miércoles, 6 de octubre de 2010

Y los ganadores son...

Por: Antonio Cova Maduro

No seguiremos la estrategia de Hollywood, ni la de los Tony y los Grammy, sino que premiaremos
a los que o no aparecen o nadie repara en ellos, quizás por estar tras bambalinas. El primer lugar creo nadie puede disputárselo a Corpoelec. En efecto, sin su empeño y esfuerzo por mantener a oscuras a vastos sectores del país durante horas sinfín no se hubiese cosechado tan alto voltaje de votos. Escojan: ¿el "bombillo de oro" o el "velón de plata"?

Pisándole los talones a los magos de la luz a oscuras, reclaman su puesto, bien merecido por lo demás, los amigos de Pudreval. Después de todo, ellos pueden exhibir orondos dos grandes trofeos: Zulia y Táchira, justo donde es Virrey Rafael Ramírez, Señor de Pudreval. Tiene a su favor haber recibido un gran espaldarazo de la policía y del sistema judicial, que todavía no se han dado cuenta del gigantesco atraco a la nación que fue la "operación Pudreval". Corta pero sustanciosa.

Sin restarle méritos a esos dos indiscutibles ganadores, se presenta, temerosa de que la atraquen o la conviertan en víctima de un secuestro express, la "frágil seguridad" de los venezolanos. Ella, alega con voz estentórea, tiene todos los títulos para hacerse de un premio mayúsculo: después de todo, no hay nadie en Venezuela que no tenga un pariente, un allegado, que no haya sido víctima de esos a quienes Chávez no ha dedicado un insulto, ni adornado con una injuria.

Esperando su turno en la premiación están dos hermanitos a quienes se les ve muy felices: él, desempleo y ella, inflación se han presentado para recibirlo. Los dos, junto a su primo desabastecimiento, quieren hacer valer su constancia, su permanente presencia, su respaldo casi. De no ser por ellos, alegan, la ira no se hubiese acumulado como lo hizo.

Convertidos en los "jinetes del Apocalipsis" vinieron a sellar la suerte del chavismo en zonas donde se enseñoreaba hasta ahora. Sin ellos la fulana MUD hubiese adquirido la letra que le faltaba: la "A". Pero estos ganadores hicieron algo más: de una sola trompada dejaron sin habla a mucha encuestadora. Por cierto, ¿no les parece que éstas han corrido con mejor suerte que los desconocidos perdedores? En efecto, nadie les ha pasado factura a las "serias" encuestadoras que insistían en la "barrida" del chavismo. ¿Por qué tan calladitas ahora? ¿Es que pretenden que no les reclamemos confundir silencio con estupidez?

Y es ahora cuando debemos hacer la lista de los grandes reconocimientos. El primero a la normalidad que mostraron muchos venezolanos al votar. Haber votado por los autores de Pudreval, de Corpoelec; a los patrocinadores de la inseguridad y el desempleo hubiese sido el colmo del masoquismo. Venezuela se habría comportado como la clásica mujer del maltratador que, luego de una paliza monumental, cuando el agresor insiste en que no volverá a repetirse, le concede el perdón que pide. Lástima no se dé cuenta del giro perverso que añade: "lo que pasa es que tú me provocas, me exasperas... ".

Mucho aplauso, pues, al pueblo venezolano por ser normal y comportarse como tal: al malhechor, ¡castigo!; y que lo sienta. Pero como ese malhechor siempre se ha presentado como un Mefistófeles seductor, hay que conceder premios a quienes lo desnudaron en público.

En primer lugar, al tiempo. Chamo, ¿tiene sentido que una revolución de once años no haya terminado de arrancar? Y si arrancó, como cree el cándido de Jesse Chacón, ¿cómo es que sus logros produjeron la contrarrevolución?, ¿cómo es esto Jaua, de que once años de flujo revolucionario han producido una ultraderecha tan poderosa como para ser ya más de la mitad del país? Hay que darle su premiecito también a la escasez de inteligencia de mucho revolucionario enchufao.

Por eso, premiemos a la lengua. A ella, a quien se achaca ser "castigo del cuerpo", también lo es de "revolucionarios" arrogantes. De no ser por esa lengua, chocante, procaz y altanera, la lluvia de votos opositores no hubiese sido tan pertinaz y brutal. Ella musicalizó al "Tibisay" de esta jornada.

Pero en el mejor estilo de Hollywood, el premio grande se deja para el final. Y éste es un premio personalizado, y lo es porque su ganador quiso que se personalizase. Se trata de quien fue al Zulia a garantizar la aplastante debacle del chavismo allí, y estuvo en idénticas andanzas en la región andina. Hasta hizo saber que con esto iniciaba su propia campaña. Por eso, cuando arrebata el Oscar, Hugo Chávez oye al pueblo que le corea extasiado: "Gracias, una vez más, por favores recibidos".

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