al régimen, creyendo ingenuamente que el gobierno caería irremediablemente; a renglón seguido, acusamos al CNE de tramposo y fraudulento, y con ello generamos en los electores –en los nuestros y nunca en los de ellos- la desconfianza en el sistema electoral, y, al final su abstención en los procesos electorales siguientes, aquellos en donde sí participamos luego de comprender el error garrafal de no haber ido a las parlamentarias. Esa aprehensión generada sobre el CNE nos acarreó la perdida de varias gobernaciones y alcaldías. Una derrota que no dudamos en achacar al sistema electoral y no a nuestros dislates. A eso debemos sumar de que sólo en muy pocos momentos hemos tenido Unidad –realmente hablando-, y sobre todo una sola política, especialmente esto último, porque de la política definida, acordada por todas las partes, se han de derivar las acciones, algo así como cuando se define la estrategia y la táctica –para hacerlo más digerible, primero nos ponemos las medias y luego los zapatos-. Allí hemos fallado casi siempre, porque mientras unos definían que la vía era pacífica y electoral –la estrategia–, lo cual suponía la acumulación de fuerzas progresiva y pacientemente, la construcción de un capital político para competir con opción de éxito; otros acariciaban la idea de una salida rápida por vía militar, o una revuelta social masiva y, hasta una hipotética intervención militar extranjera. Obviamente que de este modo habría sido un prodigio, un verdadero milagro, por decir lo menos, haber logrado sonoras y contundentes victorias. Las únicas veces donde hemos sido exitosos ha sido cuando definimos un camino en unidad y actuamos en unidad, ejemplo de ello, las elecciones presidenciales con Capriles (las dos), y las elecciones parlamentarias de 2015. Sin embargo, no hemos sido capaces de convertir los saldos electorales positivos en logros eficaces para salir del gobierno porque siempre creemos que el asunto está a la vuelta de la esquina. Despreciamos con frecuencia los logros porque no vemos los resultados de inmediato.
En política los procesos son largos, nada es más difícil que anidar una idea, un sentimiento, un propósito en el alma colectiva de los pueblos. Hay quienes teniéndolo todo –cualidades personales, buen discurso, trayectoria, prestigio y demás-, sin embargo, no han podido establecer la conexión o el feeling necesario con la gente para convertir en objetivo colectivo su propuesta, y consecuencialmente, convertirse en abanderados de un país. Nuestra historia está llena de casos así, Arturo Uslar Pietri, por ejemplo. Miguel Ángel Burelli Rivas, Luis Beltrán Prieto Figueroa, entre otros, todos venezolanos excepcionales. Comprender que no siempre el curso de los hechos políticos son las consecuencias de nuestros deseos es una idea básica para cualquier persona, tanto más sí se trata de un activista político. También nuestra historia latinoamericana está llena de casos así. En la década de los años 60 y parte de los 70 del siglo pasado, varias generaciones de jóvenes se enrolaron en movimientos guerrilleros para subvertir el orden establecido en cada país –así se decía entonces-, eran jóvenes ilustrados en su mayoría, de clase media, universitarios, y docentes muchos de ellos. El mundo en que vivíamos era muy diferente al actual, la primera diferencia era que el mundo pendulaba entre dos opciones polarizantes. El capitalismo y el socialismo. El planeta, cual tablero estratégico, estaba repartido entre la URSS y Estados Unidos. Eran los llamados tiempos de la Guerra fría. Allí surgió la revolución cubana, y de ella una de las figuras más conocidas en el mundo, quizá la primera y más importante figura globalizante que haya conocido la historia de nuestro tiempo después de Jesucristo: El Che. No ha habido protesta o rebelión en todo el planeta que no haya exhibido un afiche o poster con aquella foto que por virtud del azar tomara en La Habana Alberto Korda en 1960. Guerrillas surgieron entonces en Colombia, Venezuela, Bolivia, Uruguay, Argentina, Brasil y toda Centroamérica. ¿Cuántas llegaron al poder? Ninguna, sólo en Nicaragua por sus muy particulares condiciones mucho, pero mucho tiempo después. El resto fue un sonoro fracaso. Desde aquellos días, y como consecuencia de todos estos movimientos, surgió un enfoque político que se ha conocido como el Foquismo o Voluntarismo; una manera de ver la política según la cual es posible llegar al poder a partir de la voluntad de una vanguardia esclarecida, estratégicamente ubicada en puntos focales de una región. La más emblemática de las derrotas las sufrió su propio mentor; el Che Guevara, costándole la vida en Ñancauazú, Bolivia. todos estos movimientos, teniéndolo todo para lograr la victoria política, y probablemente hasta la militar, no pudieron lograrlo porque sencillamente no tenía ningún asidero en el alma colectiva de los pueblos.
Ahora bien y, he allí
un hecho importante, el proceso que ha
vivido Venezuela ha sido muy diferente, sí voluntarista fue el Chávez de 1992,
el de 1998, fue otro. Su propuesta política prendió como el fuego en la paja; su
liderazgo se encumbró como ningún otro.
Siempre lo menospreciamos y nunca colocamos el oído en el corazón del pueblo, nos limitamos a descalificarlo y nunca a realizar una propuesta política alternativa, tanto en los momentos iniciales del gobierno, como cuando el chavismo se convirtió en la locura que hoy en día es. Así, el tiempo fue transcurriendo y nos encontró desarmados de propuesta alguna, simultáneamente, nos transformamos en activistas altamente eficaces al momento de creer los espejismos que el mismo gobierno generaba, sin desmeritar, claro está, que el chavismo ha sido un movimiento que estremeció profundamente los cimientos de nuestra sociedad. Negarlo es sencillamente necio. En resumen, tanto como víctimas de nuestro inmediatismo, de la poca comprensión del fenómeno chavista, ese que logró instalarse en el inconsciente colectivo del venezolano común, en donde conviven tantos complejos, y modos de ver la vida que van desde la viveza criolla hasta el oportunismo rampante que se acopla al gobierno de turno a cambio de alguna dádiva, y la ausencia de una elaboración política consistente de nuestra parte, se nos fueron consumiendo casi dos décadas del mismo gobierno.
Siempre lo menospreciamos y nunca colocamos el oído en el corazón del pueblo, nos limitamos a descalificarlo y nunca a realizar una propuesta política alternativa, tanto en los momentos iniciales del gobierno, como cuando el chavismo se convirtió en la locura que hoy en día es. Así, el tiempo fue transcurriendo y nos encontró desarmados de propuesta alguna, simultáneamente, nos transformamos en activistas altamente eficaces al momento de creer los espejismos que el mismo gobierno generaba, sin desmeritar, claro está, que el chavismo ha sido un movimiento que estremeció profundamente los cimientos de nuestra sociedad. Negarlo es sencillamente necio. En resumen, tanto como víctimas de nuestro inmediatismo, de la poca comprensión del fenómeno chavista, ese que logró instalarse en el inconsciente colectivo del venezolano común, en donde conviven tantos complejos, y modos de ver la vida que van desde la viveza criolla hasta el oportunismo rampante que se acopla al gobierno de turno a cambio de alguna dádiva, y la ausencia de una elaboración política consistente de nuestra parte, se nos fueron consumiendo casi dos décadas del mismo gobierno.
