domingo, 5 de septiembre de 2010

Trabajo decente y capital solidario

Por: Emeterio Gómez

La perspectiva que se abre para Venezuela a partir del 26S es prometedora... y preocupante. El chavismo
ya no da más, se está cayendo a pedazos, y sean cuales sean los resultados de esa elección, los días del "Proceso" están contados. En el muy peor de los casos, meteremos 57 es decir el 34% de los diputados y eso -aunado a la radical inviabilidad del comunismo- bastará para cambiar sustancialmente el escenario político del país. Allí reside lo prometedor; lo preocupante, altamente preocupante, es que en la Oposición no tenemos una perspectiva clara que nos facilite la Reconstrucción que nos espera. La vamos a lograr de todas formas, porque nos sobran las ganas, pero no tenemos nada que se parezca a una Propuesta de País y mucho menos a un Proyecto de Sociedad que nos sirva de guía.

En ese sentido, y a esos fines, tal vez pueda modestamente Alianza para el Diálogo hacer aportes -un pequeño equipo de gente muy valiosa que intenta ayudar a establecer puentes entre empresarios, trabajadores, gerentes y sindicatos. El marco teórico dentro del cual trabajamos se resume en el título de este artículo. Por el lado de los obreros, la noción de Trabajo Decente que dignifica y eleva espiritualmente al Ser Humano: una propuesta de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), adscrita a la ONU. Una visión que supera con creces los enfoques marxistas centrados en la anacrónica Lucha de Clases y que apunta a la reconciliación plena entre el Trabajo y el Capital. Y, del lado de los empresarios, la idea de Capitalismo Solidario: mucho, pero muchísimo más que la simple Responsabilidad Social de la Empresa. La introducción entusiasta de la idea de Responsabilidad Moral del Capital... y de los sindicatos: la aproximación ética y espiritual entre trabajadores y capitalistas, a partir por supuesto de un cambio radical en la actitud de ambos "bandos". Un objetivo lejano, pero por el cual vale la pena pelear. Alianza para el Diálogo contribuirá muy humildemente a desarrollar el marco conceptual dentro del cual quepa dicho acercamiento capital-trabajo.

Esa reconciliación se inscribe provechosa y esperanzadamente en el contexto de la quiebra del esquema político básico que signó a los últimos 400 años de la cultura occidental, es decir, al periodo conocido como la Modernidad: nos referimos, por supuesto, al agotamiento de la tradicional confrontación entre la Izquierda y la Derecha; ninguna de las cuales tiene ya sentido. Ese choque que supuestamente surgió durante la Revolución Francesa, por la forma en la que se sentaban los diputados en la Convención: los monárquicos a la Derecha y los revolucionarios a la Izquierda. Un enfrentamiento que en realidad venía de muy lejos, de las entrañas de la Edad Media, en la que la naciente Burguesía -la que se formó en los burgos, alrededor de los castillos feudales- empezó a diferenciarse de la nobleza y de los reyes. Esa confrontación que viene de tan lejos y que, como ya dijimos, se refuerza en los siglos XVI y XVII (con el advenimiento de la Modernidad), ¡¡esa es la que hoy está muriendo!! Un deceso cuya ratificación más plena podría ser la coincidencia total e inaudita, a fines del siglo pasado, entre José María Aznar un supuesto derechista español y Tony Blair, un supuesto izquierdista inglés. Ni la Izquierda ni la Derecha tienen hoy ningún sentido o, como suele decirse, "ahora todos somos de Centro"; y ese es el marco adecuado para ponerle fin al más grande de los infinitos errores de Marx: la Lucha de Clases, la necia confrontación entre el Trabajo y el Capital.

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