sábado, 4 de agosto de 2012

Venezuela en Mercosur

Por: Edinson Martinez
@emartz1

El ingreso de Venezuela a Mercosur como miembro pleno del bloque suramericano, constituye por estos días uno de los temas de mayor controversia. De un lado, el gobierno muestra un menú de argumentos a su favor, que pendulan entre el éxito de su diplomacia en la región, hasta los efectos positivos que sobre la economía nacional tendría en el mediano y largo plazo. Habría que abonar en su merito que ha sido cauteloso al mencionar las ventajas de corto plazo. 

Del otro lado de la acera, se agrupan quienes creen que Venezuela no sale favorecida en casi ningún sentido y que a la larga serán más los efectos negativos que otra cosa. Destacando el hecho del ingreso de Venezuela por vía de una irregularidad que se saltó las previsiones reglamentarias e institucionales del bloque para el ingreso de los miembros plenos. 

Comencemos por decir que hay verdad en ambos lados. El gobierno de Hugo Chávez viene privilegiando – desde casi sus inicios – en su política exterior, una relación fluída y de mucha empatía con los países que conforman Mercosur. Podría decirse que es una diplomacia inspirada en identidades similares con todos estos países. Con sus gobiernos, que por virtud de una coyuntura histórica, empalma intereses y modos compartidos de ver - con sus matices, claro está – las relaciones internacionales. Que en el ocaso de su gobierno, extendido ya por casi 15 años, – recordemos que entregará en enero de 2013 – finalmente materialice el ingreso a esta integración subregional; no tendría por qué extrañar, bien tontos serían, además, si no hacen el alarde promocional que ello amerita. 

Efectivamente, se obviaron las disposiciones reglamentarias para el ingreso de Venezuela, nadie lo duda. Que además, fue la carambola, de la situación política del Paraguay la que finalmente le dió el impulso a la petición de Venezuela; tampoco es de dudar. Los gobiernos de los países que lo conforman, también lo saben. Ahora bien, no sería la primera y tampoco la útlima ocasión en que el pragmatismo de las relaciones internacionales determinan una situación como ésta. 

Venezuela es un socio deseable, apetecible y aquilatado. No es, Haití, Guatemala o Belize, el país que está pendiente por su ingreso pleno. Es el primer país del continente en producción petrolera, que posee, además, las mayores reservas de crudo en el mundo; con un mercado de casi 30 millones de habitantes – tres veces la población de Uruguay y Paraguay juntos – que entre otras cosas importa casi el 70% de lo que consume. Es la quinta economía desde México hasta La Patagonia y la puerta de entrada al subcontinente. 

Ahora bien, es natural que haya aprenhesiones en los sectores productivos del país, en especial, porque el gobierno se ha convertido en un gran importador de bienes de consumo, de productos de consume masivo, muchos de los cuales, desde hace bastante tiempo, vienen en cantidades enormes de los dos grandes productores mundiales de alimentos y ahora nuestros socios, Brasil y Argentina. No pagan aranceles, tienen tratamiento de áreas de libre comercio y además en su gran mayoría subsidiados por el Estado. Esta situación, evidentemente, no es la más propicia, ni la de mejores condiciones, para competir con nuestros productos, en el marcado nacional y menos en el de nuestros socios comerciales. 

Sin embargo, es una oportunidad importante para Venezuela, con otro gobierno y otra política económica, con una visión de estímulo al productor, de competitividad y calidad. Podríamos modestamente obtener beneficios. Es un mercado abierto con el 70% de la población de América del Sur – 270 millones de habitantes – y congrega el 83% del PIB suramericano, estimado en 3.3 trillones de dólares. Es un bloque con poder económico y político en el continente que no puede ser desdeñado por un nuevo gobierno.

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