2.- Ahora bien, digo el espejismo del cual
hemos sido víctima, porque hemos aceptado todas o casi todas las tonterías que el gobierno puso en nuestras cabezas. Por años el difunto presidente nos
fijaba la agenda política todas las semanas, nuestro tema de conversación y
dedicación eran en esencia responderle al presidente las cosas que se le
ocurrían en su recordado programa Aló
Presidente. Nunca antes presidente alguno había logrado ponernos tan pendientes de
sus alocuciones. Reaccionábamos casi de modo automático a cada idea, a veces
disparatada, cuyo fin no era otro que mantenernos ocupados en sus espejismos. He
allí, el esquema básico acción-reacción, cual experimento de Pavlov, al que el
finado nos sometía. Así pasamos años enteros haciendo política con la agenda
gubernamental. Nos enredamos tanto en esto que cada proceso electoral nos sorprendía a muchos pensando de antemano que ya estábamos perdidos porque
nos invertirían los votos. Nos los
robarían; la maquina no los contaría, y hasta en los casos más irresponsables, como el de Pablo Medina, que luego del referendo revocatorio de 2004, llegó a
decir que tenía las pruebas del fraude
en dos Cds. (así nos lo dijo personalmente, a mí y a otro cordial amigo, mientras
comíamos par de arepas durante una visita a la ciudad). Naturalmente, con esa
matriz de opinión, no había manera de
ganar electoralmente nada. Sin embargo, ganamos algunas gobernaciones y
alcaldías, a lo que también le buscaron explicación, alegando una suerte de generosidad alevosa
del gobierno al dejarnos ganar en algunas partes. Recuerdo con mucho dolor aquella elección de
gobernadores donde perdimos el Zulia, y también otras muy emblemáticas, por la
abstención generada después de perder Capriles con Chávez. El elector opositor, en ese momento, nos abandonó, y perdimos en la raya en el Zulia. La gente prefirió vacacionar convencida de que sería inútil votar. Luego en abril de 2013 renovados los esfuerzos, competimos contra Maduro, y perdimos por poco margen, sobrevino entonces, la tortura autoimpuesta. Parte de la oposición acusó a Capriles de cobarde, vendido, traidor, alguien que no supo
defender el triunfo que nos habían robado en el CNE, eso fue en abril de 2013. Nuestro elector es políticamente muy frágil, es un creyente a veces enfermizo de cuanta
baratija le presentan. Desde las predicciones de Adriana Azis, hasta las
imágenes reflejadas en el cielo de vírgenes con toda una bisutería religiosa
que circula en redes pidiéndonos hacer absurdas y ridículas cadenas de oraciones.
Ese es nuestro elector. Pero lo es
también aquel que se emociona con fanatismo de aficionado beisbolista con
cualquier figura que diga tres o cuatro cosas que rompan la rutina, y enseguida, como quien descubre una estrella nueva en el firmamento, los medios
lo convierten en noticia nacional. Así hemos puesto a Lorenzo Mendoza de
presidente, antes a Juan Fernández de Gente del Petróleo, y por estos días,
muchos se encuentran encantados con el Oscar Pérez. Por cierto, así mismo
nos jodió Chávez en aquellos treinta segundos en televisión el 4 de febrero de 1992, a los pocos días, en plenos carnavales,
las madres llevaban a sus niños en los desfiles disfrazados de Hugo
Chávez. ¿Será eso parte de nuestra
idiosincrasia? No lo sé, pero sí puedo decirles que en este país no ha ocurrida nada distinto a lo que el
mismo pueblo ha querido.
3.-
Maduro vete ya, este es el nuevo espejismo al que nos enfrentamos ahora. Venezuela es un país curioso, hemos tenido la
fortuna de tener grandes riquezas y no obstante seguir siendo un país pobre, no ahora como muchos de ustedes podrían pensar,
lo ha sido siempre. Una vez escuché a Uslar Pietri decir que los venezolanos estábamos
convencidos de que somos un país rico. Años después, Orlando Ochoa, reconocido
colega, presentó en una charla realizada
en Maracaibo los resultados de un estudio de campo donde se consultaba a los
venezolanos sobre ese tema, es decir, cómo se ve así mismo el venezolano. La
respuesta fue: Venezuela es un país rico. Esa idea, ese concepto o valor, o como
mejor prefieran definir, está sembrado en nuestro inconsciente colectivo, en el tuétano de la venezolanidad. A
cualquier persona que ustedes aborden y le consulten sobre el tema, eso les
dirá, ¡Venezuela es un país rico! Sin embargo, la triste y amarga realidad es que Venezuela
no es un país rico, es un país pobre, es un país del tercer mundo con grandes
riquezas naturales, pero es un país pobre, que no figura, o figurado en muy poquísimas
ocasiones, entre los países con indicadores macroeconómicos apenas comparables con otros que en ciertos momentos se han denominado países en vías de desarrollo. Nunca entre los grandes
ligas del mundo.
Ahora bien, lo grave de ello no es que nos creamos un país rico, sino que por ser ricos, nos creamos que no debamos pagar por nada, debamos en su lugar disfrutar de las riquezas que Dios puso en nuestro subsuelo. Que sólo tenemos derechos y no deberes, revisen la Constitución Nacional y verán cuantos artículos hay referidos a los derechos y cuantos a los deberes. Tenemos derecho a todo porque somos afrodescendientes, o somos pueblos ancestrales, o somos pueblos de libertadores, o somos productores de petróleo, hierro, carbón, oro, o cualquier otro mito populista. ¿Qué mejor caldo de cultivo para un populista irresponsable, iluminado por la gloria de Bolívar y por el delirio de su propio ego, para conseguir que de esta manera lo siguiera la gente? Por eso tenemos casi cuarenta o más misiones sociales, aplaudidas y celebradas por quienes todo lo merecemos. Ellas van desde aquellas cual estrambóticas, hasta la última: “la chamba juvenil”, diseñada para terminar de ganar el apoyo del segmento poblacional que ahora le es más esquivo. Pero ese venezolano víctima de los espejismos, también hoy está en la calle, ahora presa del radicalismo inmediatista que supone la partida del tirano en cosa de semanas, días, u horas, según sea el grado de espejismo, alcanzable con sólo levantar unas barricadas y trancar las vías, y que es capaz de justificar destruir el país completo con tal de salir del castrocomunista. Esto me recuerda mucho aquella película, los cinéfilos entre ustedes la recordaran, donde una pareja de esposos se querellaron para divorciarse, y fueron destruyendo poco a poco la casa que habitaban hasta que colgados ambos de una gran lámpara del techo; cayeron, finalmente, y murieron agarrados a ella.
La verdad quisiera comerme las palabras, pero mucho me temo que también esta vez nos han vuelto a joder. Ya antes rechazamos cualquier forma de diálogo o negociación, un sector de la oposición le cayó a piedra a la mesa de dialogo. "Con la dictadura no se dialoga", "con el enemigo no se habla", y toda suerte de adjetivos que terminaron por acabar con el esfuerzo de El Vaticano, donde hasta el Papa resulto ser comunista, encompinchado con el comunismo internacional.
