sábado, 9 de julio de 2011

Nadie es para siempre

Por: Eli Bravo

Ver la muerte a los ojos es algo que cambia la vida. De ello pueden dar fe muchos sobrevivientes. En sus testimonios, suelen hablar del cambio de perspectiva que experimentan, de una nueva manera de sentir el presente con mayor intensidad. Por lo general también concluyen que hay una verdad irrebatible: es imposible escaparle a la muerte porque está entretejida con la vida.

Quienes han tenido sus días contados suelen decir que la muerte trae una mayor humildad, que pone en evidencia la fragilidad del cuerpo, y como si fuese un poderoso detonante, abre el corazón al amor. Ella deja en claro la finitud de nuestro tiempo en la tierra y la necesidad de sembrar para trascender.

Para quienes somos testigos, la muerte que se acerca a otro cuerpo nos hace más conscientes del propio. Y a medida que envejecemos y la vemos llevarse nuestros afectos, lo único que podemos hacer es prepararnos para el día en que toque nuestra puerta.

En Venezuela los últimos días han girado en torno al cáncer del Presidente. Su enfermedad es la metáfora más cruda de los últimos años en el país, poniendo en relieve las intrigas, los resentimientos, las ambiciones y la polarización que echaron profundas raíces en la sociedad. Más allá del hombre ante la posibilidad de su muerte, asunto que Hugo Chávez pareciera enfrentar con el engañoso ego que por años lo ha movido en el poder, el huracán que su tumor trajo a escena ha sacado a relucir lo mejor y peor de cada quien.

El Presidente está librando la batalla más difícil de su vida, y no es precisamente contra el cáncer, sino contra la irreversible realidad de que no vivirá para siempre. Es una lucha similar a la que enfrentan sus seguidores, entregados al culto a la personalidad como una variante religiosa. Y entre sus opositores, esta es una ventana de oportunidad que deberían ver como un espejo: en la dinámica de causa y efecto, las motivaciones detrás de sus próximas acciones determinarán su futuro.

Al final del día, lo más acuciante no es si Chávez vivirá o no. Más bien es ¿cómo sanará Venezuela de la enfermedad social que padece? En esta pregunta y sus respuestas están las claves de la supervivencia y de la naturaleza humana de cada venezolano.

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