jueves, 9 de diciembre de 2010

El Nobel de Mario Vargas Llosa

Por: Juan David Zuloaga D.

Los detractores del escritor (pues lo son más de su persona que de su obra) aducen en su contra ora su actuar político, ora su postura ideológica. Postura que, por lo demás, hubiera creído uno, lo inhabilitaba para recibir tal premio, por lo menos según las inclinaciones del jurado en los últimos lustros. Olvidan sus críticos, entonces, que el premio es una distinción literaria y que, a la hora de la elección, sopesa el comité evaluador la calidad artística de su obra, la difusión en amplios ámbitos intelectuales y culturales, la maestría en el uso de la lengua, la destreza para inventar o recrear personajes que conmuevan la sensibilidad humana y no el ideario político de un autor (por lo menos en términos más o menos ideales y respetando, dentro de ciertos límites y de manera un tanto arbitraria, la voluntad del señor Alfred Nobel).

Quienes admiran su obra estarán felices, desde luego, por la concesión del premio. Pero más allá de estas disputas —más políticas que literarias, repito—, el galardón sólo puede beneficiar a la literatura de Iberoamérica. Incluso si las tendencias políticas del autor incomodan a algunos, incluso si su obra no la encuentran particularmente sugerente, lúcida o interesante, vale recordar que el hecho de que el galardón literario más prestigioso del mundo recaiga en un escritor hispanoamericano sólo puede beneficiar a los escritores y en general a todo el mundo editorial del ámbito hispanoamericano.

Yo reconozco en los libros de Mario Vargas Llosa la maestría en el uso de la lengua y el ritmo de su prosa. Aunque reconozco también que, quizás, les hubiera dado el laurel a otros escritores del llamado boom latinoamericano; sólo que algunos de esos otros, infortunadamente, ya están muertos. En cualquier caso, me parece una distinción justa y merecida para uno de los más conspicuos representantes de esa generación de escritores de la literatura española que, preocupados por la forma en la novela y los distintos recursos de la narración, tomaron distancia de esa literatura costumbrista y provincial que los precedió. Y haciéndolo y creando verdaderas obras maestras volcaron la atención del mundo lector sobre una literatura que hasta entonces había permanecida ignorada y, no menos importante, le dieron voz a un continente que, por su situación sociopolítica, había tenido que callar.

Tenemos, pues, un buen motivo para alegrarnos porque la lengua española reciba nuevamente tan respetada distinción. Por ello, mañana, cuando Mario Vargas Llosa reciba el galardón, sé que me voy a emocionar y, estando con los que el destino quiera que esté, brindaré. Además, olvidaba decirlo, mañana también es el día de mi cumpleaños. Así que me permito brindar. Salud.

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