Por: Elizabeth Fuentes
Patética, por decir lo menos, la imagen de aquel puñito de gente ubicada en los balcones de la Asamblea Nacional, erigiendo cada quien la foto de algún familiar asesinado durante los años 1958-98, imitando la estrategia que usaron los argentinos hace más de dos décadas para denunciar a los dictadores militares y su práctica perversa de torturar y desaparecer a los opositores políticos.
Patética y ridícula la imagen, por agregarle otro adjetivo, porque justamente esa semana habían sucedido los lamentables hechos de El Rodeo y a los izquierdistas trasnochados de la Asamblea no se les ocurrió otra idea más brillante que la de tapar el sucio con más sucio, incluyendo en la estrategia resucitar a José Vicente Rangel, quien tan buenos dividendos sacó en el pasado como denunciólogo profesional de los abusos del poder.
Con el mismo ánimo de Fidel entrando triunfante a La Habana o el Che tomando Santa Clara, los diputados y sus aplaudidores se afanaron en buscar esa tarde una epopeya que les otorgara finalmente un reconocimiento a todo lo que sufrieron en la década del 60, desfilando por el micrófono de la Asamblea Nacional más de un anciano o anciana que se dedicó a recordar lo glorioso de la lucha armada, lo mucho que se fajaron a sufrir en el monte y lo bien que finalmente lo hicieron no precisamente ganando la guerra sino apoyando a Hugo Chávez, jaladora inmisericorde que llevó a una señora a afirmar que si los presos de El Rodeo hubiesen pertenecido a un Consejo Comunal, seguramente hoy serían hombres de bien... o algo así.
La broma es que hablar de desaparecidos, única y exclusivamente durante el periodo 1958-1998, se les fue de las manos al PSUV y sus viejitos invitados, no sólo porque la sola palabra rememora un chiste fácil (los desaparecidos de 1998 en adelante son el aceite, la carne, la leche, la luz, la seguridad, la honestidad, la ética, la justicia y así sucesivamente), sino porque en esa galería de discurseadores más de uno tiene su rabo de paja y los viejos izquierdistas que ahora están del otro lado de la acera les fueron sacando el currículum a medida que iban tomando el micrófono ante las cámaras de ANTV.
Como en el cuento "La Foto", de Luis Britto Garcia, "esa señora que llora cuando menciona a Hugo delató a todos sus compañeros de la guerrilla... a aquella otra le asesinaron al marido porque ambos eran los que vigilaban al secuestrado Niehous y el ejército los agarró con las manos en la masa... aquel se quedó con medio botín del robo de un banco supuestamente destinado a financiar la revolución...".
Sin olvidar la guinda que le colocó a la torta el diputado Walter Márquez cuando, documentación en mano, les enrostró que Ramón Rodríguez Chacín participó en la masacre de El Amparo y El Amparito, y más de un familiar de esas víctimas debería colocar su fotota en la galería de los acusados.
Triste tarde para el chavismo. No pudo su circo diluir el horror de la realidad carcelaria ni las imágenes del armamento incautado, ni las preguntas sobre quiénes les venden las armas o las fotos de los familiares esperando en los alrededores de las cárceles, buscando el nombre de alguno de los suyos en la lista de los muertos "privados de libertad".
Que los "privados de libertad" no sólo están en El Rodeo o Yare sino también "privados de libertad" estamos el resto de los venezolanos, gracias a un gobierno irresponsable, incapaz de combatir la delincuencia y mucho menos prevenirla.
Ya me gustaría ver en la Asamblea Nacional a los familiares de los miles de venezolanos asesinados a diario, cargando la foto de su familiar y solicitando que se enjuicie a los responsables de semejante masacre, acaecida entre 1998 y 2011. Eso sí que sería tremendo debate.
Patética, por decir lo menos, la imagen de aquel puñito de gente ubicada en los balcones de la Asamblea Nacional, erigiendo cada quien la foto de algún familiar asesinado durante los años 1958-98, imitando la estrategia que usaron los argentinos hace más de dos décadas para denunciar a los dictadores militares y su práctica perversa de torturar y desaparecer a los opositores políticos.
Patética y ridícula la imagen, por agregarle otro adjetivo, porque justamente esa semana habían sucedido los lamentables hechos de El Rodeo y a los izquierdistas trasnochados de la Asamblea no se les ocurrió otra idea más brillante que la de tapar el sucio con más sucio, incluyendo en la estrategia resucitar a José Vicente Rangel, quien tan buenos dividendos sacó en el pasado como denunciólogo profesional de los abusos del poder.
Con el mismo ánimo de Fidel entrando triunfante a La Habana o el Che tomando Santa Clara, los diputados y sus aplaudidores se afanaron en buscar esa tarde una epopeya que les otorgara finalmente un reconocimiento a todo lo que sufrieron en la década del 60, desfilando por el micrófono de la Asamblea Nacional más de un anciano o anciana que se dedicó a recordar lo glorioso de la lucha armada, lo mucho que se fajaron a sufrir en el monte y lo bien que finalmente lo hicieron no precisamente ganando la guerra sino apoyando a Hugo Chávez, jaladora inmisericorde que llevó a una señora a afirmar que si los presos de El Rodeo hubiesen pertenecido a un Consejo Comunal, seguramente hoy serían hombres de bien... o algo así.
La broma es que hablar de desaparecidos, única y exclusivamente durante el periodo 1958-1998, se les fue de las manos al PSUV y sus viejitos invitados, no sólo porque la sola palabra rememora un chiste fácil (los desaparecidos de 1998 en adelante son el aceite, la carne, la leche, la luz, la seguridad, la honestidad, la ética, la justicia y así sucesivamente), sino porque en esa galería de discurseadores más de uno tiene su rabo de paja y los viejos izquierdistas que ahora están del otro lado de la acera les fueron sacando el currículum a medida que iban tomando el micrófono ante las cámaras de ANTV.
Como en el cuento "La Foto", de Luis Britto Garcia, "esa señora que llora cuando menciona a Hugo delató a todos sus compañeros de la guerrilla... a aquella otra le asesinaron al marido porque ambos eran los que vigilaban al secuestrado Niehous y el ejército los agarró con las manos en la masa... aquel se quedó con medio botín del robo de un banco supuestamente destinado a financiar la revolución...".
Sin olvidar la guinda que le colocó a la torta el diputado Walter Márquez cuando, documentación en mano, les enrostró que Ramón Rodríguez Chacín participó en la masacre de El Amparo y El Amparito, y más de un familiar de esas víctimas debería colocar su fotota en la galería de los acusados.
Triste tarde para el chavismo. No pudo su circo diluir el horror de la realidad carcelaria ni las imágenes del armamento incautado, ni las preguntas sobre quiénes les venden las armas o las fotos de los familiares esperando en los alrededores de las cárceles, buscando el nombre de alguno de los suyos en la lista de los muertos "privados de libertad".
Que los "privados de libertad" no sólo están en El Rodeo o Yare sino también "privados de libertad" estamos el resto de los venezolanos, gracias a un gobierno irresponsable, incapaz de combatir la delincuencia y mucho menos prevenirla.
Ya me gustaría ver en la Asamblea Nacional a los familiares de los miles de venezolanos asesinados a diario, cargando la foto de su familiar y solicitando que se enjuicie a los responsables de semejante masacre, acaecida entre 1998 y 2011. Eso sí que sería tremendo debate.
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