Mis amigos, el diálogo siempre es una opción, la negociación, también, eso ha sido siempre así, y lo seguirá siendo sí queremos tener mundo donde vivir. Tanto más, si no se tiene la fuerza suficiente para imponerse sobre el adversario. Varios ejemplos quiero citarles: Chile, la Concertación negoció con Pinochet los términos de la convocatoria al plebiscito de 1988, acudió la oposición –no sin antes vencer aquellos que proclamaban que todo estaba arreglado para que ganara la dictadura- y ganó, Pinochet, con todo lo despreciable que haya podido ser para ellos, se mantuvo como comandante general del ejército y senador vitalicio, aún después de ganar Patricio Aylwin las elecciones. Mandela, creo que ustedes lo saben, estuvo preso 27 años, y durante años, más de ocho, sostuvo reuniones con el gobierno del apartheid para finalmente lograr lo que ya todos conocemos. Acuerdo de paz entre el Vietnam y Estados Unidos, estuvieron casi cuatro años negociando un acuerdo de paz en París, y nunca detuvieron las acciones de guerra, tampoco nadie acusó de traidores a la misión negociadora de Vietnam. El resultado ya ustedes también lo conocen. Colombia, durante cuatro años en La Habana, el gobierno de Santos fue negociando con las FARC un acuerdo de paz que ya fue firmado, y hoy en vías de hacer lo mismo con el ELN. Si las personas nos negamos al diálogo, a la posibilidad de acordarnos en algunas cosas básicas para garantizar la vida, el mundo se acabará en poco tiempo. No quiero llegar a creer que algunos de los nuestros sean capaces de decir: ¡que se acabe entonces!
Las posibilidades del "Maduro Vete ya", son muy pocas, no hay fuerza suficiente para hacerlo posible. Nosotros mismos enterramos con el plebiscito del 16J cualquier oportunidad de llegar a un acuerdo para avanzar un poco más en la conquista del poder, que, insisto, no veo otra vía distinta a la acumulación paciente y progresiva de una importante fuerza institucional que, al final, haga posible el destierro de los gobernantes.
Ahora bien, ustedes me preguntaran por qué afirmo esto sobre el 16J. Porque los resultados a pesar de buenos, no son suficientes para generar una reacción en el adversario hacia nuestro objetivo político. No hay excusa que valga para justificar los resultados, porque el proceso fue enteramente nuestro, nos despachamos y nos dimos el vuelto, y allí están los resultados. Además, cuando hubo una pequeñísima oportunidad de hablar, creo que insinuada por el propio Maduro, enseguida la respuesta fue rotunda: No se diálogo con la dictadura. Allí terminamos de cerrar todas las puertas. Mis estimados, no sé si es lección de vida o conseja de manual de guerra, si cerramos al adversario, o enemigo, cualquier puerta de salida que habilite el menor costo posible en vida, incluso la de ellos, la reacción será elemental: estarán dispuestos a llegar hasta el final, hasta la muerte si es preciso. Como alguien me dijo a propósito de esto, si como autoridad no eres capaz de dar alguna garantía mínima al malandro, por ejemplo, que se entregue en presencia de un fiscal, de seguro te dirá: ¡ven y mátate conmigo!
Ahora bien, lo grave de ello no es que nos creamos un país rico, sino que por ser ricos, nos creamos que no debamos pagar por nada, debamos en su lugar disfrutar de las riquezas que Dios puso en nuestro subsuelo. Que sólo tenemos derechos y no deberes, revisen la Constitución Nacional y verán cuantos artículos hay referidos a los derechos y cuantos a los deberes. Tenemos derecho a todo porque somos afrodescendientes, o somos pueblos ancestrales, o somos pueblos de libertadores, o somos productores de petróleo, hierro, carbón, oro, o cualquier otro mito populista. ¿Qué mejor caldo de cultivo para un populista irresponsable, iluminado por la gloria de Bolívar y por el delirio de su propio ego, para conseguir que de esta manera lo siguiera la gente? Por eso tenemos casi cuarenta o más misiones sociales, aplaudidas y celebradas por quienes todo lo merecemos. Ellas van desde aquellas cual estrambóticas, hasta la última: “la chamba juvenil”, diseñada para terminar de ganar el apoyo del segmento poblacional que ahora le es más esquivo. Pero ese venezolano víctima de los espejismos, también hoy está en la calle, ahora presa del radicalismo inmediatista que supone la partida del tirano en cosa de semanas, días, u horas, según sea el grado de espejismo, alcanzable con sólo levantar unas barricadas y trancar las vías, y que es capaz de justificar destruir el país completo con tal de salir del castrocomunista. Esto me recuerda mucho aquella película, los cinéfilos entre ustedes la recordaran, donde una pareja de esposos se querellaron para divorciarse, y fueron destruyendo poco a poco la casa que habitaban hasta que colgados ambos de una gran lámpara del techo; cayeron, finalmente, y murieron agarrados a ella.
La verdad quisiera comerme las palabras, pero mucho me temo que también esta vez nos han vuelto a joder. Ya antes rechazamos cualquier forma de diálogo o negociación, un sector de la oposición le cayó a piedra a la mesa de dialogo. "Con la dictadura no se dialoga", "con el enemigo no se habla", y toda suerte de adjetivos que terminaron por acabar con el esfuerzo de El Vaticano, donde hasta el Papa resulto ser comunista, encompinchado con el comunismo internacional.
Mis amigos, el diálogo siempre es una opción, la negociación, también, eso ha sido siempre así, y lo seguirá siendo sí queremos tener mundo donde vivir. Tanto más, si no se tiene la fuerza suficiente para imponerse sobre el adversario. Varios ejemplos quiero citarles: Chile, la Concertación negoció con Pinochet los términos de la convocatoria al plebiscito de 1988, acudió la oposición –no sin antes vencer aquellos que proclamaban que todo estaba arreglado para que ganara la dictadura- y ganó, Pinochet, con todo lo despreciable que haya podido ser para ellos, se mantuvo como comandante general del ejército y senador vitalicio, aún después de ganar Patricio Aylwin las elecciones. Mandela, creo que ustedes lo saben, estuvo preso 27 años, y durante años, más de ocho, sostuvo reuniones con el gobierno del apartheid para finalmente lograr lo que ya todos conocemos. Acuerdo de paz entre el Vietnam y Estados Unidos, estuvieron casi cuatro años negociando un acuerdo de paz en París, y nunca detuvieron las acciones de guerra, tampoco nadie acusó de traidores a la misión negociadora de Vietnam. El resultado ya ustedes también lo conocen. Colombia, durante cuatro años en La Habana, el gobierno de Santos fue negociando con las FARC un acuerdo de paz que ya fue firmado, y hoy en vías de hacer lo mismo con el ELN. Si las personas nos negamos al diálogo, a la posibilidad de acordarnos en algunas cosas básicas para garantizar la vida, el mundo se acabará en poco tiempo. No quiero llegar a creer que algunos de los nuestros sean capaces de decir: ¡que se acabe entonces!
Las posibilidades del "Maduro Vete ya", son muy pocas, no hay fuerza suficiente para hacerlo posible. Nosotros mismos enterramos con el plebiscito del 16J cualquier oportunidad de llegar a un acuerdo para avanzar un poco más en la conquista del poder, que, insisto, no veo otra vía distinta a la acumulación paciente y progresiva de una importante fuerza institucional que, al final, haga posible el destierro de los gobernantes.
