jueves, 3 de mayo de 2012

Iris frente al espejo

Por: Elizabeth Araujo

Es verdad que vivimos tiempos de espera. No esperamos desde luego al Mesías. Nadie se nos ha aparecido ofreciéndonos la Tierra Prometida, como tampoco aguardamos por la resurrección de las almas. Pero es obvio que este país, víctima del ascenso desmesurado de la inseguridad, no puede seguir gobernado por un Presidente tocado de una grave enfermedad, que le obliga a ausentarse del trabajo por largas temporadas. 

¿Suena a herejía? No, después de que el gobernador de Portuguesa revelara que Hugo Chávez no está en condiciones de participar el 7 de octubre. No es el imperio, ni los agentes de la CIA, ni el plan golpista que José Vicente Rangel descubre cada domingo, ni es Uribe, ni los banqueros o Fedecámaras, que sé yo… quienes conspiran para que la realidad se les haya volteado y hoy, frente al panorama desolador de la ausencia del líder, aparezcan como niños perdidos en un parque sin saber qué hacer. 

 Se acostumbraron demasiado a la voz del todopoderoso Hugo Chávez, el mismo a quien –¡cosas del destino!– el finado Carlos Escarrá calificó cierta vez de inmortal. Aguardaban con ansias o fastidio las extenuantes cadenas y el verbo implacable cayendo como látigo sobre la espalda del adversario, que ahora, sin su presencia, no logran afrontar la crisis. 

 Debido a esa inercia gubernamental es como Iris Varela sigue dando tumbos en su ministerio sin saber qué hacer. El asunto Varela no es sencillo. Está al frente de una de las responsabilidades medulares del país. Cuando se menciona el tema de la violencia, el subconsciente de quien lo alude se desplaza a las imágenes del montón de recintos donde “viven” 31.200 presos, muchos de los cuales purgan condenas sin haber sido oídos por un juez. 

 El tema carcelario es la urgencia del país porque se conecta a las cifras de homicidios de fin de semana que divulgan los medios, o de asaltos y secuestros de los cuales solo se habla en reuniones familiares y entre amigos. 

 En medio de tal realidad, aparece Iris Varela para acusar con esa simplicidad argumentativa que da el fanatismo, a Globovisión o a las ONG de promover protestas carcelarias. Ahora ¿hasta dónde llega la responsabilidad de quien incluso como diputada no dio pruebas de estar preparada para asumir funciones públicas? A lo largo de su labor en la Asamblea Nacional y ahora como ministra Iris Varela no ha sido lo suficientemente inteligente como para sentarse con los periodistas de Venezolana de Televisión y decirles “tengo un plan”. 

 Por eso, este nuevo caso de fuga masiva de presos (los familiares corrigen: no hubo tal fuga, quienes salieron lo hicieron por la puerta principal con boleta de excarcelación) le estalla en la cara y, frente al espejo de la realidad, la ministra mira el fruto de lo que no ha sabido hacer. Los inventos conspirativos de la derecha, de las ONG y Globovisión solo les sirven de fugaces excusas que exponen su propia tragedia.

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