jueves, 15 de noviembre de 2012

¿Poder eterno?

Por: Carlos Oteyza

Pareciera que el poder, en cualquier época, tiende a modelar el comportamiento de los que permanecen aferrados a él. Podríamos decir que los nubla y les hace perder las perspectivas del futuro, como si el presente se ensanchara groseramente y no hubiera cabida para otra forma de vivir sino ejerciéndolo, disfrutándolo para siempre. 

 De las lecturas hechas sobre cómo se manejó el poder durante la década de los 50 del siglo pasado, cuando la dictadura de Pérez Jiménez, siempre nos dio curiosidad saber si quienes lo ejercían en aquellas circunstancias dictatoriales se hacían preguntas como si podría la dictadura permanecer por décadas o si era posible vivir eternamente sin libertad de prensa; o acaso creían que de verdad el Nuevo Ideal Nacional iba a parir un nuevo venezolano obediente, adicto a los desfiles militares, sin preferencias partidistas. 

Quizás algunos veían su propia permanencia en el poder solamente como una etapa necesaria, como una contribución momentánea porque un sistema de gobierno alternativo se volvería a instalar. ¿Y los que ejercieron la represión asesinando, aplicando torturas y vejaciones a los adversarios políticos, no pensarían nunca que estas violaciones sistemáticas, efectivas en un momento, eran insostenibles en el tiempo? ¿No pensaron ellos en su futuro, en el de sus hijos? ¿Sería que el poder que ostentaban y los avatares por defenderlo no les daban tiempo para hacerse preguntas como "¿y después? ¿Qué será de nosotros cuando esto termine?" ¿Acaso abusar permanentemente no genera dolor, odios y posibles retaliaciones futuras? ¿Había tiempo para hacerse esas preguntas? ¿Se las hicieron? ¿Era pertinente hacérselas? 

En todo caso, lo que sí sabemos, es que el régimen perezjimenista un buen día se acabó. Lo que vivimos hoy no es, por supuesto, el calco del siglo pasado, pero el calibre del actual gobierno ha ido en aumento desde 1998 y una autocracia petrolera se ha ido consolidando. No es la tortura al estilo de la Seguridad Nacional lo que predomina hoy, pero la sumatoria de abusos desde todas las instancias del gobierno nos hace recordar que el comportamiento de los que detentan hoy el poder se parece cada día más a los que en aquella década lo manosearon. 

 Nos da la impresión de que algunos lo ejercen asumiendo que están cumpliendo con una obligación histórica: crear ­como en los años 50­ un nuevo venezolano, por lo tanto todo se vale. Las arbitrariedades de hoy son el costo que habría que pagar para parir el hombre nuevo del mañana. Muchos otros parecen considerar que les llegó el turno de mandar, y que si el ventajismo y los abusos son la norma que el régimen autocrático exige, ¿por qué no plegarse? Mantenerse en el poder exige fidelidad a la causa, y si la causa transgrede y abusa, "razones habrá", considerarán los fieles. 

 Desvincularse de responsabilidades individuales al gobernar repartiendo abusos, considerar que la estadía en el poder puede ser permanente, evitar hacerse preguntas incómodas en pleno goce de la autoridad, responder con arrogancia al desacatar las leyes, no son comportamientos novedosos. Tampoco lo es preguntarse si el poder puede ser eterno.

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