Por: Andres Schmucke
Me cuento entre los afortunados que han tenido la oportunidad de ver la tercera y última parte de la nueva Batman de Christopher Nolan, The Dark Night Rises, y aunque mis expectativas eran mayores y considero que no supera a la segunda, The Dark Night, creo que cumple su cometido y es un cierre perfecto para la trilogía.
Confieso que en la sala de cine tenía un poco de temor, no porque entrara un desequilibrado mental disfrazado como El Guasón a dispararnos, como lamentablemente sucedió en Colorado, sino porque entrara un grupo comando a robarnos. Afortunadamente no sucedió nada digno de mención para las páginas de sucesos de los diarios nacionales.
Volviendo a la cinta, es increíble cómo se atan todos los cabos, el villano es malo de verdad, vemos a un Batman reducido física y psicológicamente y Ciudad Gótica vive en una mentira. Aunque se extraña alguna mención a qué sucedió con el Joker.
Bane no tiene un discurso revolucionario a favor de las clases marginadas, Bane quiere acabar con Ciudad Gótica, quemarla hasta sus cimientos y luego esperar que renazca de sus cenizas (como quería hacerlo Ra's Al Ghul en la primera cinta de esta nueva saga, Batman Begins). Eso no tiene nada de revolucionario, no tiene nada de admirable. Bane es sólo un terrorista más, con un discurso interesante, pero cuya finalidad es la destrucción total.
Aunque Bane tiene a su favor el ser el único de los villanos de Batman que lo deja al borde de la muerte (en el cómic, Bane le fractura la espalda al hombre murciélago y lo deja paralizado), no es ningún salvador de los oprimidos, ni ningún mesías que viene a librarnos de la destrucción. Esa cultura del mesías salvador sólo sirve en las películas, en la vida real eso no funciona.
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