Ahora bien, ustedes me preguntaran por qué afirmo esto sobre el 16J. Porque los resultados a pesar de buenos, no son suficientes para generar una reacción en el adversario hacia nuestro objetivo político. No hay excusa que valga para justificar los resultados, porque el proceso fue enteramente nuestro, nos despachamos y nos dimos el vuelto, y allí están los resultados. Además, cuando hubo una pequeñísima oportunidad de hablar, creo que insinuada por el propio Maduro, enseguida la respuesta fue rotunda: No se diálogo con la dictadura. Allí terminamos de cerrar todas las puertas. Mis estimados, no sé si es lección de vida o conseja de manual de guerra, si cerramos al adversario, o enemigo, cualquier puerta de salida que habilite el menor costo posible en vida, incluso la de ellos, la reacción será elemental: estarán dispuestos a llegar hasta el final, hasta la muerte si es preciso. Como alguien me dijo a propósito de esto, si como autoridad no eres capaz de dar alguna garantía mínima al malandro, por ejemplo, que se entregue en presencia de un fiscal, de seguro te dirá: ¡ven y mátate conmigo!
No
valído, y menos apoyo, a quienes creen que para salir del gobierno, o régimen,
como mejor quieran definir, debemos
destruir el país, inmolar a nuestro muchachos, escudados en cartones
improvisados, atrincherados en barricadas que jamás resistirían la arremetida
de un vehículo blindado y tropa formada para la guerra. No quiero para mi país
una guerra civil que no ganaremos porque una guerra entre hermanos nunca se
gana, y, donde objetivamente hablando, no tenemos militarmente forma de ganarla. Ejemplos hay, revisen la
historia de otros pueblos e investiguen. España, por ejemplo, aún resiente los días de su
guerra civil de 1936, tras la cual se calaron a Francisco Franco hasta 1975. Quisiera
equivocarme, me comería con gusto lo que escribo, pero ya verán ustedes los
resultados de la constituyente del 30J.
No nos hagamos ilusiones, la harán y también acudirán electores. Esa es la
realidad, tampoco se acabará el mundo, y mucho menos será la última oportunidad,
saquemos eso de nuestra mente, se
volverá a empezar y se intentará otra vez, estoy seguro que mientras sea el
radicalismo infantil de la antipolítica quien guíe las acciones de la
oposición, no tendremos oportunidad de nada, salvo que sea el propio gobierno
por sus múltiples fisuras quien termine por definir el rumbo de nuestro país.
4.-
No dejemos que la geopolítica entre en juego en Venezuela, las fuerzas que hoy
mueven al mundo, igual que antes, lo hacen en acuerdo a los intereses de las
superpotencias. Un mundo dividido entre Rusia, China, Estados Unidos –aun a pesar de los esfuerzos que hace Trump para
autoiliquidar a los Estados Unidos del escenario mundial-, y la Unión Europea,
nos convierte en un simple peón del ajedrez mundial. Venezuela es actualmente
el principal deudor de China y Rusia en el subcontinente, ese dato no se cuánto
pueda pesar en las complicadas relaciones de este mundo multipolar, pero no me
cabe dudas que en cierto momento entrarán en consideración sí nuestros asuntos domésticos
se volvieran en una insufrible situación, en donde no fuera posible garantizar nada
a nadie. Resolvamos nuestros asunto dando margen a la política y no a la locura.
Finalmente, agradezco mucho el tiempo que se han tomado para leer estas reflexiones, considérense en plena libertad de expresar sus opiniones.
Finalmente, agradezco mucho el tiempo que se han tomado para leer estas reflexiones, considérense en plena libertad de expresar sus opiniones.
Un abrazo para todos,
suerte y éxito, son ustedes en otras tierras el nombre y luz de esta patria.
jueves, 31 de marzo de 2016
Venezuela gótica
Venezuela gótica
Por: Edinson Martinez
Si Bob
Kane hubiese vivido en este pequeño país del
norte de Suramérica, poco habría tenido qué imaginar
al momento de crear la célebre historieta del personaje que lo ha inmortalizado
-Batman y su ciudad gótica”-. La saga de
aventuras del superhéroe, como todos hemos seguido por décadas, tiene como
escenario una ciudad atormentada por el crimen,
plena de complicidades abyectas y autoridades que se desdoblan en favor
del delito, donde el cinismo y la
extravagancia de algunos de los personajes que la habitan, podrían haberse
inspirados perfectamente en varios de los muchos que frecuentemente observamos
en los noticiarios de nuestra televisión.
En
este país de casi treinta millones de almas, las crónicas periodísticas nos
alertan diariamente sobre el uso de armas de fuego de gran potencia dentro de
las cárceles, y también, desde fuera de ellas, es un hecho cotidiano, ya nada
excepcional en nuestra corriente realidad. Los malhechores -para decirlo al
estilo del afamado comic- en esos centros carcelarios, hacen correr a las autoridades, que a la
sazón, son quienes se las venden y conforme a ello gobiernen en los penales
cual imperio de maldad. Los tales pranes
-versiones tropicales de esos personajes estrambóticos y desalmados de la
historieta de los años cuarenta, derivada
luego en serie de TV en los sesenta, y en
películas posteriormente- son las verdaderas autoridades puertas adentro de las
cárceles y desde allí -como sucede en
las mismísimas serie televisiva y filmes-
urden las fechoría que engrosan las crónicas policiales de los periódicos.
Venezuela
tiene el record como el país más violento del
subcontinente, del continente, dicen algunos, y del mundo otros. La verdad es
que en cualquiera de los casos, es muy grave un hecho como este. Colombia, por
ejemplo, de quien se podría pensar ostentaría el primer lugar, cerró el año 2014
con 12.639 muertes violentas y en 2015 con 11.983. Un país, como ya sabemos, de insurgentes y narcotráfico. Para esos
mismos años, Venezuela, en cifras
oficiales, primeramente tuvo un saldo de 24.980 y para 2015 una cantidad de
27.875. Esto coloca los indicadores de muertes violentas por cada cien mil
habitantes, en 62 para el 2014 y 90 para 2015. Un contraste evidente con el
vecino país de 25 por cada cien mil. Es evidente que algo está fallando en la política de seguridad pública del gobierno
nacional; sin embargo, lo alarmante no
solo son los yerros gubernamentales, es también, el mensaje desalentador
-cuando no aterrador- que se transmite a la sociedad por boca y silencio de los
ministerios involucrados en el tema. Ver a la propia ministra de asuntos
penitenciarios en selfie
sonrientemente abrazada, dentro de un penal,
y sentada a la orilla de la cama de uno los supuestos pranes carcelarios, tanto como un
desatino personal, es principalmente una muestra inequívoca de la ausencia de
una política de seguridad nacional, una perla de aviesa impunidad. En cualquier
otro país del mundo habría sido esto un escándalo mayúsculo de incalculables
costos políticos y dimisión inmediata de la titular, además, de la obligada
rendición de cuentas.
Comparados
con nuestra propia historia, el país tiene hoy una tasa de mortalidad similar a
la tasa de decesos que tuvimos en tiempos en que la nación era azotada por
epidemias que asolaban todo a su paso -por cierto que comienzan a surgir de
nuevo-. La edad promedio de muerte por
violencia en Venezuela está entre 15 y 25
años, una liquidación progresiva de la generación de relevo, a la que habría de
sumarle, la emigración de jóvenes a otros países en busca de la oportunidad de
estabilidad económica y seguridad ciudadana que su propio país no puede
ofrecerles.
domingo, 13 de marzo de 2016
Tres desafíos económicos para un nuevo gobierno
Edinson
Martínez
@emartz1
Tres
aspectos del ámbito económico se convertirán en un verdadero desafío para un
nuevo gobierno, sea en el presente año o futuro cercano. El primero de ellos, es el relativo al control
y dominio de la inflación. Venezuela exhibe hasta ahora una de las más
alta del mundo, posición que ha venido consolidando desde hace varios años, inexplicablemente, por demás, en tiempos donde la tendencia mundial era
precisamente a la baja. En mi artículo anterior -“La inflación y el milagro económico al revés”-
describo, con las naturales limitaciones de una columna de opinión, el
comportamiento del fenómeno alcista en nuestro país.
