martes, 4 de agosto de 2009

El legado de Jusayú

Por: Marcelo Morán

El wayúu escribió libros reconocidos en Europa,
pero ignorados en Maracaibo


Miguel Ángel Jusayú murió el pasado 8 de junio en Maracaibo.

Era escritor y gramático invidente, nativo de la Alta Guajira.

A mediados de la década del sesenta, cuando yo iba al Malecón de manos de mi mamá ­para no perderme entre el rebullicio de la gente­ lo ví por primera vez. Se encontraba con sus lentes oscuros mecanografiando cartas que cobraba a real, a familiares de otros paisanos que laboraban en las haciendas del Sur del Lago, y tenían que enviar eventualmente en las pocas piraguas que sobrevivían en ese tiempo.

Para esa época ya dominaba el sistema Braille y conocía la ubicación de las teclas en su máquina de escribir portátil, como ningún otro mecanógrafo. Veinte años después, tuve la dicha de conocerlo en una emisora donde mi amigo Bernardo Fernández conducía un espacio cultural. En ese entonces, ya había escrito el diccionario: Español-Guajiro y su cuento: "No era vaca ni era caballo", editado en Suecia, Dinamarca y Noruega.

Fue tanta la admiración que sentí por mi coterráneo, que en el año 87 decidí incluirlo en una gaita: Personajes guajiros, que grabara el grupo Birimbao, siendo una de las que más pegó de aquella producción, que me llevó a presentarlo en uno de los programas gaiteros, pues nadie creía que un ciego wayúu pudiera escribir libros que eran objeto de reconocimiento en Europa y en Maracaibo eran ignorados.

En el año 91, es contratado por la Universidad del Zulia para la Escuela de Letras, donde impartió la cátedra de Lenguas Indígenas. Once años más tarde, la misma universidad le otorga el Doctor Honoris Causa por su destacado esfuerzo en favor de nuestra cultura ancestral. En el año 2006, es merecedor del premio Nacional de Literatura, constituyéndose en el primer indígena de Venezuela en lograrlo.

La cineasta zuliana, Patricia Ortega, produjo el documental El niño Shuá basado en la vida de este valioso cultor que perdió la vista cuando tenía 12 años a causa de una simple conjuntivitis. Para esa época, pastoreaba carneros y ya había visto el turquí del cielo, el arco iris, las estrellas como si titilaran a un metro de altura, y por supuesto, el cuadro de abandono en la que se encontraba su tierra.
Fue sepultado en Paraguaipoa el día 9 de junio con los rituales propios de un funeral guajiro. Su alma se fue a morar Jepirra (en el Cabo de La Vela) por un período de diez años, como una preparación antes de consumarse el segundo velorio, que será la antesala para emprender el viaje hacia la Vía Láctea, según nuestras creencias: la senda definitiva hacia la eternidad.

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