domingo, 3 de octubre de 2010

Piedad en el foso de los leones

Por: María Elvira Samper

NO CREO QUE PIEDAD CÓRDOBA MIlite en las Farc, que es lo que insinúa y no dice con todas las letras el fallo del procurador Alejandro Ordóñez, que la inhabilita por haber ido más allá de lo que la autorizaba el Gobierno para buscar la liberación de los secuestrados. “La senadora siempre tuvo plena disposición para querer promover al grupo armado de las Farc así como colaborar con sus integrantes”, dice la providencia, y en la nota mediante la cual el Procurador remite copia a la Corte Suprema, le pide que decida si la investiga o no por “delitos de lesa humanidad”. Palabras mayores que refuerzan la idea de Piedad guerrillera.

La Procuraduría tiene como prueba principal en su contra unos correos que los investigadores encontraron en los computadores de Raúl Reyes que recuperaron después de su muerte en el bombardeo contra su campamento en Ecuador hace cerca de dos años. Pero en la investigación de la Fiscalía (N° 67816) que compromete a la periodista ecuatoriana María Augusta Calle por supuestos nexos con las Farc, y que sirve de base al fallo contra Córdoba, el investigador de la Dijín, capitán Ronald Ayden Coy, declaró que en los computadores de Reyes no había correos electrónicos propiamente sino direcciones, y que lo hallado fue “información almacenada en programas de Word y Microsoft”. Además, la mayoría de los mensajes citados datan de cuando ella tenía el aval del Gobierno para hacer contactos con las Farc, y aunque el contenido de algunos firmados por Teodora, La Negra o La Negrita (alias de Piedad, según la Procuraduría) coincide con su agenda, no demuestran que estuviera haciendo gestiones distintas a las permitidas.

La veracidad de la información que sirvió para condenar a la senadora no parece demostrada más allá de toda duda, y entonces podría decirse que existe duda razonable, precisamente el argumento que usó el Procurador para absolver a los hoy ex ministros Diego Palacio y Sabas Pretelt en el caso de la yidispolítica, no obstante que su antecesor había dejado listo un proyecto de fallo en sentido contrario, sobre la base de los mismos elementos probatorios.

No es fácil defender a Piedad, beligerante a veces más allá de lo necesario, otras imprudente en sus declaraciones sin matices, y algunas más pasada de la raya de lo que es considerado políticamente correcto. No comparto muchas posiciones de Piedad, pero creo que coincidir con Cano y compañía en temas como la necesidad de una reforma agraria, de revisar la situación de DD. HH. o hacer cambios en el modelo económico, no la vuelve guerrillera. Muchos que no están alzados en armas pero que sienten y resienten los rigores de la pobreza, la inequidad y la violencia comparten esos puntos de vista.

El problema es que el gobierno Uribe la convirtió en hereje por oponerse a la guerra sin cuartel y defender la salida negociada del conflicto —sin duda una causa impopular en un ambiente que hace ver posible la derrota militar de la guerrilla—, y la arrojó al foso de los leones al colgarle el sanbenito de “aliada de las Farc”. Por eso fue objeto de seguimientos del DAS y sus teléfonos fueron interceptados. En un clima de intolerancia con las voces disidentes, Piedad acabó con el pecado y sin el género: la liberación de por lo menos doce secuestrados, gracias a su tenacidad y aun a riesgo de su propia vida.

El fallo en su contra exhala un cierto tufillo de retaliación política. Es mi percepción, alimentada además por las palabras del Procurador antes de anunciarlo: “Al comenzar mi gestión advertí que no podría el Estado sancionador actuar de manera selectiva, que era menester que el país llorase por los dos ojos”. A buen entendedor…

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