viernes, 5 de febrero de 2010

Cuatro febreros

Por: Fernando Luìs Egaña

El oficialismo es muy habilidoso en la práctica del "historicidio". Y ahora el ministro de Cultura anuncia un fondo especial para "el rescate de la memoria histórica", es decir para continuar promoviendo una versión de la historia venezolana que se entalle a las justificaciones retrospectivas de la llamada "revolución bolivarista". En esos tinglados el mes de febrero tiene una importancia casi mítica. Veamos.

El primer febrero del calendario rojillo es el de 1989. "El Caracazo" se presenta como el hecho precursor del socialismo del siglo XXI.

Su exaltación se hace de una manera tan fuera de contexto, que las graves violaciones a los derechos humanos cometidas por los efectivos militares se envuelven y silencian en un discurso apocalíptico en contra de la democracia representativa.

Tal es el delirio, que el señor Chávez anda formulando retorcidas analogías para amenazar a sus adversarios con nuevos "Caracazos"...

El segundo febrero, claro está, lo encarna el intento de golpe de Estado del 4F de 1992. En los anales de boinacolorá, la auto-apología de aquella insurrección castrense se equipara -y hasta empalidece- al 19 de Abril, el 5 de Julio o el 23 de Enero.

El meta-mensaje, como dirían los expertos, no es tan difícil de discernir: es en el golpismo y no en la política cívica donde se encuentra la legitimidad del poder. De allí que la consagración continuada del 4F termine siendo un estímulo para los uniformados que de pronto consideren que también les toca su hora gloriosa.

El tercer febrero se remonta a 11 años atrás, cuando empezaron los períodos presidenciales del señor Chávez. Y no importa que en ese tiempo el novel mandatario se esmerara en presentarse como un reformista civil alejado de los extremismos ideológicos, porque según la historia oficial el 2F de 1999 se inició la transición hacia la patria socialista y revolucionaria conforme a las coordenadas ejemplares de la revolución cubana.

Y el cuarto febrero lo estamos viviendo y padeciendo el conjunto de los venezolanos. Es el resultado de una década larga de división, desgobierno y destrucción.

Sus símbolos no están en una pretendida rebelión libertaria o en un triunfo electoral de amplia expectativa. No. Se representa por el racionamiento, la escasez, la carestía, la violencia delictiva, la represión, y la desmejora acelerada de la realidad nacional en todos sus ámbitos.

Es el llegadero de tanta insania en función gubernativa: la que hizo posible el malbaratar una de las mayores oportunidades de cambio positivo que haya tenido la trayectoria venezolana.

Y toda la palabrería que se vierta para conmemorar el primero, segundo y tercer febrero, ya no será suficiente para esconder la tragedia del cuarto.

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