Por
otro lado, dentro de la misma idea de los desafíos económicos para un nuevo
gobierno, es menester incluir el tema del crecimiento económico, para que de modo sostenido y diversificado nos haga salir
del atraso que ha significado hacernos más dependiente de la exportación
petrolera que todos los años precedentes, expresada en estos días como una verdadera
economía de puertos. El actual gobierno -porque en realidad es uno solo desde
1998-, precisamente, formuló su propuesta económica para los venezolanos en
aquellos días finales del siglo pasado, sobre la base de la diversificación productiva
y aniquilamiento de la dependencia crónica de nuestra economía de la factura
petrolera. Para esta fecha, 17 años después, el fracaso no podría ser más
estrepitoso, escandaloso, además de vergonzoso. En Venezuela, cerca
del 95% de nuestros ingresos en divisas son el resultado de la exportación de
crudo, el resto lo conforman bienes que podrían catalogarse como no tradicionales
a pesar de su limitada importancia en el acervo productivo nacional. Sin embargo,
a los fines y en abono a las cuentas oficiales, esas exportaciones de productos no
tradicionales sumaron en el 2006 un monto de 6,693 mil millones de dólares, el pico más
alto entre 1999 y 2015. De allí en adelante -2006-, las exportaciones no
petroleras comenzaron su cuesta abajo en la rodada -como bien dice el viejo
tango de Carlos Gardel- hasta ubicarse en 2013 en 2.100 millones de dólares, la
cifra más baja hasta la fecha. Como dato
referencial es oportuno señalar que la cantidad por el mismo concepto para 1998
fue de 5.011 millones de dólares, el monto más elevado del quinquenio Caldera
II -esta cifra es solo superada en los años 2004, 2005, 2006, 2007 y 2008, del
luengo periodo chavista de 17 años-, quien con tanta adversidad maniobraba estos
temas en la coyuntura económica de aquellos años.
Finalmente, el espinoso
asunto de la política cambiaria. El país lleva más una década de control
cambiario; es hasta ahora, el mayor tiempo que en nuestra historia ha durado un
control de cambios -la verdad que éste es un gobierno de records-. También, ha
sido probablemente el único caso en que dicha medida antes que por razones
meramente económicas, su permanencia por tan largo periodo obedece
principalmente a una visión política de quienes gobiernan –el actual
vicepresidente de la republica, llego a decir: “El control de cambio en
Venezuela no es una medida económica…,
es una medida política. Porque si nosotros quitamos el control de
cambio, ustedes sacan los dólares y nos tumban. Mientras gobernemos tendremos
que tener control…”-. Es decir, no fue una simple medida de urgencia cambiaria
por las circunstancias que el país vivió hace 13 años. Ha sido, en efecto, una
política de Estado, cuya pretensión es sostenerla indefinidamente en el tiempo.
Al final del camino el propio gobierno ha sido víctima de su medida de coerción política.
El esquema ya no soporta más.
A mi juicio, estos son y
serán el plato fuerte en una reconstrucción económica de Venezuela.
domingo, 6 de marzo de 2016
La inflación y el milagro económico al revés.
Edinson Martínez
@emartz1
Con
frecuencia se ha venido expresando que Venezuela presenta los niveles de
inflación más elevados del planeta, todas las proyecciones que sobre el tema se
hacen para el año en curso no hacen sino confirmar lo que por doquier se
comenta. Desde los analistas internacionales, pasando por los locales, que son
muchos y de muy variadas convicciones, hasta los ciudadanos de común vivir que
la sufren en cada visita al mercado, concluyen que efectivamente si no nos
encontramos en ese nada envidiable lugar, estamos pisándole los talones. La inflación, como la alta temperatura del
cuerpo humano, es la consecuencia de distorsiones o afecciones profundas del
cuerpo económico de un país. Es de todas las anomalías la que con mayor rapidez
devora el sustento de los trabajadores y
ni hablar de aquellos que no tienen una fuente de empleo segura o permanente.
Es el camino directo al empobrecimiento progresivo de la sociedad, y soporte, además, de las violentas tensiones sociales que por norma general no
tienen un final afortunado. La inflación, de ser una patología social
desbocada, deviene entonces, en un espinoso
problema político para quienes dirigen la nación, en esencia, de eso se trata, de
un problema político que demanda actuaciones en ese campo. El incremento en el
nivel general de precios –para decirlo en otras palabras- una vez que toma
vuelo -como es nuestro caso, en donde en muy corto tiempo se han vaticinado
varias proyecciones, siempre al alza, a contrapelo de los anuncios oficiales
para contenerla-, desarma al populismo, lo vuelve trizas, en cualquiera de sus
variantes, porque sencillamente en su esquema no hay soluciones, y es allí donde
quedan al desnudo toda la colección de yerros en el campo económico que
precedentemente y de modo acumulativo se fueron tomando. La inflación es el
actor político que socava la viabilidad y legitimidad de gobiernos, el mundo
está lleno de sonoros y callados ejemplos a lo largo de nuestra historia
contemporánea, y precisamente, esa senda la está transitando el gobierno de
Maduro, cuya obstinación en un ensayo político con tan notorios y perseverantes
errores en materia económica, no le auguran otra cosa que la salida por la
puerta de atrás de la historia. No es posible contener la inflación en
Venezuela con la misma receta bolivariana que por todos estos años se ha venido
aplicando.
Venezuela se ha convertido en un país de records negativos en el campo económico, hasta hace poco sus
autoridades ignoraban el tema, lo soslayaban y como quien pretende esconder el
sol con un dedo, la autoridad monetaria optó por no emitir los boletines con
los indicadores de inflación para evitar, como es natural, el comentario
colectivo y la respectiva valoración del desempeño económico junto a los otros
indicadores que también son de obligatoria publicación. Pero los ojos del mundo están sobre nuestro
país. Somos el milagro económico al revés, nos convertimos en aquella parte del
mundo a la que se debe estudiar para no cometer los disparates que ampulosamente
se han exhibido como logros en todos estos años.
La
inflación, tal como ahora la conocemos, es un hecho nuevo para los venezolanos,
nunca antes tuvimos indicadores que sobrepasaran reiteradamente los tres
dígitos. Durante la dictadura de Pérez Jiménez, en el lapso 1951-1957, los
niveles de precios se movieron en torno al 0.75 % anual, una especie de paraíso de la estabilidad de precios. Para los
primeros años de la democracia los números giraron cercanos y ligeramente sobre el 1,5 % anual -estamos hablando de los periodos
gubernamentales de Rómulo Betancourt y Raúl Leoni-, para el gobierno de Caldera
la inflación se ubicó en 3,65% anual, era evidente que comenzaba una tendencia
al alza de los niveles de precios en el país. Cuando llegamos al periodo de la
“Gran Venezuela” de CAP los indicadores se dispararon a 9,86 % -el triple del gobierno anterior-. El gasto
público -otra vez el mismo detonante, pero sin las adicionales perversiones que hoy
padecemos- descontrolado cuya principal base de expansión lo constituyeron los
incrementos de precios del barril petrolero, comienza a incorporar a la nación
en el tortuoso camino de los aumentos de los niveles generales de precios.
