Por: Adolfo Salguiero
Venezuela entró como miembro pleno en Mercosur aunque por la puerta trasera. Hay quienes perciben ese hecho como un triunfo de la diplomacia "bolivariana" y otros que apenas ven en ello el resultado casual de una carambola a tres bandas. Sea cual fuere la verdad lo cierto es que el asunto seguramente traerá consecuencias palpables en el colectivo nacional y habrá que ver si serán positivas o no.
Ha quedado meridianamente claro que los dos gigantes de Mercosur: Brasil y Argentina, con el apoyo (¡qué más remedio!) de Uruguay, decidieron supeditar lo institucional a lo pragmático traicionando al hermano pobre (Paraguay). No negamos que esa sea una forma de ver la vida y de actuar, pero tampoco ignoramos el hecho histórico antiguo y reciente de que los Estados individuales o agrupados en esquemas de integración económica o de defensa mutua que prefirieron respetar las reglas de juego sometiéndose a la institucionalidad y al derecho son los que en definitiva han tenido más éxito en el mundo. No es cuestión de especular sino tan solo de ver la realidad; por ejemplo la Unión Europea, Nafta (EEUU, Canadá y México), Mercado Común Centroamericano, etc., no es que no tengan tensiones pero siempre llegan a la conclusión de que en el balance general el haber supera al debe. Esta vez meter la política y conseguir favores a costa del esfuerzo y del Tesoro venezolano tuvieron más peso que respetar el Tratado de Asunción y sus Protocolos Adicionales que son el marco jurídico en el que convinieron moverse. El futuro está por verse porque son muchas las variables pendientes que bien pudieran cambiar la ecuación.
¿Qué buscan los demás con el ingreso de Venezuela? Pues muy sencillo: poder exportar más a un país que todo lo importa. ¿Salvo alguna que otra inversión privada brasileña o argentina existen en Venezuela grandes activos de arraigo en el país que denoten un compromiso serio con el futuro? No existen. Todos arman su parapeto para vender algo, construir alguna obra pública por cuenta del Gobierno, cobrar y "a otra cosa mariposa". Todos saben que en el marco de la inseguridad jurídica bolivariana no es posible enterrar activos para que después les inventen cualquier cosa y se los expropien, más aún ahora cuando esta patria socialista ha elegido el camino del aislamiento retirándose de todos los mecanismos de control internacional de legalidad con la excusa de la soberanía que luce políticamente rentable para el discurso de campaña pero muy poco atractiva para quienes deben arriesgar su capital. No por nada existe el índice de "riesgo país" que en el caso de Venezuela es de los más altos del mundo no por su falta de recursos sino por la falta de confianza.
Cuando Venezuela se integró a la Comunidad Andina en 1973 (ella existía desde 1969) sus empresarios tenían temor y medio se oponían... pero eran parte de las delegaciones y de las negociaciones. Al final les resultó una buena experiencia y lamentaron el retiro del esquema. Entonces había un estamento industrial con cierta competitividad. Ahora el mismo está destruido por cuya razón no podrá esperarse nada bueno.
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