martes, 18 de octubre de 2011

Indignados versus moderados

Por: Roberto Giusti

Paradojas aparte, mientras el movimiento 15M (indignados españoles) se extiende por el mundo, el Partido Popular se dispone a arrasar en las elecciones del 20 de noviembre y todo parece indicar que gozará de mayoría absoluta. En Francia, por el contrario, las protestas se concentraban en la Plaza de la Bastilla contra la banca europea al tiempo que el precandidato, Francoise Hollande, se imponía en las primarias del Partido Socialista con sus tesis de "una izquierda realista" y alentadoras expectativas de derrotar al presidente Sarkozi. En EEUU el comando de campaña de Barack Obama, precandidato solitario para las primarias del Partido Demócrata, anunciaba la recaudación de 70 millones de dólares en sólo tres meses, proveniente de más de 600 mil pequeños aportantes, en paralelo a la expansión, por todo el país, de la protesta de los Occupy Wall Street.

Estas tres situaciones, en países del primer mundo, plantean el divorcio entre una oposición formal, cargada de sensatez, cuando no de aquiescencia ante los factores desencadenantes de la crisis económica mundial, incluyendo la forma de resolverla y un naciente movimiento globalizador de la protesta espontánea y ya no tan espontánea.

Pero dentro de la similitud abundan las diferencias y se da por descontado que el 45% de intención de voto al Partido Popular español no tiene nada que ver con los ocupantes de La Puerta del Sol, en un país donde el paro juvenil alcanza el 45%. Al punto que el ex presidente del Gobierno, José María Aznar, calificó al movimiento como de "extrema izquierda, marginal antisistema".

En EEUU, por el contrario, el presidente Obama saludó a los indignados advirtiendo que encarnan la frustración ciudadana ante el sistema financiero. Para Obama esa indignación "se expresará políticamente" aludiendo a su eventual reelección sobre los hombros de una mayoría que le permita hacer lo que los republicanos le han impedido, valga decir, entre otros propósitos, la separación de la banca de inversión, de la banca de depósitos, aprobada en la era Roosevelt y desactivada en 1999. Veremos si el adalid de las soluciones negociadas, visto por algunos sectores como demasiado débil ante el poder financiero, puede convertir en votos la protesta de nuevo tipo.

Hollande, por su parte, ha sugerido la posible aplicación de controles estatales a la banca en ciertos y específicos casos, posición blanda según su oponente, la derrotada Martine Aubry, quien propuso la creación de una banca pública europea y la separación de los bancos según su naturaleza. Tres casos donde las formas políticas tradicionales se ven presionadas por un movimiento que viene de abajo y cuya trascendencia no luce tan efímera como lo preconizan algunos pensadores del nuevo milenio.

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