Desde entonces, nunca más pudo
contenerse la inflación y nuestra economía la metabolizó como un mal endémico. Esa es la verdad.
Durante el siguiente quinquenio, en el periodo del hombre que arreglaba esto,
según el decir de la campaña presidencial del bonachón y atinado refranero que
muchos recordamos, el promedio ascendió
a 16,7 % anual. Y vale la pena detenerse un poco aquí. El gobierno de Luis
Herrera Campins diseñó su estrategia
económica sobre la premisa de bajar el “recalentamiento de la economía”, corregir
sus desequilibrios estructurales y la presión alcista de los precios, la visión
estatista y dispendiosa del gasto público del quinquenio precedente, alimentada
por las cotizaciones elevadas del crudo venezolano, constituían el anómalo cuadro
económico que recibía aquel 12 de marzo de 1979 –mención aparte merecerían sus
acotaciones y celebres referencia a la deuda externa generada por el gobierno
de Carlos Andrés Pérez-. Al cierre de este lustro presidencial la inflación no cedió,
casi duplica la de su predecesor. Durante la gestión de Jaime Lusinchi el
promedio anual rompió todos los records y se montó en 34,1 % Los que siguieron CAP II y Caldera II son
historia relativamente reciente, el pico mayor de aquellos años se lo lleva
1996 con el 103,2 % Periodos de mucha
tensión política y militar en nuestra historia, sin embargo, fue en el quinquenio del presidente Rafael Caldera II, cuando pudo
revertirse la tendencia alcista del fenómeno -insisto, porque es bueno no
perder detalles, año tras año, la inflación
había venido creciendo sin contención alguna desde la caída de la dictadura-. La “Agenda Venezuela”, en ese sentido, fue la
clave para torcer el brazo del incremento sostenido en los niveles de precios,
del pico alcanzado en 1996, para el fin del periodo gubernamental, es decir, en
1998, la inflación alcanzó el 30 % -era la primera vez que un escenario así se
presentaba- y de allí en adelante la tendencia a la baja se consolidaría.
Cuando
el gobierno del finado se inició en 1999, lo hizo con una herencia de control
inflacionario que había resultado efectiva, con tendencia reiterada a la baja
luego de 1996; además, sin control
cambiario, niveles de deuda externa manejables y precios internacionales del
crudo en torno a casi los ocho dólares el
barril, que le agregaban a la gestión previa martirio económico a las
metas gubernamentales. Cuando se mira en la distancia del tiempo las
dificultades económicas e institucionales que vivió el país en esos años, es
inevitable concluir –en un juicio desapasionado y razonablemente equilibrado- que
fue una gesta haber cerrado el periodo con los indicadores que se le entregaron
al nuevo gobierno. En 1999 los números de la inflación se bajaron al 20 % con lo
que se confirmaba la tendencia que precedentemente se había marcado. Solo
cuando el populismo cedió terreno al sentido común, fue posible dominar el
demonio de Tasmania en que se había convertido la inflación en Venezuela.
Ahora
bien, en los tiempos que se inician con el finado –especie de reencarnación de Bolívar,
según acuciosa observación de Daniel
Ortega- era previsible que la inflación se descocara al final del camino, como ahora precisamente la vivimos, nunca
antes las cifras que perseverante y abruptamente suben por estos días, las habíamos
padecido los venezolanos –en tiempos por cierto en que en todo el continente y en
el mundo entero, las inflaciones elevadas, por sobre el 5 % anual, y 0,5
mensual, son una suerte de rara avis, que suscitan interpelaciones
y enconadas críticas a ministros de economía-.
Estas desproporciones del nivel de precios son la consecuencia de lo que ya hemos dicho,
la acumulación de todos los disparates que en el terreno económico que nadie en
su sano juicio cometería. Una caída progresiva de la oferta de bienes por la
destrucción irresponsable, cuando no perversa, de los factores productivos, que
abarca desde la ocupación, expropiación, y apropiación ilegal de fincas y
empresas de todo género. La dependencia absoluta como jamás se tuvo, de un solo
producto de exportación, cuyos frutos se destinaron preponderantemente a
convertirnos en una economía importadora, fuente de guisos y chanchullos que
son noticia roja en todos los diarios. Una desquiciada expansión del gasto público
solo sostenible por mayor endeudamiento cuando
los precios del crudo se desplomaron -como siempre ha sucedido durante todos los
ciclos económicos mundiales-. Y finalmente la extensión del control de cambios
por un tiempo más allá de lo necesario, cuyas flexibilizaciones, solo
produjeron un engendro cambiario con tres tipos de cambios, contexto de ventajosas condiciones para toda clase de
manipulaciones cambiarias que con una frecuencia insólita en nuestros países, siempre terminan beneficiando a unos pocos bien conectados con el sistema.
Vivimos
un momento muy difícil, no hay soluciones fáciles y de corto plazo para los problemas
económicos del país. Pero es claro que con unas proyecciones de 350 % y últimamente
750% del nivel general de precios para este año, para cualquier gobierno la prioridad
en materia económica tendría que ser el abatimiento de la inflación, y eso no
es posible si no se actúa sobre las
causas estructurales que la originan, entre ellas, naturalmente, el propio
gobierno del presidente Maduro. Mención aparte ha de merecer el tema de la escasez, que en su momento abordaremos.
lunes, 15 de febrero de 2016
Un gobierno eficaz
Edinson Martínez
@emartz1
Vivimos en un país
que se mueve en cámara lenta. Todos o la mayor parte de los servicios públicos y
dependencias gubernamentales, de cualquier género y nivel del territorio nacional, se mueven a un ritmo
que no corresponde a las exigencias de las personas. Desde el trámite más insignificante hasta cualquier
otro de mayor exigencia -que en cualquier lugar del mundo más o menos
organizado, se limita a unas cuantas horas de espera-, aquí podría convertirse
en días y hasta semanas de tortuosas diligencias, con sus respectivas cargas
onerosas sobre los interesados. Nuestros
gobiernos son malos, son escasos y precarios para atender las complejidades de
una sociedad que cada día demanda mejor atención. Reconocerlo es la primera condición de una buena gerencia pública. Necesitamos
buenos gobiernos, en general para todo, pero básicamente, para acortar la distancia entre la toma de decisiones
y los resultados; también, para disminuir
la brecha entre las expectativas colectivas y la satisfacción de ellas.
Ahora bien, ¿qué
es un buen gobierno? No es difícil responderse,
es además, demasiado sencillo como complicado conseguirlo. Un buen gobierno es
un gobierno eficaz. Y ser eficaz es conseguir resultados en tiempo oportuno
para satisfacer las necesidades de las personas. Habría que agregar, adicionalmente,
que dichos resultados deben guardar una
correspondencia racional con el empleo de los recursos requeridos para tales
fines. Entonces, un gobierno eficaz consigue resultados en tiempo oportuno con
el uso racional de los recursos de que dispone.
Muy bien, antes
dijimos que es muy fácil responder qué es un buen gobierno, la situación se complica al intentar lograrlo.
