martes, 3 de mayo de 2011

La ilusión de los aumentos

Por: Enrique Ochoa Antich

Comedia o, aun mejor, tragicomedia ésta de los aumentos salariales en el entorno de una economía sin crecimiento y con alta inflación. Claro, ayudan los aumentos, ¿quién lo duda?

Palean en el mejor de los casos el deterioro continuo e indetenible de su capacidad adquisitiva, es decir, del salario real. Pero es incontestable que no van al fondo, a lo fundamental del problema.

Durante los 12 años de régimen chapista, ¿qué ha ocurrido al final de las cuentas? Que los salarios tal vez hayan aumentado en un 400% mientras la inflación acumulada es de más de 700.

Claro, el Estado petrolero, sostenido sobre esa montaña de dinero fácil que le ofrece el petróleo, puede permitirse la demagogia de repartir una riqueza que al menos por el momento le es abundante aunque la fuerza de trabajo que concurre a crearla sea mínima.

Sin embargo, la economía real está en otra parte, la que puede llevarnos al desarrollo, la industria, la manufactura, la construcción, y allí no se está produciendo la riqueza que se requiere para incrementos salariales suficientes. Si se les ordena desde una oficina pagarlos, lo que se reparte entonces es la escasez.

En todo caso, se trata de una ilusión. Sí, de acuerdo, se incrementan los salarios (en proporciones que compensan aunque sea una parte de la capacidad adquisitiva que ya la inflación les ha quitado), pero al hacerlo se aumentará la demanda agregada de bienes y servicios que no se producen en cantidades suficientes, lo que ­ley de la oferta y la demanda­ redundará en mayor presión inflacionaria y, de suyo, en una merma del salario que se ha incrementado.

Por no hablar del impacto del incremento salarial en los costos y de éstos en los precios. En fin, sal y agua.

Los venezolanos esperamos otra cosa, no esta tragicomedia anual de nuestros primeros de mayo cuando la aritmética no sirve para explicar lo inexplicable.

Allí está el tiranuelo, el demagogo mayor, sumando, restando, multiplicando y sobre todo dividiendo para justificar el inmenso desastre de su gestión económica y su impacto en la calidad de vida de la gente. De eso ya estamos hartos.

La Venezuela democrática cree, debe creer, vencidos los fantasmas del populismo que aún se agitan al fondo de nuestra memoria colectiva, en una sociedad de progreso y desarrollo con justicia social ­como debe ser el sueño venezolano a partir del año 13­ en la que la relación salario/inflación opere a favor del primero, proceso que si es continuo y sostenido en el tiempo termina por mejorar la calidad de vida de la gente, del pueblo.

Lo que espera un trabajador es que en un entorno de crecimiento económico, de desarrollo de las fuerzas productivas, de creación de riqueza, y de baja inflación, el incremento de su salario, como resultas de su negociación colectiva con el patrón, se exprese en una mayor capacidad adquisitiva, esto es, en una mejor calidad de vida para él y los suyos.

En fin de cuentas, no conviene repartir sino la riqueza que se crea pues repartir la escasez es sólo llevarnos a estadios de mayor pobreza.

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