viernes, 18 de diciembre de 2009

La 'cuestión' de Oriente

Por: Augusto Trujillo Muñoz

Su historia se caracteriza por la guerra, pero más que agresores han sido agredidos. Primero fueron dominados por Ciro y luego por Alejandro Magno. En 1221 invadió su territorio el Gengis Khan quien, hacia finales de la centuria anterior, fue considerado por un grupo de historiadores como el hombre más poderoso del milenio. En el siglo xx los invadieron los rusos y en el siglo xxi los norteamericanos.

Irak y sus vecinos son árabes. Como los judíos, los árabes tienen un origen semita que, al parecer, se remonta hasta el viejo patriarca Abraham cuyos dos hijos, uno tenido en Sara y otro en Agar, son considerados los padres de aquellos pueblos tan antiguos como rivales. En Irán son persas. Sus antepasados formaron uno de los más grandes imperios de la antigüedad. Pero todos ellos, en el siglo xx, fueron obligados a jugar en el ajedrez de la guerra fría, empujados por la Unión Soviética y por los Estados Unidos.

Kabul, Bagdad, Damasco, Jerusalén figuran entre las ciudades más antiguas del mundo. En Ariana nació el célebre Rig Veda, uno de los textos fundamentales del hinduismo. Mesopotamia produjo el código de Hammurabi y luego Bagdad, varias de las más famosas obras de la literatura universal. Jerusalén es una ciudad sagrada para tres de las religiones más extendidas por el mundo. En fin, Oriente se corresponde con los orígenes de la civilización.

Las cosas cambiaron con la aparición de Occidente y de la modernidad. La expansión económica y militar de Europa impuso una visión del mundo que se consolidó con el hallazgo de la ruta de las especias y el descubrimiento de América. La historia de Europa también se caracteriza por las guerras pero, a diferencia de los pueblos de oriente, los europeos han sido más agresores que agredidos. En América los continuadores de la vocación expansiva de Europa son los Estados Unidos.

Después del 11 de septiembre la historia es menos desconocida, pero más manipulada por el gobierno norteamericano y por los medios de comunicación de Occidente. A la violencia de aquel día el fundamentalismo de Bush respondió con la violencia de una década. El resultado no ha sido ni la victoria ni el armisticio. Han sido la injusticia y la venganza, en un mundo en el cual la política, como sustituto de la guerra, exige unos patrones de conducta que garanticen la convivencia.

El mundo vive un desajuste espiritual que hace difícil no sólo la coexistencia armoniosa sino el mismísimo debate propio de las sociedades plurales, sin el cual es imposible concebir la democracia. En efecto, si el fin de la guerra fría trajo consigo lo que podría llamarse la “cuestión de Oriente”, esta especie de pax romana de los gringos, pone sobre el tapete una suerte de “cuestión de Occidente”.

Salvo las potencias emergentes de Asia, los pueblos de oriente perdieron el lugar que ocupaban en la geopolítica del siglo xx. La civilización occidental no sólo los ignora sino que quiere cooptarlos. El propio presidente Obama, al poco tiempo de recibir el premio Nobel de la paz, envió treinta mil soldados más a Afganistán. ¿Dónde está la política como sustituto de la guerra?

Con razón el sociólogo Amin Maalouf –nacido en Beirut, residente en París e hijo tanto de Oriente como de Occidente- sostiene que mientras aquel ha llevado su conciencia ética hasta la indigencia, éste ha convertido su conciencia ética en herramienta de dominio. El resultado es que las actitudes asumidas por cada uno de los dos –Oriente y Occidente- terminan siendo poco diferenciables desde el punto de vista moral.

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