En efecto, no es fácil en nuestros países, y en general, en cualquier lugar del
mundo, probablemente la tarea para nosotros sea mayor por ese largo historial
de populismo que pareciera estar en nuestra genética. Pero, volvamos, ¿si es tan sencillo por qué no
somos eficaces? Seria larguísima la lista de posibles causas, todas validas sin
duda alguna, pero vamos a limitarnos a unas pocas que creo corren con el mayor peso
en el tema. Comencemos por algunas de ellas.
El peso de la
burocracia y trámites gubernamentales. Es evidente que una simplificación de ellos contribuiría
de modo directo en la calidad de la gestión.
Las personas cuando acuden a una entidad pública aspiran soluciones, no desean
complicaciones adicionales a las que ya significan las razones que le han movido
hasta la dependencia gubernamental. El tiempo perdido tiene costos financieros
para ellas, y también, para los entes oficiales. Sin menoscabo, de los costos políticos
que eventualmente pueden ocasionarle a la gestión.
La ausencia de tecnologías de información y una adecuada
plataforma electrónica. No es raro encontrar en cualquier dependencia pública computadoras
precarias, sin conexiones en red y en muy mal estado de operatividad. Una
razonable plataforma electrónica mejora
la calidad de las prestaciones públicas y simplifica la burocracia. Disminuye los
costos operativos y abona el camino a la sostenibilidad fiscal de los servicios
públicos.
Un manejo
deficiente de las estadísticas. Un gobierno eficiente se orienta por las estadísticas,
ellas son fuentes de información fundamental para la toma de decisiones. Las estadísticas
nos muestran los resultados y la calidad de la gestión. La evidencia estadística
es la base para la evaluación gubernamental. Cualquier decisión que las soslaye corre el
riesgo de generar nuevas situaciones de impredecibles consecuencias para la
calidad de la gestión.
Gobiernos
cerrados, poco transparentes y personalistas. Un gobierno transparente es el
mejor antídoto contra la corrupción. En el país tal vez no haya ni una sola excepción
en que un jefe de gobierno asuma sus deberes más allá de su impronta personal.
Todos quieren ver su cara y nombre reflejados en las más nimias de sus acciones gubernamentales. Este
modelo se repite en los espacios de poder que subalternamente se ubican debajo
del gobernante. Centralizan la gestión a
través de las tomas de decisiones, y en función de ello, como efecto cascada,
cada cual reproduce el modelo personalista y centralizador. Las consecuencias
son esas largas horas de espera que afectan a los ciudadanos que acuden todos los días a
estas instancias.
La calidad del recurso humano público. Seguro
existen honorables excepciones en todo el país, pero en general, el capital humano de nuestros
entes oficiales es de una pésima formación profesional. No abundemos en las
causas porque este seria tema de otro análisis.
¿Será posible
tener gobiernos eficaces en Venezuela? Probablemente sí ¿Cuándo? Permítanme hacer
una concesión religiosa de alguien que no lo es. Solo Dios lo sabe.
sábado, 15 de noviembre de 2014
¿Qué opinarían los zulianos?
Edinson Martínez
@emartz1
Hace
unos días, el nueve de noviembre de este año, para mayores precisiones, en la región de Cataluña, se llevó a cabo una
consulta independentista, llamada así por sus promotores, en éste caso, el
presidente de la Generalitat, Arturo Mas. El propósito de dicha consulta era responder
sobre dos preguntas relativas al futuro inmediato de esta importante porción de
España.
Las
preguntas en cuestión fueron las siguientes:
1.-
¿Quiere que Cataluña sea un Estado? Y en caso de ser afirmativa la respuesta.
2.-
¿Quiere que sea un Estado independiente?
Esta
consulta pública, sin carácter vinculante -bueno, es decir, que aun cuando no
vinculante, ha estado en el centro de
una intensa polémica jurídica y política en España-, pero de
resultados estratégicos sobre el futuro próximo, movilizó a más de 2.250.000
ciudadanos, de ellos 1.861.753 votaron por la opción Sí-sí. Es decir. Sí
quieren que Cataluña sea un Estado, y que además, sea un Estado independiente.
Dada
la conmoción política que de ello se derivaría, toda vez que el estamento político
español buscó por todos los medios dinamitar la iniciativa, el presidente Arturo Mas, ha dicho rápidamente
que los catalanes “no piden nada que no se haya
reconocido ya a otros pueblos", y cita los casos de Escocia y Québec, donde la independencia fue rechazada, y los de Lituania y Montenegro, donde sí triunfó el independentismo.
Estos
sucesos en pleno desarrollo y de los cuales veremos muchos más en los tiempos
por venir, probablemente apunten las ruedas de la historia hacia el surgimiento
de nuevas nacionalidades o dicho de otro
modo, el reconocimiento pleno de lo que en efecto son realidades concretas en
varias partes del mundo. Creo que es válido
apuntar que muchas de las conformaciones regionales y nacionales actuales, surgieron
de procesos históricos que para el momento eran la expresión de los intereses dominantes
de la época. El mundo de hoy ya no es el
mismo, y tampoco, las corrientes de la historia que lo mueven. Algunos de los pueblos
que hoy conocemos formando parte de naciones, terminaron así, como resultado de
conflagraciones que los anexaron a estos, y en los casos más afortunados, el
saldo de pactos, tratados o acuerdos.
viernes, 10 de octubre de 2014
Balada del preso insomne
Por: Laureano Márquez
En 1920, en plena dictadura de Juan Vicente Gómez, en la cárcel de La Rotunda –donde se encontraba preso por soñar libertades– el caricaturista Leoncio Martínez (Leo) escribe la “Balada del preso insomne”. Se trata de un largo poema que, a pesar de estar escrito por un humorista, induce en el alma venezolana que lo lee una infinita tristeza: esa que se nos instala en el corazón cada vez que pensamos que nos merecemos un destino mejor.
Estoy pensando en exiliarme en irme lejos de aquí. En él, cuenta Leo que está pensando en buscar un lugar en el que brillen las libertades que no encuentra en su país. Me vino a la memoria la balada cuando, ante una pregunta de un periodista acerca de si está pensando en irse, nuestro querido Weil responde: “¿y qué venezolano no lo ha pensado?”.
Por adorar mis libertades esclavo en cadenas caí. Echa uno un vistazo sobre el pasado: casi todos los venezolanos de bien, desde Miranda a esta parte, alguna vez tuvieron que largarse porque las adversidades de esta política históricamente intolerante y arbitraria les impidió vivir en paz. Escribo este artículo en medio de una gira en la que me he encontrado con venezolanos angustiados casi de Algeciras a Estambul, como diría Serrat.
¡Oh, la bendita tierra extraña donde nadie sepa de mí! En Dublín, mientras desayuno, un joven economista -un chamo- aparece con ropa de trabajador de la construcción y aprovecha su tea time para abundar en algo que no pudo comentarme el día de la función: que está trabajando en un proyecto para salvar a Venezuela y que quiere compartirlo conmigo a ver qué podemos hacer… y yo me aguanto las ganas de llorar.
Estoy pensando en exiliarme me casaré con una miss. En la noche, caminando por una calle con un frío que para un venezolano es excesivo, una muchacha me ofrece un menú para comer steak on the stone y su sonrisa al verme la delata y esta vez las lágrimas no se notan, porque Dublín es un excelente sitio para llorar porque llueve siempre. ¿Qué hace esa niña nuestra pasando frío en esa calle? ¿Qué locura de nuestro destino la llevó hasta allí, tan solita, tan lejos de casa, de los que la quieren?
