jueves, 13 de agosto de 2009

Joséphine y mi prima

Por: Marcelo Morán

Mi madre, Guillermina Polanco, partió de la Guajira en febrero de 1958 para establecerse en Las Parcelas de Campo Mara: una comunidad rural, situada al norte de Maracaibo y constituida para ese entonces por un puñado de casas que no llegaba a una docena.

Ella tomó la resolución de invadir un terreno de tres hectáreas, casi selvático, para alojar a una hermana con siete hijos y una prima con otros dos niños; entre los que destacaba Gladis, de sólo pocos meses de nacida. Al cabo de un tiempo fueron apareciendo otros parientes que, hicieron de los fines de semana, una cita obligada, entre las que sobresalían las hermanas: Aurora y María Ángela Montiel Polanco.

La primera había sido diputada al Congreso Nacional en la última etapa del gobierno de Pérez Jiménez y la otra, fungía como asesora indigenista en el Consejo Venezolano del Niño. En ese ir y venir conocieron que, mi tía Rubia, estaba dispuesta a entregarle al organismo que tutelaba la protección de los menores a Gladis, ante la imposibilidad de brindarle una buena educación debido a sus marcadas carencias económicas.

Un domingo se presentaron con la misma familiaridad de siempre, pero en esa ocasión, se dejaban acompañar de una distinguida invitada: era una morena espigada y de apariencia sencilla, se llamaba Joséphine Baker: bailarina y cantante norteamericana que había descollado en los escenarios de su país y Europa en la década de los años veinte y treinta. Más adelante, tomó la nacionalidad francesa, y en el año 1956, decide adoptar 12 niños provenientes de varias partes del mundo a los que llamó "La tribu del arco iris", donde mi prima Gladis iba a representar la autoctonidad venezolana. Una vez concretados los trámites de la adopción vino la despedida.

Cuando el carro que transportaba a la señora Baker abandonaba la estancia marense rumbo a Maracaibo, fue alcanzado antes de llegar al portón por la madre arrepentida que, en medio de un copioso llanto reclamaba de nuevo a su hija. La artista, conmovida por esa inesperada reacción, entregó la niña, no sin antes despedirse de la progenitora con un fuerte abrazo, como una muestra de su incuestionable magnanimidad. Ante ese imprevisto, la actriz se dirigió a Paraguaipoa con sus dos guías donde finalmente logró adoptar a otro niño wayúu, a quien bautizó con el nombre de Mara, en honor al cacique Maala (cascabel) excluido misteriosamente de la corta lista de héroes aborígenes, pero como cosa admirable, su nombre pudo sobrevivir a tres fundaciones y a quinientos años de saqueo histórico.

Por fortuna, esta pequeña historia que forma parte de otra historia la conocí desde mi infancia, gracias a la fuente testimonial de mi mamá, quien fuera para aquel lejano domingo del año cincuenta y nueve anfitriona casual de la diva norteamericana. Tras cumplirse este año medio siglo de aquella inolvidable visita, y para no dejar lagunas en su versión original, le pedí a mi tía Rubia que la volviera a bajar de su recuerdo para plasmarla en esta publicación con el propósito de incorporarla con mucho cariño a la memoria contemporánea de mi pueblo.

2 comentarios:

  1. sin duda alguna todos los relatos tinen una sola esencia, y yo la llamaria la esencia "verdadera" ,asi pasen los años estas lineas hechas con cariño y dedicacion de los momentos vividos perduraran por el resto de los años......

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  2. Marcelo, gracias por ese relato.La nostalgia me ha embargado pues allí vive por siempre parte de mi ser. Conozco las Parcelas de Campo Mara, viví alli parte de mi infancia hasta los 13, allí anduve descalzo y sin camisa por su carretera, jaweyes y caminos de aventuras infantiles, estudié en la escuela Blanca Rosa Urquiaga, conocí a dicha directora Blanca y aún allí persisten familias como los Ordoñez Vega (Ascalio Ordoñez y Chila Ordoñez mis padrinos de bautizo), Morán, Graterol, Castillo, Soto, Murillo, Ferrer y Polanco. Amo a esa tierra calurosa que inspira poesía y canto. Amo a su gente porque es como mi familia cálida y cordial. Un saludo a toda mi gente de Las Parcelas de Campo Mara desde Caracas Venezuela. Se les quiere y se les añora. Gracias nuevamente hermano por dedicar tiempo a ese lugar tan especial. Atte. Ervis Bautista. Mi correo: e_3bautista@hotmail.com

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