domingo, 12 de diciembre de 2010

¿Dios o Dionisos?

Por: Emeterio Gómez

Ante
la quiebra radical de la Filosofía Occidental que él mismo con toda razón decretó, Nietzsche -y algunos lúcidos seguidores suyos- nos proponen regresar al momento en el que se cometió el presunto error que generó dicha quiebra: el siglo V a.C., en el que Sócrates opta por Parménides contra Heráclito, entre los filósofos; y por Apolo contra Dionisos, entre los dioses. Parménides era el Ser y lo Racional; Heráclito el Devenir y lo Pasional. Apolo era el dios del orden, el equilibrio, la luz y, sobre todo, la inteligencia. Dionisos lo era del caos, el desequilibrio, la oscuridad y, más aún, las emociones, el bonche y lo irracional. Sócrates, para fundar la Filosofía, se inclina por Parménides y Apolo, contra Heráclito y Dionisos y -según Nietzsche- lanza a Occidente por el camino equivocado. Porque, en su opinión -de Nietzsche- lo esencial de la Realidad es el Devenir y no el Ser, las pasiones y no la razón. La quiebra de la Filosofía tendría así una explicación muy clara: el Ser y la Verdad, esto es, lo estable y los conceptos son sólo una ficción, ¡¡la Re-presentación abstracta de una Realidad inaccesible!!

La propuesta de Nietzsche y sus partidarios, luce atractiva: regresemos al momento del error... y corrijámoslo. Si Parménides y Apolo llevaron la Filosofía a esta crisis, asumamos entonces el otro camino -el de Heráclito y Dionisos- que, "por lógica", debería ser el correcto. Y eso es lo que nos propone el autor de Ecce Homo; erróneamente... porque al regresar a esa encrucijada empieza uno a descubrir, aterrado, que aunque Nietzsche tenía razón, ¡¡Sócrates no se equivocó!! Escogió lo único que se podía escoger. Porque el Devenir, las pasiones, el caos y toda la profunda oscuridad dionisíaca que llevamos en el alma, no se pueden entender más que como Sócrates lo intentó: a través de las Ideas, la Razón abstracta y las Re-presentaciones, ¡¡por falsas e ilusas que ellas sean!! Sócrates hizo lo único que en su momento se podía hacer, dadas tanto la imposibilidad absoluta de comprender el Devenir, como la irracionalidad e inescrutabilidad radical del alma humana, de las pasiones, las emociones y, finalmente, del Inconsciente; pero, por sobre todas las cosas, dada la imposibilidad infinita de encontrarle algún sentido a la vida o a nuestro espíritu... si es que excluimos a Dios. Fue ante todo ello que Sócrates, Platón y Aristóteles intentaron -¡erróneamente!- captar el mundo a partir de la Razón.

Nietzsche, por el contrario, en un error similar al de Sócrates, supone que el camino correcto es el de Heráclito y Dionisos, el de asumir el Devenir y las Pasiones. Él -y sus más brillantes partidarios- creen que el Hombre tiene fuerzas espirituales suficientes para captar la absoluta irracionalidad del Devenir y... del Mal, la oscuridad dionisíaca infinita de nuestro espíritu. Nietzsche sueña con que del hombre podamos pasar al Superhombre, a su venerado Ubermensch. Cree que -de nuestro propio espíritu- podemos sacar las fuerzas necesarias para entender simultáneamente al Devenir y a Dionisos. Faltaban cuarenta años para que Wittgenstein y Eliot intuyeran finalmente que todo ello conduce inevitablemente a la noción de Dios. Que está allí, ante nosotros, oculta en el Devenir y en Dionisos, pero sin que tengamos la menor posibilidad de entenderla... sólo de sentirla. Una "Realidad" ante la cual -Wittgenstein dixit- lo único que cabe es callar. Me refiero, por supuesto, al Primer Wittgenstein, al místico, el que afrontó el verdadero problema, el del Espíritu; no al Segundo, el que se entretuvo con los rollos derivados del Lenguaje.

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