Hablaré mal en otro idioma comeré bien otros menús. La única esperanza que tengo es lo orgulloso que me siento de mis compatriotas, del alma venezolana tan hermosa, de la sonrisa de mi gente bella que va a ver un monólogo de humor y viene a abrazarme al final con lágrimas en los ojos y uno les anima diciéndoles que todo va a estar bien. Cuando veo los miles de colibríes que siguen librando la batalla de la bondad y el bien, del arte y la cultura, que es la única “batalla” que habrá de salvarnos –porque nos salvaremos-me siento orgulloso de ser venezolano.
Por los Jacintos Convits, por los Ottos Limas Gómez, por los Rafaeles Tomases Calderas y por los Weils, Raymas y Zapatas, esta tierra nuestra florecerá; y tendremos museos y bibliotecas públicas; y vendrán turistas y nuestros hospitales salvarán vidas y nuestros hijos tendrán universidades de primera y caminaremos felices, seguros en noches de juerga, por las amplias alamedas de la libertad luego del teatro, luego de cenar, agarrados de la mano de la persona que amamos, en un país de esperanza que solo tendrá futuro, en el que el pasado solo será un mal recuerdo que nunca olvidaremos.
Ay, quién sabe si para entonces ya cerca del año 2000, esté alumbrando libertades el claro sol de mi país.
domingo, 3 de agosto de 2014
Vidas paralelas
Por: Marcelo Morán
Edinson Martínez presentó su novela Vidas paralelas el pasado 30 de julio en El Mural más Grande de Ciudad Ojeda. Obra que tuve el honor de leer el año pasado, cuando apenas era un manuscrito. La presentación estuvo a cargo de la profesora Xiomara Aragón y del publicista Rafael Sepúlveda en una ambiente lleno de cordialidad, signado por el reencuentro con viejos amigos del autor.
Vidas paralelas es una historia de ficción, contada en tercera persona donde la hegemonía de la intriga se hace presente desde el primer hasta el último párrafo de su trama. Es una novela de carácter urbana que refleja situaciones propias de una ciudad como la nuestra, o como cualquier ciudad de Venezuela; saturada de pasiones, campañas electorales e interminables apagones. Esta obra comienza con el recurso de anticipación; es decir; empieza por el final y retrocede al pasado para reconstruirse a lo largo de veintiséis capítulos a fin de activar nuestra imaginación y así poder llenar aquellos vacíos escamoteados que nos llevará sin tregua a una competencia lúdica con el autor. Cuenta con una prosa muy sencilla, sin mucha carga de adjetivos y animada por personajes (redondos) que poseen características propias que les permite evolucionar y lograr que el lector se identifique con ellos hasta el final que cada quien se haya recreado. En parte de la estructura, utiliza la técnica de flashback, es decir, contar desde el presente, un hecho que ya sucedió, para luego volver al principio y retomar el argumento. En español se le llama Analepsis. Con esta novela, Edinson amplía su repertorio como escritor que comenzó con la publicación de Mural de papel (1993): una compilación de artículos publicados en diferentes diarios de la región. Lagunillas, un desafío con calidad de vida para todos (2007): un estudio socioeconómico sobre el municipio Lagunillas. El Rey de la felicidad, cuento que mereció el tercer lugar en un concurso literario celebrado en España a mediados de 2010; en la que el autor vuelve a sumergirnos en una atmósfera de suspenso para hacernos crear nuestras propias fantasía, como ahora, en esta reciente novela. Estas últimas creaciones confirman el talento de Edinson para fabular, para tramar historias y concebir una realidad a través de la ficción. Edinson ha sido a lo largo de su vida un entusiasta promotor cultural; un Quijote con lucidez capaz de atrapar quimeras y darle corporeidad a fin de trasladarlas al mundo de lo posible como hizo con la mole gris, que se alzaba sobre el cielo de Las Morochas y se convirtiera a partir de 1993 en una obra de arte urbano; primero en su género en el mundo y adoptado después como símbolo de Ciudad Ojeda. Enhorabuena, la publicación de este libro viene a representar un gran suceso para nuestra ciudad; ávida siempre de grandes acontecimientos.
jueves, 21 de noviembre de 2013
Un municipio para progresar y vivir mejor (II)
Por: Edinson Martínez
@emartz1
“Este programa
es el resultado de una amplia consulta ciudadana. Hemos querido que sea letra y
música del pueblo de Lagunillas para avanzar por senderos de progreso y
bienestar para todos”
Mervin Méndez
Del artículo anterior quedamos
en esbozar los lineamientos del programa de gobierno del candidato a la
alcaldía de Lagunillas, Mervin Méndez. Antes debo decir que ha sido una grata
experiencia, de gran responsabilidad personal y colectiva para quienes
abordamos la encomienda de elaborarlo. Por mi parte, también debo admitir, que
nunca imaginé luego de tantos años de actividad política local, llegar a
desempeñar la condición de tutoría de semejante cometido de quien por varias
veces adversé electoralmente. La vida, como a veces suelo decir, es un libreto
por descubrir.
Luego de siete foros temáticos, media docena de conversatorios con sectores
productivos, artistas, jóvenes y
deportistas, donde además, recibimos a través de la web varias propuestas muy
especificas; dimos por finalizada la
metodología de consulta y participación, denominada: “Ideas para progresar y
vivir mejor”
Del resultado de toda esta jornada, nos planteamos entonces, la idea de transitar
progresivamente
hacia un nuevo modelo de crecimiento y visión del
municipio, esto implica repensarlo y reinventarlo a partir
del acervo y fortalezas acumuladas a lo largo de más de siete décadas de vida
productiva. Aspiramos apuntalar sus ventajas competitivas y modernizarlo a fin de abrirle cauce a una nueva realidad
local que debe tener la necesaria continuidad de largo plazo. No es una lista
de obras públicas lo que plateamos. Es una visión y proyecto de municipio lo
que nos ha ocupado por estos días, para decirlo en el lenguaje de los navegantes, es nuestra de carta de
navegación para los tiempos por venir.
Aspiramos un municipio
con mejores condiciones institucionales para la inversión privada;
especializado en servicios terciarios, de gran vocación industrial y
equipamiento urbano para el desempeño económico y la convivencia humana, con
fuerte impulso en el desarrollo de espacios para la cultura, recreación,
vivienda y comercio. Nuestra
localización y un mercado en crecimiento con alto poder adquisitivo, nos
confirman como un municipio de grandes
oportunidades. Trabajaremos para ubicarlo entre los treinta primeros con
mejores ventajas competitivas del país. Moderno, de gran inclusión y
solidaridad social, al mismo tiempo que generador de riqueza con empleo para
unos y rentabilidad para otros.
Siete son los ejes o
áreas definidas como estratégicas para la gestión. 1) Seguridad pública y ciudadana 2) Infraestructura, equipamiento y servicios públicos 3) Promoción de la inversión y el progreso
económico 4) Cultura, educación
y deporte. Identidad, valores y visión ecológica 5) Participación ciudadana,
comunitaria y solidaridad social 6) Desarrollo y fortalecimiento institucional 7) Mancomunidades y alianzas municipales.
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