viernes, 5 de abril de 2013

En el ojo del huracán


Por: AGLAYA KINZBRUNER

No nos interesa en este momento evaluar la gestión de Chávez, ni la de Maduro tampoco. En cuanto a este último Gustavo Coronel escribió un excelente artículo el 27/3/13, llamado "La aterradora ignorancia de Nicolás sobre petróleo y apóstoles".

Lo que nos parece relevante es cómo ambos son percibidos por la gran masa popular y posibles semejanzas y contrastes.

Chávez encarna el mito de la Cenicienta. El muchacho pobre venido de abajo que se encumbró, llegó a ser Presidente, usó relojes caros, dicen que tenía desde la colección completa de Bulgari hasta un Patek Philippe, cada año aumentó lo que gastaba en higiene personal, baños y perfumes, ropa y viajes. Y con todo eso, jamás olvidó a su pueblo, por lo menos si de nombrarlo se trata.

Tampoco olvidó jamás a Hamás (¡oh! ¡la disonancia!), Hezbollah, Ahmadineyad, los Castro, Lukashenko, Al Bashir, Bashar al Assad, en fin, la créme de la créme.

Pero, como dijimos antes, no se trata de juzgarlo sino de establecer ciertos parámetros sobre la diferencia de percepción de parte del pueblo entre él y Nicolás.

Este último, al igual que Chávez, viene de un hogar humilde pero si uno se toma la molestia de indagar, de preguntar por ahí a ver qué piensan los demás obtendrá la siguiente percepción. "Es el muchacho que corre detrás de la ambulancia".

No hay elemento visual más claro que ese. A este respecto hay varias frases que se han vuelto populares. Una es de Capriles: Nicolás, no te vistas que no vas, y otra: Nicolás el Breve. Una duda terrible nos corroe.

¿Será que piensan aplicarle a Nicolás el famoso Método Chaz? Ciertamente que, en caso de ganar las elecciones, con este CNE tan injusto todo es posible, nadie parece pensar que Maduro se pueda eternizar en el cargo como su predecesor.

Maduro no dura, dicen. Vox populi vox dei. Desde que él lleva esta parodia de gobierno, hemos tenido dos devaluaciones, los presos políticos siguen presos y los periodistas, escritores, columnistas y caricaturistas han sido insultados y amenazados de muerte. No hemos observado la más mínima amplitud o finesse en su trato.

En cuanto a finesse y ya que los jesuitas están de moda, queremos contar la siguiente anécdota: un franciscano y un jesuita, grandes fumadores ambos, se cansaban de tanto rezar sin siquiera probar un cigarrillo. Deciden pedir el permiso correspondiente.

"¿Puedo fumar un cigarrillo mientras rezo?", le preguntó el franciscano a su superior.
"Claro que no", contestó éste indignado. Se reunió el franciscano con el jesuita y le contó su descalabro.
"Pues yo sí conseguí el permiso", contestó éste fresco como una lechuga.
"¿Y tú que preguntaste".
Satisfecho el jesuita contestó: "¿Puedo rezar mientras fumo? Y enseguida me dijeron que sí".

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